Rebeldía

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Rebeldía

—¿A dónde vamos? —preguntó la Griffindor mientras corrían por los pasillos, igual que lo hubieran hecho si los perseguía una multitud dispuesta a matarlos.

—Ya lo verás —dijo el rubio. Sin notarlo, tomó la mano de la chica y aceleró el paso, guiándola entre escaleras y pasillos atestados de cuadros.

Mientras corrían, Draco pensó en lo raro que era aquello. Llevaba casi un día completo pensando en ello, y aún no dejaba de impresionarse.

Cuando estuvieron cerca, el Slytherin fue aminorando la marcha, para terminar por caminar con rapidez, muy agitados. Miró de reojo a la chica, que lo seguía con una entrecortada respiración. Algo cambió en su rostro, cómo si hubiera descubierto algo, pero estuviese confundida. Subieron por las escaleras varios tramos, hasta que Granger dijo:

—¿Es la torre de Astronomía, verdad? —la miró perplejo.

—¿Cómo lo supiste?

—Pues cuando te acuestas con alguna de por ahí —la Griffindor habló cómo si estuviera molesta y aquellas palabras tuvieran doble sentido, pero Draco no se lo encontró— no creas que no va gritando por los pasillos que la llevaste a la torre de Astronomía. Algunas creen que si las llevas a la torre, tienen una oportunidad contigo. Lo que quiero averiguar es en qué creen tener una oportunidad...

La sangre sucia se rió, cómo si fuese algún tipo de broma privada o algo así, pero al Slytherin no le hizo ninguna gracia.

—Pues no. Quiero decir sí, llevo a muchas a la sala de Astronomía, pero no me hago cargo de lo que vayan diciendo por ahí luego. Menos si se trata de oportunidades. Y no te llevo a la sala de Astronomía, fallaste.

—¿Entonces dónde?

—Ya lo verás.

Draco solía dejar a los demás con intriga, eso le gustaba: ser misterioso, tener secretos y cartas bajo la manga. Con el tiempo, el rubio se había dado cuenta de que tenía más probabilidades de éxito si así era.

La condujo tras un estrecho arco, que daba paso a una larga escalera de caracol, amplia y llena de vitrales.

—¿La sala de adivinación? ¿No vive allí la profesora Telawney?

—¿Que no puedes resistir tus impulsos por saberlo todo, Granger? —ella se sonrojó y bajó la cabeza ante la sonrisa burlona de Draco.

Llegaron hasta la puerta trampa, pero Draco no se detuvo allí: guió a la Griffindor junto a una ventana, cuya existencia pasaba desapercibida para la mayoría de los alumnos y profesores.

El Slytherin la ayudó a subir hasta ella, y entonces la soltó. Pudo ver el momento en que la chica resbalaba del alfeizar. No alcanzó a tomarla por detrás antes de verla caer de la ventana. Presa del pánico, Draco fue incapaz de reaccionar mientras escuchaba el golpe sordo al otro lado de la ventana.

—Granger... —habló con un hilo de voz. No podía creerlo. La sangre sucia acababa de caer por la ventana, y todo era culpa de él, de Draco Malfoy.

* * *

—Granger... —Oyó la castaña. Le dolía todo el cuerpo, y sentía una punzada en el tobillo derecho y el hombro izquierdo.

—Auch —masculló la Griffindor.

Había caído unos metro y medio de altura. No era mucho, pero se encontraba tendida boca abajo en un balcón de piedra gris. Respiró con dificultad, ya que el impacto había vaciado sus pulmones. Se dió cuenta de que Malfoy no estaba allí.

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