Salida a Hogsmeade (parte 1/2)

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Draco estaba recostado en su cama, mirando fijamente el techo. Al fin había llegado el día de visita Hogsmeade, el día en que saldría con Hermione.

Pensaba una y otra vez en el beso, del cuál no se arrepentía. Estar tan solo te enseñaba a valorar a aquellas personas con las que te sientes bien a su lado. Y esa persona para él era Hermione Granger. Ella había cambiado mucho en él en tan poco tiempo... no sabía como, pero en sin más su peor enemiga se había convertido en una adicción, una válvula de escape para todo lo que pesaba sobre Draco.

Necesitaba estar junto a ella. Con su sola presencia todo era diferente para él.

Sonrió para sus adentros al pensar en la chica. Hubiera dado lo que sea por estar con ella en las vacaciones, que cada vez estaban más cercanas.

Y recordó que pronto llegaría navidad, y todo pareció oscurecerse repentinamente otra vez. ¿Quién hubiera dicho que estar fuera del colegio sería un infierno? Pues el rubio lo afirmaba. Hacía varios años que su familia no era lo mismo. Desde que el Innombrable regresó, para ser exactos. Ahora los mortífagos le guardaban un lugar en sus filas, junto a sus padres. Y también un trabajo.

El Señor Tenebroso quería que sea, al igual Snape, un espía dentro de Howarts. No le había explicado cuál sería el objetivo, sólo debía informar lo que viera. Y por supuesto se refería a todo lo que sucediera alrededor de el famoso trío del Niño que Sobrevivió. San Potter, según Draco.

Se había negado, claro. Pero se juró a sí mismo que no volvería a hacerlo nunca más. Los gritos de dolor de su madre aún resonaban en la mente de Draco, haciendo que se encoja de terror. Haría todo lo que le dijeran, sin importar qué fuera.

Regresar a casa era una tortura, pero también estar dentro de Howarts lo era, incluso sin ser mortífago. Era agobiante estar allí, rodeado de inútiles adolescentes magos, que no tenían idea de lo que sucedía a su alrededor. No podía entender al resto de los alumnos, simplemente no los comprendía. Ya lo había dicho en el Expreso meses atrás: planeaba tirarse de la torre de astronomía si tenía que volver a Howarts el próximo año para terminar sus estudios.

Sí, un oscuro pasado y presente envolvían a Draco, pero a pesar de ello, quería tener a la Griffindor a su lado. Se sentía egoísta. Era egoísta.

Si lo hacía, terminaría arrastrándola consigo, y no podía permitir que eso pase.

Hacía tiempo que no pensaba en los mortífagos, en el Innombrable, en todo. Intentaba evitar pensar en su realidad tanto como le fuera posible. Pero al fin y al cabo, debía estar atento a lo que sucedía en el castillo.

Cerró los ojos con fuerza odiándose a si mismo. Quería escapar, olvidarse de todo lo que le dolía tan profundamente, un dolor que no podía compartir ni siquiera con la castaña. Ella no lo entendería, y mucho menos podía ayudarlo. Si Hermione se enteraba de lo que los mortífagos querían de él, de Potter, de Weasley, incluso de ella misma, no lo perdonaría nunca. No volvería a dirigirle la palabra jamás. Y la entendería, porque él habría arruinado todo lo que tenía en aquel momento. Habría dado razones a la castaña para alejarse, y sobre todo creería que la estuvo utilizando todo el tiempo. Pero no era así. No tenía intención de hacerle daño a Hermione. Y no quería que lo viera como un monstruo nunca más.

Ahora, estaba claro que lo que debía hacer, y lo que realmente deseaba hacer eran ideas totalmente opuestas. Su pregunta era: ¿Qué camino seguir? Si seguía sus impulsos, sus deseos, pondría en riesgo a su familia, que de por sí ya estaba en riesgo. Pero si obedecía las estúpidas órdenes del Señor Tenebroso, sería Hermione quién estuviera en peligro. Y no podía permitirse ninguna de las dos opciones. De igual manera perdía lo poco valioso que quedaba en su vida. Lo que debía decidir era qué debía sacrificar, para que la otra parte se salve. Y no podía escoger. Era demasiada carga para él.

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