- ¿Dónde estoy?
Me levanté de lo que deducí que era un cama. Un colchón, una almohada, sábanas... Sí, era una cama. Y entonces miré a mi alrededor. Parecía que me encontraba en un dormitorio, y la verdad es que tenía la impresión de haber estado antes ahí. Recorrí la habitación con la mirada: una ventana, un armario con varios pósters que no lograba identificar, una cómoda, un escritorio con un bolso encima... ¿era mío?, una estantería llena de libros, y una mesita de noche con un despertador, una caja de pañuelos, y una foto enmarcada encima. Cogí la foto y la miré. En ella salíamos Álex y yo hace unos años, en el mismo parque donde ahora jugaban siempre nuestros hermanos. Intenté recordar aquel momento, pero un dolor de cabeza horrible me lo impidió. Espera... ¿Álex? ¡Sí, esa era su habitación! ¿Qué hacía ahí?
- Buenos días, princesa -dijo Álex, apareciendo de repente por la puerta con una bandeja llena de comida-. ¿Qué tal has dormido?
- Bien... -susurré. No quería saber qué le pasaría a mi cabeza si hablaba más alto-. ¿Qué hago aquí?
- Es una larga historia -dijo, imitando mi tono de voz. Se sentó a mi lado en la cama y sacó dos patas de cada extremo de la bandeja, que puso encima de mis muslos-. Será mejor que comas primero.
Decidí hacerle caso sin rechistar. Al fin y al cabo, lo que menos quería era tener que pensar en lo sucedido y que me doliera aún más la cabeza.
Miré la bandeja sin saber por dónde empezar. Álex se había pasado: un par de tostadas con mermelada y mantequilla, una bolsa con bastantes mini cruasanes de chocolate, pan, embutido, un vaso de zumo, otro de leche y un último de agua. Al lado de éste último vi una aspirina. Decidí empezar por tomármela.
- ¿Has desayunado? -le pregunté en tragármela-.
- La verdad es que no -respondió-. No tenía mucha hambre.
- ¿Y ahora?
- Un poco.
- ¡Pues va sabes! -le dije, señalando la bandeja-.
Él sonrió y cogió uno de los cruasanes.
Pasamos el resto del desayuno sin intercambiar ninguna palabra. A mí me dolía demasiado la cabeza como para poder mantener una conversación, y Álex parecía absorto en sus pensamientos. Cuando acabé, la aspirina ya había hecho parte de su efecto y el dolor había disminuido.
- ¿Y bien? -le pregunté, quitándome la bandeja de las piernas y dejándola en el lado de la cama en el que no estaba sentado Álex-.
- ¿Qué quieres saber?
- Todo.
Él suspiró. Me temí lo peor.
Álex empezó ha hablar. A cada palabra que decía, yo me asustaba más. ¿Cómo podía haber pasado eso? ¿Me estaría diciendo la verdad? Claro, qué tontería. Álex era mi amigo.
Al acabar su historia, pudo ver en mi rostro el miedo. Me atrajo hacia sus brazos, donde me dejé caer y solté todo el temor que llevaba dentro en forma de lágrimas. Estuvimos así varios minutos, no sabría decir cuántos. Aquello no podía estar pasando.
Y entonces me acordé de mi madre.
- ¡Mi madre! ¡Se supone que debería haber estado en casa a las dos y media! ¡Y ni si quiera la he llamado! -exclamé, limpiándome las lágrimas de los ojos, que parecían haber dejado de brotar-.
- Tranquila, no te preocupes por eso -me consoló Álex, acariciándome la mejilla izquierda con una sonrisa tierna-. La llamé en cuanto llegamos a casa. Le dije que te dolía la cabeza y que te habías tumbado en el sofá de casa de Amanda, donde te habías quedado dormida, y que no me atrevía a despertarte. Le pregunté si podías quedarte a dormir conmigo esta noche, a lo que dijo que sí, aunque no parecía muy convencida.
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Clara (título provisional)
Romance¿Y si empezaras el nuevo curso con una foto tuya ebria rondando por todo el instituto? ¿Y si descubrieras algo muy importante acerca de tu mejor amigo que nadie sabía hasta entonces? ¿Y si tu forma de ver el amor cambiara gracias a la persona menos...