Capítulo 8. Érase una vez, antes de un bonito sueño, mil pesadillas

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Anoche tuve un sueño, pero no las horribles pesadillas que siempre me atormentan, sino un sueño de verdad. Yo estaba sentada en una preciosa mesa ataviada con adornos de navidad y Dustin servía un pavo el cuál estaba rodeado por otros suculentos platos. A mi lado un chico más mayor que yo pero sin rostro tenía la cabeza puesta en mi dirección. Al instante dibujé la cara de Harry en el extraño ser, y entonces era él el que me miraba sonriente. Me sostenía la mano con la suya y paseaba el pulgar por la piel de mis nudillos.

Segundos después aparecía en la puerta y el salón estaba recogido, así que di por sentado que la cena había acabado. Él me miraba apoyado en la puerta de hombros cruzados, cómo el otro día en el instituto, entonces se aproximaba a mí y me abrazaba. Seguidamente unía sus labios a los míos...

—Hessa, ¿querrás contestar tú a la pregunta? —pregunta Ramón Calvo dándoselas de listillo mientras me enseña una tiza para que acuda a la pizarra. Me levanto y escribo la respuesta, seguramente, correcta—. Bien, siéntate y presta atención.

Se creía que no la iba a saber. Tengo desarrollado un sexto sentido, creo.

Por extraño que parezca sigo dándole vueltas al sueño, eran tan creíble, tan real... Nada parecido a las pesadillas, en las que también creía que pasaba de verdad. El sueño era distinto, y me sentía tan bien en sus brazos... Y cuando probé sus labios también, obviamente. Me sonrojo al pensarlo. Vale, lo confieso, jamás he besado a nadie, pero motivos hay. La verdad es que tengo razones de sobra para justificar cualquier cosa que haga, diga o sienta.

Cuando tenía los diez u once era una pelota, ningún chico me miraba y la verdad es que no me importaba. En cuanto cumplí los doce mi cuerpo cambió, pero...

El caso es que siempre he sido la rarita que no hablaba con nadie y menos con un chico. Lo cierto es que me cuesta muchísimo tener confianza con un hombre, (y si la tengo, que tampoco...) En fin, creo que eso justifica y con creces que no haya besado a nadie en mi existencia.

La verdad es que ahora que lo pienso mi vida amorosa está demasiado muerta. Pero, ¿qué más da? Yo jamás podré tener novio, ni casarme, ni tener hijos biológicos o no. En el fondo soy una romántica empedernida, pero el amor es para las de las novelas, no para mí.

Me deprimo en un nanosegundo y decido refugiarme en el piano. La gente avanza con rapidez al patio y debo ir con cuidado para no tocar a nadie. Llego hasta mi salvación y rápidamente mis dedos se deslizan por las teclas. Me dejo llevar y me transporto a otro mundo.

Me sobresalto al oír una guitarra eléctrica. Cuando descubro quién acompañaba al piano me siento realmente extrañada.

—¿Te importa? —pregunta él con una deslumbrante sonrisa.

—Claro que no —contesto sonriendo también.

Volvemos a formar un dúo y el piano junto a la guitarra eléctrica forma una combinación explosiva muy agradable al oído. No sabía que tocaba la guitarra, aunque a decir verdad no lo conozco.

El timbre nos saca de nuestra ensoñación y nos hace saber que ya podemos irnos. Nos detenemos bordando un final increíble y nos acercamos a la salida. Recojo mi maleta del suelo.

—Adiós, Hess —sonríe mostrándome una vez más su preciosa sonrisa.

—Adiós, Nial —me voy sintiendo sus ojos azules clavados en mí.

Hoy no he visto a Harry en todo el día. Me parece raro, siempre anda rondándome por ahí. ¿Y si le ha pasado algo? La idea me desagrada y decido apartarla de mi cabeza.

Cuando llego a casa veo un paquete junto a la puerta, es pequeño y cuadrado. Lo recojo y una nota escrita con una preciosa caligrafía dice:

8 - No dejes de sonreír nunca. No sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa.

H.

Me imagino a la perfección qué es pero me niego a creerlo. Rasgo el papel turquesa que envuelve la cajita y dentro de ella descubro un precioso iPod rosa idéntico al que me cargué ayer.

No. Ésto no está bien, no puede gastarse dinero en un iPod para echarme un polvo. Debo cortarle todas las esperanzas, bueno quizá las tenga yo más que él, pero aún así debe saber que haga lo que haga no va a conseguir lo que se propone y aunque sea un cabrón por querer sólo eso de mí me sentiría mal si despilfarrase dinero innecesariamente.

Mas la maldita curiosidad me pica y decido echarle tan sólo una ojeada. Entro en la casa y corro hasta el denominado mi cuarto, pero que es el de Dustin.

Enciendo el iPod y me tiro en la cama. En la música encuentro un montón de canciones, la mayoría de Ed Sheeran y A Great Big World. Sin duda ha dado en el clavo.


Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora