Prólogo

135 16 9
                                    

El suave "te amo" flotó en el aire mientras él aún la sostenía contra su cuerpo, su mente aturdida no aceptaba lo que sucedía, no podía más que escuchar el retumbar de su corazón en su pecho mientras continuaba rogando que se quedara.

Cuando un brazo se apoyó en su hombro, sus ojos bañados en lágrimas observaron al otro. Un pequeño jadeo escapó de los labios de Felipe mientras veía a Mía y por unos segundos, su mente viajó a un doloroso pasado no muy lejano.

Negó espantando los recuerdos antes de hablar. —Hay que llevarla al hospital —gritó por encima del ruido observando alrededor—. Mery tiene transporte.

Nathan miró detrás de su compañero, fue consciente entonces de que los refuerzos habían llegado, ahora los miembros de la OSP parecían sobrepasar a los de la RAFF y comenzaban a tomar el control de la situación. Su mirada volvió al cuerpo de su amada y sus dedos temblorosos comprobaron su pulso, era bastante lento, pero eso bastó para darle un poco de esperanza.

Entre ambos levantaron su cuerpo y se encargaron de abrirse camino hacia la salida, cuando llegaron afuera vieron a Mery unos metros más adelante disparar desde una camioneta, se dirigieron hacia ella quien frenó el fuego yendo a ayudarlos en cuanto los vio.

—Adentro rápido —dijo metiéndose en el asiento del conductor mientras Nathan subía con Mía en la parte de atrás.

—Felipe —llamó antes de que se marchara—. Mi madre está dentro, encuéntrala —pidió, Felipe asintió con firmeza volteando para volver a la base.

A toda velocidad la mujer condujo al hospital que, por suerte, no se encontrada demasiado lejos, mientras Nathan presionaba las heridas intentando frenar el sangrado. Cuando llegaron todo era un alboroto, el personal medico corría de un lado al otro atendiendo a los heridos de la batalla que habían sido traídos. Un par de médicos se acercaron a ellos y con pesar Nathan la dejó en la camilla seguido de ver como se la llevaban.

Sus brazos se sentían vacíos sin ella, deseaba tanto poder aferrarse a su cuerpo y que su brujita le correspondiera envolviendo los brazos en su cuello y besándolo como solo ella podía hacerlo. El miedo palpitaba al ritmo de sus latidos, su vista se quedó fija en la puerta por la que habían desaparecido, se sentía tan destrozado y una parte de él lo sabía, Mía no pelearía. Lo vio en sus ojos, ese brillo que volvía a uno azul zafiro y al otro esmeralda, estaba feliz, estaba en paz y dejándose llevar.

Una eternidad más tarde, los médicos salieron y prácticamente corrió a interceptarlos. —¿Está viva? —fue todo lo que preguntó.

Visiones Secretas (Saga Mía #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora