IV

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Salta, diana arriba, a 45 grados, escucho el disparo salir del artefacto de mi mano, otra a 30 metros de distancia, el tiempo que llevo en el aire parece infinito, un último disparo sale de mi hasta la diana del techo, justo en el blanco, caigo al suelo con tanta fuerza que debo arrodillarme. No estoy segura de cuánto tiempo llevamos desde que llegamos aquí Azael y yo, el tiempo parece no correr o hacerlo muy lento en este lugar, el cielo no ha oscurecido, pero sé que ha pasado tiempo suficiente como para que ya hayan pasado un par de dias. Me levanto y observo mi lindo y extraño reloj, ahora se la razón de las manecillas en él, no son para llevar el paso del tiempo, sino para contar cuanta energía es consumida, experimentando de a poco sé que cuando la única manecilla se encuentra en el 6 llevo la mitad de energía consumida, pero ya en el 11 siento que me da vueltas la cabeza, he aprendido bastante bien a mi parecer como ahorrar mi energía, debo usar mi propio cuerpo para apuntar y aprovechar la energía creada por los saltos, y volteretas, así no solo consumo mi propia energía, debo agradecer a Eriol por darme ese detalle. Camino un poco para buscar a mis compañeros, encuentro a Ronoa con los ojos vendados, practicando "tiro al blanco" con sus cuchillos, acertando en cada una de las dianas a su alrededor. Un cuchillo se escapa en mi dirección y grito inconscientemente protegiéndome con ambos brazos. Al abrir los ojos, me encuentro con la espalda de Ronoa, quien al parecer había llegado antes que el cuchillo a mí, deteniéndolo con ambas manos.

-Debes estar alejada mientras los demás entrenamos- me reprocha Ronoa.

-Ho, discúlpeme su alteza de la odiosidad, solo admiraba tu falta de disciplina al fallar tus tiros con los ojos vendados, deberías dejar la venda hasta que estés más preparado- me cruzo de brazos y me volteo con aires de superioridad imitando su actitud.

-No seas tonta, sabía que estabas hay-se acerca a pocos centímetros de mi cara y golpea mi frente con dos dedos haciéndome perder un poco de equilibrio.

-Tonto intento de ninja creído- le insulto mientras me alejo de él, pero logro escuchar sus palabras.

-¡Pequeña duende entrometida!

Sentí como me ardía el interior al escuchar las palabras "pequeña" y "duende", con la pistola en mi mano apunte a pocos centímetros de la cabeza de Ronoa quien estaba de espaldas y dispare, la bala de energía le rozo un poco el cabello. Ronoa, de la sorpresa, cae al suelo y me ve con ojos furiosos y desconcertados.

-¿¡Estás loca!?

-Un poquito, así que no vuelvas a burlarte de mí estatura- soplo el humo que sale de mi arma y continuo mi camino lejos de Ronoa. Realmente no es tan malo, me encanta fastidiarlo.

Unos pasos más allá, me encuentro con los típicos destrozos de Eriol, quien seguía luchando contra un pedazo gigantesco de mármol, agrietándolo con cada golpe de sus enormes guantes. Eriol es muy fornido y de muy buen humor, suelo reírme mucho cuando estoy a su lado. Por alguna razón que no entiendo le gusta entrenar sin camisa, no es que me moleste ni nada parecido, por su porte le calculo alrededor de unos 22 años tal vez...

-¡Hola florecita!- me saluda Eriol mientras se acerca más a mí para darme uno de sus abrazos destruye costillas.

-¿Cómo estas musculoso?- le digo con el poco aire que me queda en los pulmones. Cuando al fin me suelta y recupero el aliento, noto que detrás de él, el enorme bloque de mármol tenía un gran agujero en todo su centro.

Camino con Eriol un poco para descansar del entrenamiento. Agradezco muchísimo el que las almas no suden, si no el abrazo de Eriol habría sido una pesadilla pegajosa y desagradable. Saludamos a unas cuantas personas que hemos conocido a lo largo del entrenamiento, la mayoría por que he tenido que disculparme al casi volarles la cabeza.

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