Capítulo 10. Noches que no cesan

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Me siento en la cama. He tenido la misma pesadilla tres veces en lo que va de noche y por más que mire por la ventana no veo el sol querer aparecer. Los minutos parecen quedarse atascados y no poder avanzar. Decido dar una vuelta y así despejarme. Me pongo la misma ropa de esta mañana y recojo el abrigo del perchero. Teniéndolo cerca puedo respirar el aroma de Harry aún impregnado en él, así que lo vuelvo a colgar y me pongo mi anorak. Tomo de la mesa el iPod y pongo el volumen al máximo. Escribo una nota para Dustin por si no me ve y salgo por la puerta. El frío y la humedad me invaden como una ola y agradezco la frescura. Pero ni tan siquiera la música a todo sonar hacen que evite pensar en lo de ayer.

Me siento tan mal por Harry..., lo juzgué, definitivamente me dejé llevar por lo que oí y me limité a pensar mal de él, cuando realmente no me parece que sea así. Rihanna canta con toda su alma Stay y en mi cabeza repito como un mantra: «Quédate, quédate, quédate...»

Pasan dos semanas como si se tratasen de dos años, nada más volver del finde me castigaron una semana por la "agresión" a la Barbie. Mi hermano explicó mi aversión a que me toquen y por qué le di la patada, así que no me expulsaron.

Harry definitivamente me evita, y aunque Blaire y Niall, (sí, Niall Hardy) me hacen bastante compañía a quién realmente quiero tener a mi lado es a Harry. Suspiro y se me viene a la cabeza una frase que James Bay canta en su Let it go: Everything is broken... La verdad es que todo a mi alrededor está roto. Cada cosa que toque se rompe. Cómo yo, un juguete roto, sueños perdidos de un niño que pierde a su mejor amigo y no puede arreglarlo. A mí no se me puede arreglar. Nadie puede hacerlo.

– Tierra llamando a Hess.

– Eh, ¿sí?

– ¿Vienes a la fiesta de pijamas que hago esta noche en mi casa? – Blaire, cielo, pensé que sabías que fiesta y Hessa no entran en la misma frase. Nunca. Niego con la cabeza y ella chasquea la lengua frunciendo el ceño –. Venga, va, no seas sosa. No sales nunca – me va a dar el coñado todo el día. Lo veo.

– ¿Por qué no la hacemos en mi casa? – sugiero. Así yo dormiré en el cuarto tranquilamente y vosotras en el salón. Sí, soy una mala anfitriona y sinceramente me da igual. Blaire me mira con chiribitas en los ojos y asiente. A veces me irrita tanto entusiasmo.

El resto del día lo pasamos organizando la "maravillosa" velada y avisando a las que iban a ir a casa de Blaire de que será en la mía.

Ya a las nueve, la casa está de pizza, palomitas, nachos y toda clase de comida basura. Blaire, Annah, una tal Mery, Gemma no se qué y yo nos preparamos para ver "La horca" una película de "mucho" miedo. Después veremos Titanic para quitarnos el miedo llorando... (Es obvio que yo no lo haré).

Cuando La horca termina tengo sueño así que decido irme ya a dormir.

– Yo me voy ya, pero vosotras podéis seguir viendo películas, comiendo y éso – me voy a la cama con la esperanza de que sus llantos me dejen dormir. Pienso en Dustin, hoy tiene que pasar toda la noche allí, una oferta especial de abierto 24 horas, pobre. Morfeo me alcanza pronto y enseguida una pesadilla me atrapa.

Papá me mira, pero yo me hago la dormida. A lo mejor así no me pega. Un haz de luz se cuela por la ventana y se refleja justo a la altura dónde quedan sus ojos. Me dan miedo. Se ven marrones casi negros. La verdad es que su mirada parece la de un loco. Sigo con los ojos cerrados esperando a que se vaya pero entonces pone una mano en mi muslo.

Me despierto sobresaltada y detecto una sombra en la penumbra que recorre el dormitorio. Enciendo rápidamente la lamparita y un tío mayor que yo con una botella de vodka en la mano duerme la mona tirado en una esquina del cuarto. Abro los ojos de par en par y el sonido de música llega hasta mis oídos. ¿Qué hora es? Miro el reloj. Las tres y media. ¡Serán hijas de puta! Me pongo los vaqueros porque salir ahí en braguitas me da palo. ¿Y si el tío este me ha tocado...? No. Lo habría notado. Salgo del dormitorio y gente por todo el pasillo con vasos de plástico charlan, bailan, beben y se devoran los unos a los otros. Llego al salón y recojo vasos que yacen en el suelo, vacíos y no tan vacíos. ¡La puta alfombra, coño! En la mesa del comedor juegan al Birra Pong y en el suelo al Yo nunca con chupitos. Intento echar a la gente, pero están tan borrachos que se lo toman a cachondeo. Me subo encima de la barra de la cocina y apago la música. La gente enloquecida por haberles cortado el rollo me miran.

– ¡Eh, una stripper! – los tíos comienzan a babear y se me comen con la mirada. Escalofríos recorren mi cuerpo y niego con la cabeza.

– ¡¿Qué stripper ni stripper?! ¡Soy la dueña de la casa y exijo que os vayáis! – alguien enciende de nuevo la música y me hacen pared. La furia se adueña de todo mi ser y tiro el estéreo al suelo, no es mío, suerte. La música vuelve a cesar – ¡HE DICHO QUE OS VAYÁIS O LLAMO A LA PUTA POLICÍA! – la gente me grita sosa, aburrida y aguafiestas, pero me da igual. Sólo deseo verlos desaparecer. Cuando más de la mitad se ha ido recojo la cocina, que está hecha un puto asco.

– Hess... tan sólo... – oigo a Blaire detrás de mí.

– Blaire desaparece.

– Te ayudaré a recoger... – me giro y la miro, parece arrepentida. Haberlo pensado dos veces.

– No. ¿En qué pensabas? Sabes qué problema tengo y montas una puta fiesta a mis espaldas. Un borracho duerme en el cuarto, ¡estaba en bragas, joder!

– Lo siento, Hess, tan sólo quería distraernos un rato. No sabía que ésto se iba a desmadrar tanto...

– Mira, Blaire, vete, ¿vale? Lo recojeré todo y me iré a dormir – le suplico que se vaya y asiente. Un problema menos. Cuando la cocina ya está del todo bien, salgo al salón.

Gemma está tirada en el suelo, durmiendo también. Recojo la mitad del salón y echo a los que quedan en el resto de la casa, incluyendo donde yo duermo.

Al regresar aún duerme e intento despertarla pero nada, así que decido llamar a alguien para que venga a buscarla. Cojo su móvil.

– ¿Sí? – una voz ronca me recibe, lo he despertado.

– Eh... ¿Eres el hermano de Gemma? Soy una amiga...

– ¿Hessa? – esa profunda voz menos adormilada...

– ¿Harry?

– ¿Dónde coño está mi hermana?

– Bueno, es que hemos... – sí me he incluído para que no se la cargue. Me da pena por Harry, si mi hermano fuese así lo consideraría una vergüenza –. Hemos hecho una fiesta y Gemma se ha quedado dormida. Me da pena despertarla y es tarde para que vuelva sola, ¿podrías venir a buscarla?

– Eh..., sí. ¿En tu casa no?

– Sí.

– En seguida estoy allí – cuelgo y miro a Gemma, vaya..., la cocina sin limpiar está menos sucia que ella.

Suspiro. Le quito el vaso de plástico de la mano y lo tiro. Cojo una toallita y con cuidado le limpio el rimel corrido de la cara. Le pongo en condiciones la ropa y la acuesto como puedo en el sofá.

Cuando llevas cinco años sufriendo afenfosfobia te las arreglas para no tocar y que no te toque nadie. Voy al dormitorio y me miro en el espejo. Estoy nerviosa... Después de dos semanas voy a ver a Harry. Ni siquiera por los pasillos del instituto lograba verle.

Llaman a la puerta y salgo corriendo. Miro por la mirilla y él espera con las manos en los bolsillos.


Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora