Dolor

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En mi defensa diré, que de lo que se ve, se aprende. Hay niños cuyas familias rotas han sido destrozados y ya nunca volverán a ser ellos mismos, si es que lo fueron alguna vez. Hay niños que han aprendido a desconfiar de todo el mundo. Niños fríos. Niños suicidas.
Mire, yo no soy un buen niño. No tengo nada de lo que enorgullecerme. De hecho, puede llamarme loco, pero lo que aprendí del dolor, más que a defenderme, fue a reconocer cómo este es capaz de dañar, cómo y cuánto daño puede llegar a hacer a una persona; y a valorar a la gente amable como ella.
Puede que a primera vista parezca un tipo tímido que con el tiempo rie de tonterías sin sentido (quizá lo haga por la necesidad de ocultar el dolor), pero no es así. Realmente, aún tengo heridas recientes en mis muñecas, grietas en mi piel y rasguños en el corazón. Y aún hay quien me echa ácido a modo de traición. Solo soy una marioneta, utilizada hasta que se rompió, y ahora ya no sé si reir o llorar. Ni siquiera entiendo el sentido que tiene seguir viviendo, atado a las cuerdas de quien me hace daño. Yo solo quiero ser libre, y he encontrado la libertad. Ahora déjenme seguirla.
Si no les parece justo, no sé qué lo será, pero sin ella yo no voy a mantenerme vivo.

Cuando las luces se apaganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora