Capítulo 5

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Me pasé la semana y media que quedaba para empezar el instituto sin a penas salir de casa. Mi madre, que se pasaba el día en el trabajo y todo su tiempo libre con su novio, casi nunca se dejaba ver. Se podría decir que en casa vivíamos tres y no cuatro.

Mi padre murió cuando yo tenía diez años de unas piedras en el riñón. Lo ingresaron en cuanto los médicos se enteraron, y lo operaron lo antes posible. En principio la operación era sencilla, pero hubieron una serie de complicaciones que acabaron con la vida de papá. Mi madre, destrozada, decidió que nos mudásemos, pero las condiciones económicas en las que nos encontrábamos no nos lo permitieron. La verdad es que me alegré de que no nos llegásemos a mudar, porque ahí era donde había vivido durante toda mi corta vida, y donde estaban todos lo recuerdos de mi padre.

Mis hermanos, que solo tenían dos años, no se acordaban de nuestro padre. Y eso me entristecía. Los tres crecimos sin él, pero no es lo mismo tener que decir adiós a un ser querido a los diez años que a los dos, que aún no tienes ni memoria para recordarlo. Supongo que son cosas de la vida. No sé.

Cinco años después de la tragedia, mi madre volvió a ser feliz con otro hombre. Eso me alegró por una parte, aunque por otra no. Estaba contenta de volver a verla feliz, de que por fin sonriera de verdad y no para aparentar que todo iba bien; pero no me gustaba la idea de que ese nuevo hombre en nuestras vidas sustituyera a mi padre. Mis hermanos le llamaban papá, ya que era la primera figura paternal de la que tenían memoria. Y eso me enfurecía. Ese no era su padre. Su padre estaba muerto. No podían llamar a un desconocido así solo porque no tenían a otra persona a quién decírselo.

Pero Javier era una buena persona. Sí, el novio de mi madre se llamaba Javier. Era dentista; llevaba una clínica con otras cinco personas. Estaba divorciado y tenía a su cargo a un hijo de mi edad, Christian, y a una hija de diez años, María. Pero lo importante era que hacía feliz a mamá, y eso me hacía indirectamente feliz a mí.

Se portaba bien con nosotros. Nos hacía regalos y nos llevaba a menudo a salir fuera. Estaba claro que lo hacía para intentar caernos bien, y lo hacía con tal torpeza que incluso me hacía gracia. Aunque de momento no estuviera preparada para reconocerlo, lo quería, y estaba contenta de que saliera con mamá.

Me acuerdo del día en que le conocí. Fue a penas hace un año, a finales de Octubre. Mamá y él habían organizado una cena en casa para poder conocernos todos. Ella parecía tan emocionada que no me atreví a decirle que no tenía la menor intención de conocer a Javier, que mientras ella fuese feliz a mí me daba igual lo demás o el por qué. Ellos; Javier, Chistian y María, llegaron media hora tarde. Esa fue la primera ocasión de muchas en la que llegó tarde; no era muy puntual que digamos.

Después de las presentaciones, María se fue a jugar con Pol y Daniel y, por petición de mamá, Christian y yo nos fuimos a mi habitación. Nos sentamos en mi cama y estuvimos unos cinco minutos sin hablar; cinco minutos que se convirtieron en cinco horas para mí, y seguro que para él también; hasta que rompió el hielo.

- ¿Qué te gusta hacer? -me preguntó-.

Tardé unos segundos en contestar.

- Leer.

Y ahí empezó todo. Empezamos ha hablar de libros, después de películas, videojuegos, consolas, teléfonos móviles, ordenadores... Hasta que, por alguna razón que aún desconozco, nos contamos lo que sentíamos. Fue la primera vez que le hablé a alguien de mi padre en muchos años. Se podría decir que, después de tanto tiempo, por fin lo solté todo. Le hablé de lo que sentí cuando me enteré de su muerte, de los siguientes días al acontecimiento, de la depresión por la que pasó mamá... Hasta llegar a papá. Le conté que no tenía la menor intención de conocer al suyo, que no soportaba que mi madre volviera a salir con otro hombre, que todo me parecía un error. Y él me confesó que sentía lo mismo. No quería que su padre volviera a salir con otra mujer. No quería tener que fingir que era feliz y que todo estaba bien. Solo quería que todo volviera a ser como antes, aunque ese antes no era del todo perfecto. Le entendí a la perfección.

Clara (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora