III

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-Entonces, ¿estamos muertos no? ¿Azael?... Hey, Azael, ¡responde!

No me inmuto a ver nada mientras caminamos por un callejón largo entre los quioscos, con una que otra persona deambulando, la miro de reojo, puedo ver por su expresión que supo que el comentario no fue en un buen momento.

-oye, disculpa, no lo quise decir de esa manera- dijo intentando animarme un poco. - recuerda que en catedral gigante podemos pedir que nos expliquen todo- me dirige una sonrisa, pero yo sigo sin levantar siquiera la mirada del suelo.

En realidad no me afectó su comentario, sino más bien el hecho de que puede ser que hayamos dejado tantas cosas atrás, y no poder recordarlas hace que mi frustración aumente. Intento caminar un poco más rápido que ella mientras seguimos acercándonos a la catedral, y ella sigue comentando cosas sin sentido para la ocasión como queriendo distraerme de lo que esta pasando, vaya persona más animada.

-Azael, ya que no tendremos recuerdos, me pregunto... ¿Tendremos una familia que se preocupe por nosotros? Me siento muy mal por olvidar mis recuerdos, aunque, sé que debe haber alguien en el mundo que dejamos que nos quiera de regreso- por primera vez en todo el trayecto la mire a los ojos.

- ¿Por qué dices....?- me interrumpe un grito de asombro de Reiyel, cuando volteo estamos frente a las escaleras de una inmensa entrada aparentemente cerrada, las puertas de madera y en la base de las escaleras una inscripcion.

"Cuidado con lo que encontraras dentro.

A veces no hay que alterar el destino.

La eternidad espera a los cobardes"



- "La eternidad espera a los cobardes", se refiere a lo que nos dijo aquel relojero ¿no, Reiyel?...- me volteo para observarla y me doy cuenta que ella no está allí... Sino varios metros más arriba, atravezando esas gigantescas puertas.

Acto seguido comienzo a correr detrás de ella, pero ella ya tenía un tiempo de haber entrado a la catedral cuando yo solo llevaba la mitad de las escaleras recorridas, me resigne a no alcanzarla y continúe con mi paso más lento, cuando llegué, note que la puerta no estaba cerrada del todo, había un espacio considerable para que unas cuantas personas entraran al mismo tiempo, observe que a los costados de la entrada se encontraban hombres y mujeres conversando, hasta un poco alegres si escucho bien, con un ambiente totalmente distinto al pueblo de más abajo. Estas personas llevaban consigo relojes parecidos a lo que conseguimos Reiyel y yo pero... ¿Dónde se puede haber metido esa chica? Seguí caminando hasta atravezar la puerta y el ambiente cambio radicalmente, ahora es un vestíbulo tan grande y alto como la catedral misma, con un decorado gótico de rojo, blanco, azul y negro, hay gárgolas en las repisas de cada muro que parecen observar a todas las personas dentro de esta estancia, el techo es mas ocuro de lo que aparenta ser desde fuera y no parece tener final. Las personas que charlaban en grupos en los bancos, lo hacian de una manera más seria y discreta, sin darle mucha importancia seguí buscando a Reiyel entre la multitud.

Al llegar al final, después de atravesar a toda la gente, vi una melena roja junto a otros tres chicos hablando y riendo como si se conocieran desde hace mucho tiempo.

-No creo que sea ella- me dije a mi mismo, volteándome para seguir en la búsqueda de la chica, pero  escuche gritar mi nombre y al voltearme, vi que alguien me saludaba emocionadamente, no tuve duda de que era la hiperactiva de Reiyel.

-¿Pero dónde habías estado? Te busque durante siglos- dice ella mientras se acerca caminando a paso rápido. -¡Ven! Te quiero presentar a unas personas que acabo de conocer.

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