Capítulo 52. El amargo y dulce final

328 22 3
                                    

Las palabras de mi hermano retumban en las paredes de mis oídos. ¿Estamos predestinados a estar juntos? Probablemente no, ¿por qué lo íbamos a estar? Desde que nos conocimos siempre he pensado que de algún modo volvemos el uno al otro. Pero ayer me dejó bastante claro que él no volvería a mí, y que tampoco dejaría que yo volviese a él. Me siento triste. Más que éso. Deseo contemplar por última vez su rostro. Que me sonría y me enseñe sus hoyuelos. Quiero volver a besarle y deleitarme mientras me susurra al oído que me quiere; que solo me quiere a mí. Pero éso no va a pasar, porque mañana me voy a Nueva York, y él no va a cambiar de opinión en dos días, si acaso en siete, y para entonces ya será demasiado tarde. Mi mente, mi parte racional grita que es lo mejor, que así no sufriremos, pero nuevamente mi corazón, me susurra que no es lo que yo quiero, que sufriré más sin su presencia en mi vida, que sin su presencia física en mi nueva casa... Mi nueva casa. Lo único a lo que me he atrevido a llamar hogar han sido los brazos de Harry. Una pena me invade y no puedo más que lamentarme por saber que todo ha acabado. Que lo que fuera que hubiésemos tenido había tocado su fin. Que ya no habrían más palabras bonitas y que no esperaría con ansías ver a nadie más. Que no me volverían a querer del modo tan especial que Harry me ha querido. Dicen que el dolor pasa, que el tiempo lo sana todo. Pero, ¿sufrirían realmente los que dijeron que el tiempo cura heridas? ¿Sentirían el mismo dolor que siento yo? Tantos años huyendo del amor, para caer fácilmente en sus garras.

"Cause' I don't wanna love somebody else."

Morir en el intento.

Me levanto con determinación y agarrando su abrigo y un par de cosas más que meto en una mochila salgo por la puerta. Durante el camino las inseguridades me gritan cosas al oído que de algún modo logro ignorar. Moriré en el intento si es necesario. Ya no le temo al fracaso, si no a la incertidumbre, y prefiero vivir el resto de mi vida sabiendo que lo intenté a quedarme con la duda de saber si ésto le habría hecho recapacitar y darse cuenta de que no es así cómo deberíamos acabar. Cavilando sobre ello y muchas cosas más me doy cuenta de que hace apenas veinte minutos decía que no volvería a él. ¿Cuándo me he vuelto tan contradictoria? Todas mis acciones contradicen las anteriores, y doy con la clave: me dejo guiar por lo que la mente me dice, pero termino reflexionando y haciendo lo que dicta el corazón.

Saco de la mochila el iPod y lo conecto al pequeño altavoz portátil. Dejándolo en un extremo del porche llamo tímidamente a la puerta. Anne, la madre de Harry, abre y antes de que pueda decir nada llama a su hijo. ¿Es que todos están al corriente de lo que pasa entre Harry y yo? Bajo los escalones del porche luego de haberle dado al play. La suave melodía inunda el espacio abierto. Y en el cielo ya asoman algunas estrellas, luces eternas y divas, queriendo ser las primeras. La mosquitera se abre y sus ojos se encuentran con los míos. Juraría que el verdor de éstos ha disminuido, que no tienen vida, que yo misma le he arrebatado la pureza que los hacían únicos. Su rostro, su rostro pálido tiene una especie de mueca; una mueca de dolor que hace que todo en mí se muera poco a poco. Él no dice nada, solo espera. Quiero gritar tanto y decirle todo lo que nunca he sido capaz de decir que me bloqueo, y tan sólo se oye la preciosa canción que interpreta para nosotros A Great Big World.

-Baila conmigo. -digo entonces.

-¿Qué?

-Baila conmigo. -repito. -Por favor. -insisto. Él se queda paralizado y me muerdo el labio. Haciendo acopio de todo mi valor, subo nuevamente los escalones y sosteniendo su mano con delicadeza, vuelvo a bajar. Hago que me rodee la espalda con las manos e imito lo mismo, pero alrededor de su cuello. Lo pego a mi cuerpo y apoyo la mejilla en su hombro. Él respira entrecortadamente. No se mueve, no se deja llevar por el compás. Tan solo... anda. Me separo de él contemplando al ser sin vida que no se mece con la música. Le miro e impulsivamente le abrazo. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? No hay nada que en momentos como este pueda expresar lo que siento. Me aparto de él aún más, y caminando en círculos me culpo. Me culpo por todo lo que ha pasado. Por haberle robado la vitalidad a Harry. Era un cabrón, pero joder, ¿y qué si así era feliz? Por mi culpa ahora se ha convertido en éso. Me queda una carta que lanzar, y es la última. Poso mis manos sobre su piel, y le miro a los ojos, que se clavan en los míos, pero que no prestan atención. Sin más demora, le beso. Lo hago intentando hacerle saber todo lo que supone para mí. Intentando que reaccione y vea que sin él no me queda nada. Poco a poco, me corresponde, y aferrando mi cuerpo con el suyo sé que ha vuelto.

-Te quiero. -susurro en su boca. -No te prometeré la eternidad, Harry, porque nosotros merecemos más que éso.



Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora