Me dejé caer, agotado, raspándome las rodillas con la piedra azulada ardientemente fría del suelo, pero no sentía dolor, no sentía frío, no sentía nada más que la satisfacción de poder haber llegado allí.
Miré alrededor, tras suspirar, y los vi, allí sentados. Parecían Lucifer y sus secuaces. Pero, aunque su maldad era similar, estos no eran ellos. Eran altos, muy altos, y aterradores. Eran cazadores de almas puras, sonriendo falsamente, asesinos de inocentes.
Tras ellos, una jaula mantenía en suspensión a un alma, casi como si fuera un pájaro delicado. Su cuerpo resplandecía mientras sus manos, ahora muy delgadas, se cerraban en torno a los barrotes. Susurré su nombre, casi sin poder evitarlo, y ella me miró de vuelta, con una cara llena de magulladuras; sus ojos brillaron levemente al verme, y se le llenaron de lágrimas.
- ¿Por qué has venido, alma impura?
Las almas impuras somos aquellas que llegamos al Reino de la Niebla sin haber sido llamados, es decir, sin haber muerto. Pero aquella que reposaba tras las bestias gigantescas tampoco tenía por qué estar allí. Después de todo, era un alma pura de por sí, raptada a aquel mundo oscuro, no un alma muerta.
- A que me devuelvan lo que es mío -respondí, seguro, amarrando la espada a mi cintura, preparado para atacar si era necesario.
Los seis monstruos rieron ante mí, con una risa gutural que hizo que tato ella, envuelta en sus claros ropajes, como yo, nos estremeciéramos.
- Pero tú qué te has creido, ¿estúpido humano? -uno de los personajes centrales habló, cláramente el líder- ¿Que solo con venir aquí tienes el derecho a llevarte nuestra propiedad?
- Ella no es vuestra. No es de nadie.
- ¿Perdona? ¿Tienes permiso para hablar, y menos de ese talante? -la bestia bajó de su trono, y se encaminó hacia mí.
En pie era mucho más alto que antes. Ella me miró desde la jaula, preocupada, el terror en sus ojos era palpable. Me encogí levemente al sentir su aliento en mi piel.
- Que hayas venido hasta aquí no significa nada. Te crees que puedes llevártela, pero mira, no tiene voz ya. Es un espíritu preso ya. Es demasiado tarde para que te la lleves, y aunque no lo fuera, no lo consentiría. Este Reino de la Niebla posee un centro que, como puedes comprobar, está iluminado. Es todo gracias a almas puras como esta. Sin ella, moriríamos. Tus intereses no importan aquí más que nuestra vida. ¿O es que quieres un mundo sin muerte?
- Quiero un mundo con ella. A toda costa.
Sentí un golpe empujarme contra las piedras afiladas del fondo, la patada que me había propinado no era leve, pero rápidamente me puse en pie, en guardia, desenvainando la espada y anteponiéndola entre aquel ser y yo, aguantándole la mirada con furia, la que me recorría las venas en aquel momento. El alma reprimió el aire, asustada, preocupada. Quise decirle que estaba bien, aunque en realidad no lo estuviera. No soportaba sentir sus ojos aterrorizados por verme caer. Pero ni muerto me iba a rendir.
El monstruo rió, y su risa hizo casi temblar las piedras casi cristalinas tras mío. Pude sentir las ondas retumbar en las paredes y en el suelo, bajo mis pies, haciéndome tambalear muy levemente.
- ¿Pero tú crees que con eso me vas a hacer siquiera cosquillas? Esa humana nunca va a ser libre.
Los seres tras él seguían sonriendo, casi como si difrutaran el espectáculo. Como si verme allí, peleando por quien amaba, los divirtiese. O quizá solo sonreían por ocultar que en realidad, bajo aquella piel azul, pertenecían a otra realidad. Una realidad más cruel.
- ¡¡¡CALLAAA!!! -corrí, muy rápido. Más que nunca. Quien amaba estaba en peligro, no iba a consertir que sufriera.
El monstruo, desprevenido, no reaccionó. En mi mente, pude escuchar mi risa de satisfacción, "Estúpido, me has subestimado".
Me dio tiempo a escalar por su cintura peluda, pasar bajo el brazo, y alcanzar su espalda de pelaje blanco, mientras sus manos intentaban cogerme, para mi grata sorpresa, sin éxito. Aproveché esta ventaja para lanzar un grito de victoria antes de clavar mi espada en la parte posterior de su cuerpo, con saña y fuerza, y cerré los ojos, agarrándome a sus cabellos blanco azulados, suspirando antes de que una risa loca y sin razón se escapara de mí. No había matado a los otros seres que servían de guarda en los alrededores de donde me encontraba en aquel moemnto. Solo las había herido de gravedbueno, para ser sinceros, de suma gravedad, mas nada de lo que no se pudieran recuperar; pero nunca había matado a nadie y, sinceramente, matar a aquella maldita bestia... Era glorioso. Arranqué mi arma de su nuca, y hundí mis manos en la herida profunda, llenándosas de sangre cálida. En el fondo, aunque parecían hechos de hielo, su sangre era templada y... oh, hundir mis manos en el líquido rojo, sentir teñirme la piel y la tela de la ropa... Manchar con la mancha de la victoria de haber derrotado al líder de los monstruos, y poder liberarla, al fin. Porque, en verdad, solo importaba salvarla.
Me dejé caer de su cuerpo, dejándolo tendido y sin vida en el suelo, mientras lo inundaba de sangre; y me dirigí, seguro al fin de mí mismo, como nunca lo había estado, hacia el resto de ellos.
- ¿Alguien más? -alcé una ceja, pero con expresión inocente, como si les estuviera ofreciendo, no sé, galletitas de chocolate, y no la muerte.
No respondieron, tan solo se miraron entre sí, sonriendo aún, en silencio. Al no obtener nada, me dejé caer al suelo, de rodillas, suplicante, y una lágrima cayó por mis ojos.
- Por favor... -posé las manos en el suelo, desesperado, incapaz de soportarme en pie, y quedé a gatas, cansado- Devuélvanme el amanecer... Por favor...
Mis hombros temblaron cuando comencé a sollozar, derrotado.
- Eh, tú -alcé la vista levemente, uno de ellos había suplantado como líder al fallecido, y hablaba por la voz de los restantes. Prosiguió cuando vio que lo escuchaban- Mira, quizá Morfus Mortem ha dicho que no es suficiente haber venido aquí, pero él ha sido asesinado. Humano, has matado, no a un componente, si no al mismísimo Líder del Grupo Supremo de Cazadores de Almas; has derrotado rápidamente al mismo líder de la muerte. Sabes, eso es algo insólito para nosotros, y creemos que lo menos que podemos hacer es... un trato. ¿Le parecería justo?
- Depende de qué quieran ofrecer -mi mirada se dirigió a la jaula allá atrás, impaciente, preocupado. Ella miraba al suelo, ausente, pero alzó la mirada, interesada, al oir mi voz. Sus ojos me miraron, y yo le dirigí la mirada de vuelta, "Voy a salvarte".
- Puedes estar tranquilo por ella, entra en el trato -dijo la bestia, ahora la líder, al notar aquel detalle; dirigí la vista a este de nuevo-. Mira, has demostrado que eres capaz de matarnos, pero te dejaremos marchar con ella, y os ofrecemos nuestra promesa de no molestaros nunca... Si tampoco nos matáis a nosotros. Inmortalidad completa para vosotros, pero también para nosotros. ¿Que nos dices?
La miré a ella, no iba a aceptar ningún trato que ella no apoyara, sobre todo, cuando la incluía a sí misma. Pero ella asintió.
- Está bien -sonreí-. Aceptamos.
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Cuando las luces se apagan
CasualeCuando las luces se apagan, una llama en su mente se enciende. Y es entonces cuando todo arde. [Minirelatos y frases]