Capítulo 11:

9.5K 631 36
                                    

Foto multimedia: Nadia González.

El jueves al despertar, por primera vez en mucho tiempo, el cielo se esconde tras unos nubarrones que prometen lluvia.

Anhelando ya la sensación de positividad que los días soleados contagian, me levanto.
Al abrir el armario ,me doy cuenta de que escasea ropa de abrigo en el, por lo que voy a la habitación de Raquel y con sumo cuidado para no despertarla,abro las puertas de su guardarropa. Raquel tiene un buen gusto impresionante y toda su ropa me gusta mucho por lo que no tardo en escoger un mono largo a rayas azules y blancas. Lo combino con mis bambas de adidas,también, blancas y me miro en el espejo mientras peino mi pelo, una extraña combinación de liso con ondas, de un rubio muy rubio, como me decía mi madre de chiquita.

Ni demasiado formal ni informal. Me gusta el resultado.

Tras haberme arreglado, consulto la hora y veo que ya son menos veinte, por lo que cómo de costumbre, no me da tiempo a desayunar en casa.
Sigo mi rutina de todos los días hasta llegar al edificio de Vinde y una vez allí, subo a mi oficina, dejo mi material, y viendo que aún tengo tiempo, bajo a la cafetería a desayunar algo.

Estoy en la barra,degustando un zumo de naranja con tostadas y hablando con un compañero de la planta de finanzas cuándo un ajetreo se produce en la cafetería y veo a un hombre de espaldas reunido con más rostros conocidos. Por algún motivo muchas miradas se paran en el, sobre todo de las mujeres del lugar, pero yo no logro verle el rostro, sólo el cabello dorado, la espalda ancha... Me suena de algo, pero son idioteces y enseguida descarto las posibilidades que mi mente empieza a proponer.

Termino mi comida y me despido de Roberto, el hombre con él que compartí el desayuno, mientras salgo de la cafetería con mi Mac debajo del brazo. Cuándo estoy trabajando lo llevo conmigo a todas partes, ¡Nunca se sabe!

Me siento bastante extraña, diría que observada, pero no me voy a poner paranoica, es una idiotez, y decido subir por las escaleras, ya que hoy llevo bambas, por lo que el peligro no acecha.

Llegada la mediamañana, por primera vez desde que comencé a trabajar estoy tan estresada que omito el almuerzo. Se me acumulan los documentos por revisar, y no dejan de llegarme correos con más tareas por hacer. Sintiendo que me voy a volver loca, no me doy cuenta cuándo llaman a la puerta y entonces esta se abre de repente.

-¿Srta.González?

Levanto la vista de mi portátil mientras estoy abriendo documentos y veo a la recepcionista de la entrada, creo recordar que su nombre es Melissa.

-Ah , hola, perdón. Estaba tan enfrascada en el ordenador que no advertí tu presencia. ¿Ocurre algo?

Nerviosa, aparta la mirada de mis ojos ámbar y murmura:

-El Sr. BlackHour la espera en su despacho.

¿Blackhour? ¿De qué me sonaba a mí ese apellido?
Asiento y me indica con un gesto que la siga. Yo obedezco y cuándo nos encontramos en el umbral de mi espacio para trabajar, vamos en camino del ascensor. Subimos a la planta más alta de todas, la décimo cuarta, si no he entendido mal, y yo, hecha un manjar de nervios, apuro el paso como si llegara tarde a una cita.

Cuándo se para en una puerta de madera oscura, sé que hemos llegado a nuestro destino, y ella por primera vez me sonríe y decidida me abre la puerta.

Cuándo un hombre se enamora. (El jefe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora