Por la tarde...

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Era un día de tormenta, de ésos en los que la simple imagen del cielo emite tristeza y quietud. Era un día perfecto para compartir un chocolate caliente y unas cuántas anécdotas. Algunos dedicaban la tarde a los estudios o tareas personales, y unos pocos optaban por la soledad, que les permitía apiadarse de ellos mismos y pensar, lo que no los llevaba necesariamente a llegar a una conclusión sobre sus reflexiones.

No era el caso de tres Griffindor, que conversaban animadamente sobre la vida, las clases y el mundo fuera de Howarts. En su sala común, los jóvenes magos estaban sentados en círculo alrededor del fuego. La chica (con un libro abierto sobre el regazo) se encontraba en un sillón individual, y sus amigos en otro de dos cuerpos, comiendo ranas de chocolate y lanzando, de vez en cuando, algún encantamiento hacia los distraídos alumnos que pasaban por la sala común.

-¿Y piensan terminar la redacción para Mcgonagall o no? -preguntó irritada Hermione mientras Ron alentaba a Harry a meterse en la boca tres ranas de chocolate juntas.

-¿Para qué, Hermione, si de todos modos estará mal? -Contraatacó su amigo sin darle importancia-. Vamos Harry ¡Se escapa!

-No lo sabrás si no lo intentas, Ronald.

-Sí, sí... lo que tú digas.

Al oír la respuesta, Hermione cerró su libro con furia, y recogió sus plumas y pergaminos del suelo.

-Ya la has hecho enfadar, Ron. -Lo reprendió Harry en voz baja, para que su amiga no lo escuche.

-¡¿Cómo no, si ella siempre se enoja?! -Se excusó el pelirrojo, sin bajar la voz.

-Pues tendrás que pedirle perdón, o te golpeará; o a ambos.

Aquellas fueron las últimas palabras que oyó Hermione, cuya ira aumentó, y con pasos acelerados y firmes salió por el retrato de la Dama Gorda.

Estaba enojada con Ron desde que había mencionado, aquella mañana, la vez que Hermione bailó con el búlgaro Victor Krum (el famoso jugador de quiddich) durante el torneo de los tres magos. También criticó en voz alta (gracias a su ocurrente imaginación) lo que pudo haber sucedido cuando Harry y él se fueron a acostar. Aquello le costó un pequeño hechizo Palalingua de parte de la chica.

Ahora Hermione se encaminaba a la biblioteca, su pequeño refugio. Por el camino completamente desolado, salvo por algún fantasma que vagaba por allí, derramó unas cuantas lágrimas. ¿Cómo podía ser Ron tan insensible con ella? Sólo se preocupaba por los estudios de sus amigos, ¿Y él se lo agradecía así?

Cuando llegó ala biblioteca, se concentró en terminar su trabajo de Pociones e Historia de la Magia.

Mientras escribía, levantó la vista hasta la ventana, que mostraba aquel lluvioso día de primavera. Tenía vista al lago, dónde el calamar gigante se asomaba tímidamente por la superficie del agua. Miró a su alrededor: era la única sentada allí, además de Madame Prince, que ojeaba algunos viejos libros.

Cuánto deseaba que sus amigos la comprendieran sólo un poco más. No era que no la apoyaran, pero podían llegar a ser muy inmaduros, y a herirla. No podía molestar a Ginny con sus problemas, ella estaba con Dean Thomas, su novio, y no quería interrumpir.

Tras media hora,terminó ambas redacciones, por lo que se concentró en leer algún libro de encantamientos.

* * *

El chico estaba sentado en el alfeizar, mirando las gotas que se acumulaban en la ventana. Los idiotas de sus amigos también estaban allí, riendo a carcajadas. Pero el chico estaba harto de las estupideces sin sentido que gritaban sus compañeros, aprovechando el solitario cuarto de su amigo.

-Vayanse. -Les ordenó mirando fijamente el lago, en dónde el calamar gigante hacía una pequeña aparición en la superficie.

-¿Qué sucede? -preguntaron los idiotas.

-Quiero estar solo -dijo sin inmutarse. Nadie protestó, pero era evidente que deseaban hacerlo.

Sólo una chica se quedó, recostándose sensualmente en la cama del joven.

-Ven, Draco.-Lo instó mientras daba unas palmadas junto a ella, con una sonrisa pícara en el rostro.

-No Astoria, sal tú también.

-Pero... -La joven se mostraba confundida.

-¡Sal de la maldita habitación! -Draco no solía ser muy paciente, y tampoco solía ser agresivo a la primera, no con Astoria.

El chico ni siquiera se movió cuando ella atravesó el cuarto a toda velocidad y cerró la puerta con fuerza innecesaria.

Se limitó a retener las lágrimas, que amenazaban con salir. Pero el no podía llorar. Él era un Malfoy, un sangre pura, un hombre. »He soportado cosas peores, no puedo permitirme llorar.«

Releyó la carta por enésima vez:


Draco:

Por asuntos del Señor Tenebroso, debemos partir mañana mismo a Irlanda. No sabemos cuándo volveremos, pero espero que sea pronto. Quizás no estemos en casa para Navidad, así que algún enviado de mi hermana Bellatrix irá a buscarte a la estación, cuando comiences las vacaciones.

No te preocupes, te enviaré alguna carta desde Irlanda.

Cuídate,hijo. Te quiero.


Narcisa Malfoy


Aquella mañana había recibido la carta de su madre, en una clave especial que sólo él conocía. La había traducido mentalmente y repasado hasta recordarla de memoria.

¿Por qué debían marcharse? ¿Qué su madre no recordaba su promesa de cenar juntos en Navidad? ¿Y si se metía en problemas mientras su padre no estaba para salvarlo? Claro, Bellatrix se encargaría en ese caso,pero no sin castigarlo.

El chico sacudió la cabeza, intentando quitarse aquellos pensamientos. No tenía tiempo de preocuparse por cosas tan insignificantes. Debía distraerse. No pensar en todos sus problemas y malas noticias que acostumbraba a recibir todos los meses.

¿Qué podía hacer? Estaba solo. Sin sus padres, sin amigos. No, en realidad nunca había tenido amigos, y él lo sabía. Nunca les había expresado sus emociones, sus temores, sus alegrías. Ellos sólo eran sus guardaespaldas. Chicos tan inútiles cómo tontos. No podía confiaren ellos. Y después de todo, no necesitaba amigos.

El siempre había sido reservado con sus emociones. Había obedecido a su padre toda su vida, había crecido bajo el emblema de la familia Malfoy, los sangre pura. Verdaderos magos. Era natural para él llamar sangre sucia a los hijos de muggles, de juntarse sólo con los Slylitherin, de detestar a los Griffindor. De tratar a los demás cómo inferiores. Ése era su mundo, sus leyes. Y a nadie se le ocurriríajamás desafiar las leyes del universo ¿verdad?

La lluvia comenzó a caer con más fuerza en los jardines, y Draco decidió distraerse. Optó por terminar sus deberes en la biblioteca, lugar al que los idiotas de Crabbe, Goile y Nott no se atreverían a acompañarlo. Menos Astoria.

Tomó sus plumas y sus pergaminos y salió a la sala común.

En la sala común, sus amigotes (y Astoria) reían a carcajadas nuevamente. Pero al verlo, se callaron, esperando que Draco se uniera a ellos.

Pero el rubio no los complació. Sin siquiera mirarlos, salió de la mazmorra, rumbo ala biblioteca.

-¿Draco qué sucede? -preguntó Astoria con curiosidad, pero no obtuvo respuesta, el chico ya se había ido.


| Gracias por leer! Bueno... ¡mi primer dramione! Espero que les guste. Cualquier opinion constructiva es bien recibida, así que no duden en decirme que piensan ^.^ Saludos, Sofi |


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