El trato

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~~Lo que daría por abrazar a mucha gente, pero por besar a una... Daría más que la vida.~~

Se sentó sobre la cama, y seguidamente se levantó de nuevo. Estaba nervioso, muuy nervioso.
Se pasó una mano por el flequillo, haciendo que tapara más de lo que ya tapaba, desesperado, y se tiró de la camiseta, antes de sentarse en una silla de madera de su cuarto. ¿ES QUE NO PODÍA TENER EL PELO MÁS ROJO? ¿Y ESTAR LA CAMISETA MÁS NEGRA? Maldita camiseta pardBueno, era su favorita, y la había conservado pero... de tanto ponerla, el negro se había quedado pardo. Pero era su favorita, con su dibujo azul y violeta, la niña tapada con las mantas en mitad de la noche. Su favorita.

Se mordió el labio, y se quitó el pañuelo de la cabeza, peinándose los cabellos de nuevo. Tuvo la intención de mirarse en el espejo, pero una bruma blanca se interpuso ante él, y de entre las tinieblas una figura alta se elevó ante él, riendo de manera sepulcral, y su risa hizo eco en la pared.

- Buenas, humano...
- Date prisa -le apremió el muchacho con un hilo de voz temblorosa, con los ojos impresionados, abiertos como platos-. Está por llegar.
- Eh, aquí no estamos para negociaciones de ese tipo, chaval -Lucifer le sonrió abiertamente; el aire a su alrededor olía intensamente a material quemado, al chico, sin embargo, no le molestaba el olor a quemado-. Aunque... la verdad es que ambos estamos apurados en ese sentido, así que... El alma, dijiste, ¿verdad, chico?

Se llevó una copa roja a los labios. El muchacho no llegó a adivinar de dónde la había sacado, pero estaba demasiado nervioso para pensaren ello mucho rato; simplemente, asintió.

- Lo que sea que necesites, la verdad.
- No, estoy servido -rechazó con un gesto de la mano que no quería más-. Con el alma es suficiente. Entonces... -le tendió la mano con una ancha sonrisa, los algo largos cabellos oscuros alborotados le cayeron en mechones por la frente al agacharse a su altura. Era hermoso, porque él, en su tiempo, también había sido ángel.

El chico se estremeció de pronto, sintiendo frío, pero no vaciló al recoger el papel, en cuyo título rezaba "Contrato"; lo firmó, y seguido le estrechó la mqno como si de un trato mundano se tratara.

Al segundo sintió su cuerpo volverse de piedra, y se miró las manos, congeladas, negras. Sorprendido, miró a Lucifer, pero éste solo sonrió y, tras despedirse poniendo dos dedos en la frente, se diola vuelta y se marchó, escondido entre la niebla oscura.

Al poco rato, el chico despertó. Estaba en el portal de su casa, sentado en el mismo escalón. El mechero estaba aún en su mano, donde había estado antes de dormirse, pues había estado jugando a encenderlo, solo por ver la llama; le recordaba a tantas cosas buenas.

Giró el mechero en la mano, era liso, rojo. No tenía letras, pero al girarlo, se dio cuenta de que en letras doradas había aparecido la firma del Dios del Infierno, y un adorable "Es un placer atender sus plegarias". No, había sido real. O sea... que había vendido su alma a...

Se quedó helado. Pero no arrepentido. Había sido decisión suya. No podía quejarse ahora.

Se secó las lágrimas que habían caido antes de dormirse allí. Había estado llorando, no soportaba ver sufrir ante los demonios de Lucifer a aquel chico.

Aquel que de pronto había aparecido allí mismo, frente a él, pues no lo había visto venir. Estaba sonriendo, mucho. Y no pudo evitar sentirse bien por ello, ni tampoco pudo evitar devolverle el beso cuando se agachó a su lado, ni escuchar cómo, al fin, era feliz.

Pues su felicidad era él.

Cuando las luces se apaganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora