Ashton caminaba con calma, no tenía prisa de llegar a su destino. Sintió un escalofrío y miró las nubes grises. Eran un día bastante deprimente y no estaba seguro de que eso le agradara demasiado. Es decir, lo gris solo lo deprimía más.
Hacía tiempo que no veía el sol.
Se detuvo a algunos metros de la lápida que rezaba el nombre de Matthew Oliver Anderson.
Esbozó una sonrisa y dio algunos pasos en su dirección. Llevaba un pequeño ramo de camelias en la mano, se puso en cuclillas junto a la tumba de su exnovio y lo dejó ahí, como si Matt lo fuese a recibir.
Luego de unos segundos se dejó caer. Había preparado todo un discurso, pero estando ahí, se sintió ridículo.
¿Qué le podía decir a un chico muerto?
Suspiró profundamente y cerró los ojos, dejándose asaltar por todos los recuerdos que tenía de Matt; como la primera vez que le vio sonreír, como la primera vez que compartieron una cerveza, como aquel beso que Matt le había dado fuera de su edificio.
- ¿Por qué no vuelves? – masculló al aire. A sabiendas de que Matt no iba a escucharlo, de que Matt ya no estaba ahí. Aquella lápida era meramente algo simbólico, algo que se había construido en su memoria, pero no era él. – ¡Te extraño, joder!
Ash intentó contener las lágrimas pero una vez más le fue imposible. Cada vez que pensaba en Matt, no podía evitar sentir frustración. Y es que ya ni siquiera lloraba de pena, lloraba porque odiaba no poder volver el tiempo y salvarlo. Odiaba no haber sido más fuerte, más rápido... mejor.
- ¡Soy patético! – gruñó secándose las lágrimas de las mejillas. – Estoy hablándole a un trozo de tierra y un pedazo de concreto.
Tragó con fuerza y se dio cuenta de que no tenía nade con quien hablar sobre Kevin, y que quizás le haría bien contarle a Matt... o a la lápida de Matt.
- Conocí a un chico hace unos días – dijo en un susurro. – Y me gusta, y no puedo evitar sentir que te estoy engañando. No puedo dejar de pensar en ti.
Se quedó en silencio, como esperando una respuesta. Suspiró. Cualquiera que lo viera pensaría que estaba loco, demente. No tenía sentido esperar que Matt respondiera.
- Si estás en alguna parte – continuó. – El cielo, el limbo... o lo que sea, dame una señal. Por favor, Matt, no me dejes solo, necesito ayuda.
[...]
Ash podía escuchar a la multitud gritar desde los vestidores y no pudo evitar sonreír. Aquellos vítores de emoción le hacían sentir adrenalina corriendo por sus venas, se sentía vivo otra vez.
Era viernes por la noche y el equipo jugaría por primera vez con él desde el incidente que lo dejó con yeso.
Estaba nervioso, tenía que admitirlo, pero lo llenaba de alegría saber que volvería a la cancha y podría rendirle honor a Matt por fin. Era la única forma en la que podía sentir la conexión y no parecer un estúpido.
Su pierna había sanado muy rápido, las horas en terapia, más su estricta dieta dirigida a la recuperación de sus huesos, había dado resultados muy satisfactorios. Se sentía fuerte, listo para jugar.
Lo único que había cambiado en el equipo, además de la ausencia de Matt, era que Greg era el nuevo capitán, puesto que Ash había cedido su puesto por su inhabilidad para jugar durante los pasados meses.
A Ashton no le molestaba, es más, le agradaba mucho Greg, era un gran jugador, siempre acudía a él por consejos y era el mejor amigo de Matt. No podía pedir un mejor modelo para el equipo.
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Lightning | Libro #2
Ficción GeneralLucy siempre fue infeliz, tanto, que ya ni siquiera recurría al llanto para ahogar su pena. Pero había algo en ella, siempre lo hubo, algo que brillaba con una intensidad capaz de iluminar la faz de la tierra. Algo que a pesar de ser triste, era her...