Capítulo 26. Últimos días en París

470 43 1
                                    

Al día siguiente me desperté y no fue hasta que Harry apareció temprano en mi dormitorio que no creí que todo había sido real y que no se trataba de un sueño. Cuando llamé a la puerta de mi hermano y él abrió solté una carcajada al ver a un chica en su cama.

-Hess, quedamos aquí a las una para ir a comer, ¿vale? -dice cerrándome la puerta en las narices y haciéndome saber que el único monumento  que va a ver esta mañana está en su cama. Regreso a mi habitación dónde Harry mira por el gran ventanal.

-¿Dónde has dormido? -pregunto curiosa.

-En una habitación de este hotel. ¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta? Llevo aquí dos días y tan sólo he ido a Montmartre.

-Claro,  dame media hora para arreglarme. No voy a salir en pijama. -bromeo y percibo una punzada de culpa al recordar a As. ¿Debería contarle a Harry lo que pasó?, ¿debería decirle que le he dado mi número a un pizzero de L'Assommoir? Prefiero digerir la culpa y convencerme a mí misma de que hablar con dos chicos no es nada malo. No me he declarado y ellos tampoco, punto. Sale del dormitorio y me pongo una falda color marfil que me llega por las rodillas, con estampado floral del mismo tono. Para la parte de arriba elijo una camiseta de tirantes negra con la ciudad de New York y una chaqueta de media manga vaquera. Después de maquillarme un poco me calzo unos botines negros y ya estoy lista. Harry silba al verme haciendo que me sonroje. Me da la mano y emprendemos la marcha.

Tras visitar la Catedral de Notre Dame, (justo dónde nos imaginé) vamos a un parque cercano a descansar. Contemplamos el maravilloso paisaje que Francia nos ofrece y hasta las doce y media no regresamos al hotel.

En el hotel nos sugieren que vayamos a almorzar al Bistrot Chez France por lo visto es muy pintoresco y además cocinan de lujo. Llegamos los cuatro, (la amiga de Dustin que se llama Martina también viene.) Pedimos todos Choucroute y Châteaubriand. Ninguno sabe qué es pero Martina nos lo recomienda encarecidamente. Por la tarde decidimos visitar la Plaza de la Concordia y el Pompidou. Llevándonos más maravillosos recuerdos de Francia el hotel no parece estar en el mapa, reventadísimos me excuso cuando digo que hoy, nuevamente, no saldré por la noche. Harry decide quedarse conmigo y bajamos a un pequeño bar que hay en el hotel para comer y tomar algo.

El reloj me dice que son las dos y estoy sin pegar ojo, ¿pensará también Harry en mí? Del cuarto de mi hermano, que estamos pared con pared, oigo grititos, me imagino que de Martina, y más tarde no creo que suspiren por haberse quitado una astilla del dedo. Asqueada por las imágenes que se me vienen a la cabeza corro al ascensor y voy hasta la planta dos. Busco la habitación 139 y llamo tímidamente a la puerta. Insisto nuevamente y la puerta se abre con la misma delicadeza con la que he llamado yo. Harry con cara de dormido se sorprende al verme. La verdad es que yo también me sorprendería, esto parece el inicio de una peli para mayores de 18 en la que ahora entran los dos y se lo montan.

-¿Qué te pasa, Hessa?

-Mi cuarto está en cuarentena por sonidos sin procedentes.

-¿Qué? -me echo a reír y esboza una sonrisa mientras se frota el ojo derecho. -Entra. -cruzo el umbral del dormitorio y veo que no es tan grande como el mío pero sí igual de lujoso. «Atrás ese comentario propio de una pija.»

-¿Puedo dormir aquí? -suelto de repente. Él parpadea unas dos veces seguidas y asiente encogiéndose de hombros.

-Claro. Yo dormiré en el sofá. -en un principio me callo pero mientras me dirijo a la cama digo:

-No. -Harry nuevamente confundido, pero estoy segura de que más despierto, se gira.

-¿Prefieres que duerma yo en tu dormitorio?

-No... Puedes dormir conmigo. Si quieres... -parpadea atónito, lo sé cariño yo también estoy flipando.

-Pero... tú... no...

-Lo sé pero al fin y al cabo sólo vamos a dormir. Además eres el único al que mi cuerpo consiente tocarme... -él se acerca a mí y me sonríe con dulzura y complicidad.

-Si te sientes incómoda házmelo saber enseguida. -exige. Asiento y como siempre alza mi barbilla para que le mire. Incluso a estas alturas sus ojos me intimidan. Acerca su rostro lentamente al mío y me estremezco, no por miedo sino por inseguridad. Siento sus labios en los míos pero casi imperceptiblemente pues lo que hace es darme un suave beso en la comisura de los labios, y además enseguida se separa de mí, por lo que considero que eso no ha sido un beso en toda regla. -Vamos a dormir. -dice y me tumbo primero. Estoy nerviosa, nunca he dormido con nadie, ni siquiera con mi madre. Por regla general me atormenta tener a alguien cerca de mí mientras duermo, sea quién sea y haga lo que haga me produce escalofríos imaginar que está aquí. En cambio con Harry es bien distinto, siempre lo ha sido. Esta vez como tantas veces siento que estando él aquí conmigo nada malo puede pasar. Siento la cama hundirse a mi lado cuando Harry se mete en ella. Permanece en el filo, rígido y, como yo, sin saber qué hacer. Finalmente decido dar yo el paso, al fin y al cabo soy la afenfosfóbica. Tiro de él un tanto para no estar tan pegados al extremo y hago que me rodee. Así pues con su pecho pegado a mi espalda y sus brazos rodeándome, pasamos las horas hablando y contando tonterías, noto que Harry cada vez se suelta más y la tensión con la que nos acostamos se ha desvanecido, sumergiéndonos en un profundo y apetecible sueño.


Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora