Las últimas palabras que Lucy recordaba por parte de su madre, eran:
- Espero que te pudras en el infierno, porque eres una abominación. Tú no eres la hija que yo crié, tú eres un monstruo.
Y no, su madre no estaba muerta ni nada por el estilo, estaba vivita y coleando a varios kilómetros de distancia desde hacía seis años ya. Su padre estaba también lejos, sin embargo, él no había proferido ni una sola palabra al abandonarla a los siete años. Él, de seguro, no tenía idea de lo que sucedía, no habían mantenido contacto, y Lucy no iba a llamarlo. No valía la pena. Nadie en su familia valía la pena realmente.
Lucy sacudió su cabeza y se miró al espejo, con una triste sonrisa en el rostro. Estaba ansiosa, por fin dejaría esa pocilga donde vivía, por fin descansaría de su tía abuela Margaret, quien la había acogido solo para esclavizarla.
Salió del baño y cogió su bolso con ropa, se lo echó al hombro, suspiró y salió del cuarto. Llegó a la sala y se aclaró la garganta.
La tía abuela Margaret la miró con el ceño fruncido, su rostro era una mancha de arrugas y cabellos locos.
- ¿Dónde crees que vas? – gruñó la anciana mujer.
- Lejos de aquí – dijo Lucy.
- Lucy, déjate de tonterías.
- Soy Lukas – corrigió ella, apretando los puños. – Que no se te olvide.
- ¿Quién demonios te crees?
- Me creo un hombre libre – replicó Lukas, acercándose a la puerta. – Gracias por dejarme vivir aquí, tía. Me alegra no tener que hacerlo más.
- ¡Niña malagradecida!
- ¡Soy un chico!
- Y trastornada...
- ¡Vete al infierno! – gritó Lukas antes de salir por la puerta. La tía Margaret no se iba a quedar así, no, no. Abrió la puerta y le lanzó a Lukas un zapato por la cabeza.
- ¡Maleducada, y enferma! – gritó la mujer. – No vas a durar ni un día allá afuera, te van a comer los lobos... ¡¿me escuchas, niña?! ¡LOS LOBOS!
Lukas siguió caminando sin mirar atrás. Además de sádica, su tía estaba loca. Siempre se refería a la sociedad como lobos, y algo de razón tenía, excepto que los lobos eran buenos, y las personas... Las personas no.
Caminó hasta la parada del autobús, mirando a todas partes, sintiéndose pequeño bajo el cielo negro cubierto de estrellas, y esperó a Louise, su mejor amiga. La había conocido en el hospital, Lou llegó un día sangrando, con moretones en todo el cuerpo, casi no podía mantenerse de pie. Lukas jamás vio una chica tan mal. A él le habían tratado pésimo siempre, sin embargo, nunca lo habían agredido físicamente. Louise era valiente, y Lukas admiraba mucho a su amiga. Lou nunca dejaba de sonreír, siempre era amable, incluso cuando estuvo internada en el hospital, jamás la vio soltar una lágrima. Desde ese momento habían sido amigos, y Lukas se sentía afortunado de conocerla. Era la única persona que jamás lo había mirado diferente, la única persona que entendía y la única que lo trataba como quien era sin pensarlo dos veces.
Un destartalado carro azul se detuvo frente a él y lo reconoció de inmediato. Era el viejo carro de Lou. Se puso de pie y se subió de copiloto.
- Gracias por venir a buscarme – masculló Lukas.
- No hay de qué – sonrío Louise al arrancar. – ¿Cómo se lo tomó tu tía?
- Me ha lanzado un zapato por la cabeza – rió Lukas. – Pero me alegra no tener que estar ahí.

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Lightning | Libro #2
General FictionLucy siempre fue infeliz, tanto, que ya ni siquiera recurría al llanto para ahogar su pena. Pero había algo en ella, siempre lo hubo, algo que brillaba con una intensidad capaz de iluminar la faz de la tierra. Algo que a pesar de ser triste, era her...