Capítulo 22

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Y llegó el sábado, y con ello aumentaron mis nervios. ¡En unas horas iría al ginecólogo! Por fin sabría si realmente estaba embarazada. Deseaba con todas mis fuerzas no estarlo, pero en caso de que mi teoría fuera cierta, debería ir asumiéndolo. Al fin y al cabo, todos se acabaría enterando.

¿Y si abortara? ¿Qué opinaría Sergio al respecto? Aquellas dos preguntas no dejaban de acribillar mi mente, no consiguiendo nada más que preocuparme. Seguramente él estaría a favor: sólo teníamos dieciséis años, no creía que quisiera ser padre. Su cara y comportamiento al enterarse de la noticia días atrás lo había dejado claro.

Aún era medio día, pero no era capaz de pensar en otra cosa. El ir a casa de Irene a las seis cuando tenía cita con el médico solo dos horas antes no ayudaba mucho. Así que, para intentar relajarme, respiré e inspiré hondo varias veces, hasta conseguir acompasar mi respiración. Aunque solo fuera por unos minutos.

No pasado mucho rato, mamá me llamó para ir a comer. Mi excusa para salir aquella tarde había sido una mentira piadosa: le había dicho que había quedado con Natalia para ir a dar una vuelta por el centro comercial, ya que queríamos ver algo de ropa. Así que sin pensármelo dos veces, me vestí tan rápido como pude y le anuncié que habíamos quedado antes para ir a comer juntas, y sin esperar su respuesta salí de casa dando un buen portazo.

Una vez en la calle, me di cuenta de que no tenía a dónde ir. Pensé en llamar a Sergio, pero supuse que estaría tan nervioso como yo, y no me pareció una buena idea sacarle de quicio, al menos antes de tiempo. De todas formas, ya eran las dos. Habíamos quedado en hora y media en Rocky Road.

También pensé en llamar a Álex y Natalia, pero llevaba varios días quedando con el chico y preocupándole por mis problemas, y sabía que ella estaría con Adrián debido a las repetidas veces que me lo había dicho a lo largo de la semana.

Así que sin saber a dónde ir, di una vuelta por los alrededores con el objetivo de encontrar un bar dentro de mi presupuesto. Sólo llevaba cinco euros encima: como mucho podría tomar un refresco y comer alguna que otra cosa.

Dando un paseo por los alrededores, vi un bar con el menú apuntado en una pizarra a un lado de la puerta de entrada. Habían varias tapas y bocadillos de un mínimo de tres euros, así que decidí entrar.

Me acerqué y abrí la puerta con dificultad, ya que la mezcla de falta de sueño y el peso de ésta no eran de gran ayuda. Una vez dentro, busqué con la mirada alguna mesa donde poder sentarme, y al divisar una, me dirigí hacia ella a la espera de que algún camarero se me acercara mientras ojeaba la carta.

La campana del local no dejaba de sonar. Aquel medio día había bastante clientela, así que estaba prácticamente lleno. He tenido suerte de encontrar alguna mesa, pensé, sintiéndome afortunada por ello.

- ¿Clara? -preguntó una voz masculina que, como no, reconocí al momento-.

Levanté la cabeza y le vi.

- ¿Sergio?

Incliné la cabeza con curiosidad, y él me dedicó una sonrisa.

- ¡Vaya coincidencia! -exclamó, sentándose en la silla de enfrente-. ¿Qué haces aquí?

- He venido a comer algo antes de ir a... -hice una pausa, sin saber si decir el nombre del médico especialista-, a allí -concluí-. ¿Y tú?

- Lo mismo -repuso-. Vivo aquí al lado.

La aparición de una camarera de grandes pechos y prolongado escote interrumpió nuestra conversación.

- Hola -saludó, ignorando mi presencia y fijando su mirada en Sergio con una sonrisa que al instante supe que escondía segundas intenciones-. ¿Qué os pongo?

Clara (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora