Capítulo 3: El lugar equivocado.

13.6K 896 7
                                    

Un amplio espacio se encuentra ante mis ojos, casi de el tamaño de mi apartamento entero, si nos apuramos. Estanterías llenas de libros con lomos gastados y agrietados se encuentran escondiendo las paredes y cuadros distintos de el mismo modelo, pero con más calidad artística, decoran los huecos que las estanterías no logran tapar. En una esquina hay varios sillones rodeando una mesita de té en frente de una televisión de plasma realmente grande. Y...una enorme mesa, con todos los artilugios encima que indican que es una oficina, se encuentra en medio de el recinto.

Pero no son todas estas características las que me hacen estar tan asombrada como lo estoy, ni siquiera el hecho de que haya otras dos puertas que llevan a otros lugares en una simple oficina, si no que, sentado en un sillón, ojeando la enorme televisión, está un espécimen digno de admiración.

Dicho espécimen, apartando sus azulados ojos de la televisión plasma, advierte mi presencia. Enseguida mi instinto de supervivencia me chilla a gritos que de media vuelta y escape, pero a sabiendas de que ya he hecho el ridículo suficiente, solo me quedan unas palabras que decir.

-Disculpe -vocifero con voz entrecortada- Estaba buscando el baño y me he equivocado...

Me mira con curiosidad y su postura ahora torna más atractiva en el sofá de cuero negro en el que está sentado. Apoya su musculosa espalda y levanta las cejas.

-Señorita, me temo que sí, esto no es precisamente un baño. -comenta con cierta ironía- pero si abre la puerta que ve a su izquierda quizá encuentre uno.

Se está burlando de mí. Pero en mi estado, borracha y necesitada de hacer pis, me da absolutamente igual y me dirijo a una de las puertas que me ha señalado, percatándome por el rabillo del ojo de su sorprendido gesto. Me estoy tomando los derechos,pero es su culpa por haberlos ofrecido.

Cerrando la puerta de madera tras mi, entro en el baño. Parece ser que el lugar esta diseñado para medir ocho metros cuadrados más por cada metro cuadrado de mi apartamento, porque lo que para este señor es un baño de oficina para mi es el spa entero en casa.

Una bañera enorme, del tamaño de una piscina pequeña está en el centro del lugar. A un lado está un pequeño lavabo con un enorme espejo en enfrente. Un váter con decoros de madera y porcelana cuidada es adonde me dirijo al mismo tiempo que mi mente procesa el lugar en donde estoy y como he llegado aquí.

Tras hacer mis necesidades y haberme arreglado todo lo posible delante de el espejo con el único fin de hacer tiempo para no tener que volver a verme las caras con ese tipo, abro la puerta con sigilo y sumo cuidado. Tengo la sensación de que todo lo que toco aquí es oro, y no me gusta nada. Es una sensación demasiado impersonal.

Mi sorpresa , ya exaltada por todo su exceso de presencia en esta noche, aumenta de manera excesiva cuando me encuentro a Raquel en brazo de su rollo y este hablando con el hombre de los ojos azulados. Los tres a la vez me dirigen la mirada y Raquel,como no, es la primera en hablar.

-Naaaadiaaaaa... Esto no es un baño. -Se ríe y me avergüenza su comportamiento enseguida,aunque no le reclamo que esté borracha ya que yo estoy al borde igualmente.

-Raquel, ¿Qué haces aquí? -consigo pronunciar yo.

-Estábamos pidiéndole a el señor una habitación. -dice Joe al mismo tiempo que guiña un ojo a Raquel y demuestra que también ha acabado borracho a manos de mi amiga.

¿Y por qué se las pedís a el? -pregunto desconfiada- iros a un hotel.

-Señorita, creo que si me la pide es por algo -la voz masculina que me había invitado al baño toma presencia al momento- Y ese algo ya sé yo por qué es y no es de su incumbencia.

-Ah, sí si que es de mi incumbencia. Es mi amiga y no la dejaré ir con un desconocido a un sitio que les lleva otro desconocido.

Cuándo me doy cuenta, veo que Raquel y su amigo ya están a lo suyo y antes de poder protestar, Mr. Gruñon lanza unas llaves a Joe y este las atrapa como puede. Se disponen a marchar cuándo voy hacia ellos.

Pero una mano me agarra por la cintura y no me deja avanzar.

-Déjelos ir, señorita. -dice otra vez esa voz masculina que empieza a ponerme los pelos de punta.

-Usted no me da órdenes -le reclamo cómo puedo, al mismo tiempo que le miro a los ojos implorando que me suelte.

-No le pasará nada a su amiga, señorita, confíe en mi. -me susurra.

Y acto seguido Raquel y ese tal Joe abren la puerta y entre besos y toqueteos se van, dejándome sola y con este hombre agarrandóme por la cintura.

***

La verdad, hace una hora no me importaba el hecho de que Raquel y Joe compartieran la noche juntos, pero saber que este hombre se mete de por medio me hace sentir desconfiada.

Sigue agarrándome por la cintura cuándo me doy cuenta y me suelto.

- No tiene derecho a interponerse entre mi amiga y yo. -protesto cuándo escapo de su agarre.

- Es curioso, pero mientras esté en este local si que tengo derecho -sonrié con burla- ,señorita.

-Pues lamento informarle de que no todo en el mundo está bajo su poder ni puede impedirme hacer nada que quiera hacer simplemente porque se cree el dueño y señor de el mundo.

Arquea una deja y acelera un paso hacia mí. Yo retrocedo uno.

- ¿Cree usted que podría calmarse y dejar de gritar cuál loca?

Me hago la sorda. Si este hombre cree que puede decirme lo que debo hacer que se agarre, porque no es así. Abro la boca para responderle con unas cuantas perlas pero su agarre se vuelve más rudo y cuándo voy a pronunciarme, me coge por la nuca y me acerca a sus labios .

Cuándo un hombre se enamora. (El jefe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora