Capítulo 23

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- ¿Soy virgen? -pregunté en un susurro-.

La cortina que nos separaba de Sergio se abrió, y el chico asomó la cabeza con una mueca de incredulidad.

- ¿Hablas en serio? -le preguntó a Emilia-.

Ella alzó una ceja.

- ¿Acaso crees que lo diría en broma?

Sergio asintió repetidas veces.

- Está bien -puso su mirada sobre mí-. Clara, será mejor que no vayamos. Gracias por todo.

Emilia seguía sin entender nada de lo que estaba pasando, como bien indicaba su ceño fruncido. Pero antes de que pudiera hacer alguna pregunta, me vestí y nos fuimos.

Una vez en la calle, caminamos unos minutos en silencio. Ninguno de los dos había asimilado aún lo que acababa de pasar, y ambos necesitábamos un rato para pensar en ello.

- ¡Soy virgen! -exclamé, sin poder creérmelo-.

- ¡Lo eres!

Parecía que aquella tarde de septiembre se había vestido de gala para recibir la noticia, pues el cielo estaba vestido de un precioso color anaranjado y el ruido que predominaba en las calles era el de las risotadas de la gente. Aquello me hizo sonreír más, si es que era posible.

Durante todo el trayecto no dejamos de reír y hacer bromas, tratando de olvidar el tema por el cual habíamos estado tantos días preocupados. El chico me acompañó hasta mi portal, donde nos despedimos con un gran abrazo.

Una vez arriba, me escabullí a mi habitación con el fin de dormir, por primera vez en aquellas últimas semanas, con la conciencia limpia. Sin cambiarme si quiera de ropa, me estiré en la cama y dejé que Morfeo se hiciera cargo de mí.

- Clara.

La voz de mamá me llegó como un susurro lejano, pero aún así la escuché. De mala gana abrí los ojos.

- ¿Qué? Estaba durmiendo.

- Es Irene.

Me tendió el teléfono fijo, en el que no había reparado hasta entonces. Lo cogí con un gesto torpe y me volví a estirar en la cama.

- ¿Qué pasa?

La respuesta no se hizo esperar.

- ¡¿Cómo que qué pasa?! ¡¿Se puede saber dónde te has metido?!

Fruncí el seño sin entender nada. ¿De qué hablaba I...?

De repente di un salto. Miré el reloj de la mesita de noche: las seis y media. ¡Habíamos quedado hacía media hora!

- ¡Mierda! -exclamé-. Quiero decir, ¡perdón! Estoy allí en quince minutos.

- ¡Más te vale, porque sino...!

Colgué.

A toda prisa, cogí un bolso al azar y metí dentro el móvil y las llaves.

- ¡Me voy! -grité, con intención de avisar a mamá-.

- ¿A dónde vas ahora?

- ¡He quedado con Irene! ¡No volveré muy tarde!

Como si la vida me fuera en ello (y en cierto modo era verdad, porque mi vida social moriría si Irene propagaba el rumor de mi supuesto embarazo), corrí varias manzanas hasta llegar a casa de mi ex mejor amiga, la que me esperaba en la puerta cruzada de brazos. A su lado, jugueteando con varias pulseras que colgaban de sus muñecas, había una niña pequeña de larga melena castaña oscura y aire inocente.

Clara (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora