Capítulo 13. Confesiones ladronas del aliento

608 62 0
                                    

Caminamos unos pasos y entonces me indica que hay que subir escalones. Obediente cuento seis y en el séptimo soy ayudada por él.

Ya en tierra firme siento el frío más que nunca.

– Puedes quitarte la bufanda – lo hago y nos descubro en el mirador de la playa –. Mira el cielo, Hessa – lo hago y en mitad de la negrura son infinitos puntos blancos los que rompen la oscuridad.

– Hoy es el Día de la Estrella. Aquí tan sólo hay lluvia de estrellas cada cinco años, por eso también los fuegos – sonrío.

Ha merecido la pena. Maravillada pido deseos por doquier, aunque no creo que se cumpla nada.

– Harry me gustaría saber más sobre ti – digo entonces, haciendo que él alce ambas cejas. – Cosas cotidianas – parece relajarse al instante, lo que me hace corroborar que es muy misterioso –, ¿Cuántos años tienes?

– Diecinueve.

– ¿Cuál es tú color, comida, peli, libro y estación del año favorita?

– Naranja, hamburguesa, muchas, "Orgullo y Prejuicio" y el invierno. Ahora responde tú.

– Rosa, macarrones, "Titanic", "Como sobrevivir a un apocalípsis zombie" y el invierno – le muestro una sonrisa repleta de dientes cuando menciono que compartimos gustos respecto a la estación del año.

– O sea, que eres una mezcla de amor y de zombies – asiento – Mola. Oye..., ¿y cómo has acabado aquí? – nos sentamos en un pequeño banquito.

Es una historia larga, pero omitiré eso de que nací aquí.

– Pues por cuestiones de trabajo, mi hermano decidió venir aquí a buscar algo y bueno...

– ¿Y tus padres?

– Bueno... mi madre murió... y nadie sabe dónde está mi padre... – un mal sabor de boca se me queda al referirme a ese individuo como mi padre.

– Vaya, lo siento...

– ¿Y tú?

– Yo me crié con mi madre, ya que cuando tenía siete años mis padres se separaron y se puede decir que desde entonces fui el hombre de la casa – asiento mientras contemplo la oscura noche estrellada –. Somos unos privilegiados, ¿lo sabías? – niego –, hay tanta contaminación lumínica que desde Holmes Chapel sería imposible tener semejantes vistas.

– Gracias por haber pensado en todo ésto. Lo estoy pasando muy bien.

– ¿De verdad? – asiento con la cabeza – ¿Qué haces?

– Pedir deseos. ¿Por qué no pides uno? -– sugiero sin dejar de mirarle.

– El mío ya se ha cumplido – le miro al instante –. Hessa quiero decirte algo... – se calla y noto que en su interior se debate una guerra sobre si contármelo finalmente o no –. Desde aquel instante en el que reaccionaste así supe que eras distinta, que tú tenías algo especial. – un pasado oscuro no tiene nada de especial... – Puede sonar pretencioso pero he estado rodeado por mujeres desde que tenía catorce años. Y durante éstos cinco últimos he deseado a alguien cómo tú.

– Harry, apenas nos conocemos...

– ¿Y qué? Algo en mí dice que eres tú.

– ¿Yo?

– Con la que debo estar.

Miro mis dedos con cierta inquietud. Su presencia me pone nerviosa, pero me niego a admitirlo, aunque al fin y al cabo, es demasiado obvio, ¿no?

– ¿Vas a decir algo?

– ¿Qué quieres que te diga?

– ¿Qué piensas de lo que acabo de decirte?

– Mira, Harry, eres muy guapo, muy listo, muy todo pero...

– ¿Pero qué? – pregunta él invadiendo mi espacio personal y haciendo que su fragancia inunde mis sentidos, desarmándome por completo. Me muerdo el labio ¿y ahora qué?, ¿le cuento que mi padre era un borracho que abusó de mí?, ¿o mejor le cuento eso de que presencié como un cabrón al que llamé papá durante doce años casi mata a mi hermano de una paliza? Posa su mano sobre mi hombro y un escalofrío recorre mi cuerpo como un cuchillo afilado.

No me toques.

Que ningún hombre lo haga.

La aparta enseguida y me mira suplicante.

– ¿Qué quieres de mí? – sollozo en un suspiro apenas audible.

– No quiero algo en particular, te quiero a ti entera – un nudo en mi garganta anuncia tormenta de lágrimas.

Es sincero, lo sé, lo noto. Y puede que yo también sienta esas sensaciones pero no puedo.

Algo en mi interior me dice que no puede funcionar.

Aparca frente a mi casa pero permanecemos en el coche.

– Siento haberte asustado – dice en un suspiro, cómo si llevase todo el camino queriendo decírmelo.

– No lo has hecho. Es que... – suspiro. No sé expresarme –. Harry soy difícil de tratar. Mi pasado está lleno de sombras, de fantasmas que me rondan, de cosas que no harían más que perjudicarte. Esa puta casa en la que vivo hace cinco años que la ocuparon dos niños indefensos, una mujer maltratada y un puto borracho.

– Érais tú y Dustin, ¿verdad? – asiento, muy a mi pesar.

– No quiero arrastrarte hasta mi pozo de mierda, en el que lo único que hay es dolor, pesadillas y agonía.

– Hessa, imagino todo por lo que has pasado, y no pretendo llegar y que todo acabe. Tan sólo quiero estar aquí para ti. Sé que no soportas que te toque y no quiero hacerlo, es decir, sí. Pero no voy a obligarte. Jamás te obligaría a hacer nada que no quisieses. Puedo esperar, puedo esperarte todo lo que necesites.

– ¿No ves que sufrirías?, no puedo garantizarte que mi cuerpo no repulse tus abrazos, no puedo decirte que tus besos me encantan cuando en realidad deseo que te separes de mí. ¿Acaso no te das cuenta de que todo esfuerzo sería inútil? Estoy rota, por fuera y por dentro.

– Hessa...

– ¿Qué ganas tú con todo ésto, Harry?

– A ti.

Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora