Capítulo 8

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Saqué las llaves del bolso, abrí la puerta de la portería y subí las escaleras hasta llegar a la puerta de casa. Sabía que al entrar mamá me acribillaría a preguntas sobre lo que había hecho, lo que me había comprado, la fiesta de mañana... Así que decidí esperar un rato en la puerta hasta haber ordenado mis pensamientos.

Christian me había besado... No me lo podía creer. A lo mejor me iba a dar un beso en la mejilla y sin querer me lo había dado en los labios, o para él ese tipo de besos no significaban nada más que aprecio y cariño. ¿Pero de qué tipo? Lo único que tenía claro es que sus labios habían tocado los míos, intenciones y significados a parte.

Me senté en el suelo apoyándome en la puerta. Estaba claro que no iba a sacar nada en limpio de ahí. La única forma de saber la verdad era preguntándoselo, pero a saber cuándo le volvería a ver... No tenía más opción que esperar y convencerme a mí misma de que no había significado nada, aunque la idea del beso no me había disgustado. ¿Por qué sentía mariposas en el estómago cuando pensaba en lo que acababa de suceder? Era una tontería. A mí no me gustaba Christian, sino Sergio... ¿O no?

Me levanté del suelo y abrí la puerta de casa, dispuesta a entrar. No valía la pena pensar en lo sucedido cuando podría estar pensando en lo que podría suceder mañana. Intenté hacer el mínimo ruido posible, rezando para que mamá no se diera cuenta de mi presencia. Bingo, estaba dormida en el sofá. En la mesita de delante de donde ella se encontraba había una nota. La desdoblé y la leí:

Hola cielo. Te has quedado dormida, y como no quería despertarte he decidido dejarte esta nota. A los niños y a mí se nos ha hecho tarde, así que nos vamos. Besos, Javier. P.d: Al final el bien vence al mal.

¿Al final el bien vence al mal? ¿Y eso qué quiere decir? De repente caí en la cuenta: habían estado viendo una película, a saber cuál. Volví a doblar la nota y la dejé en el mismo sitio donde la había encontrado, y a continuación me escabullí a mi habitación sin hacer ruido.

La puerta estaba abierta, así que solo tuve que preocuparme de no hacer ruido al cerrarla. Dejé las bolsas de la compra dentro del armario, excepto la del vestido para mañana. Lo saqué y lo miré. Realmente era precioso. Lo dejé encima de la silla del ordenador, y al lado coloqué unas bailarinas blancas. Me tumbé en la cama y miré la hora: las diez y media. No era muy tarde, pero Pol y Daniel ya estarían durmiendo, así que decidí dormirme yo también. Sin cambiarme de ropa si quiera, me metí en la cama y esperé a caer en los brazos de Morfeo, mientras pensaba en la fiesta de mañana.

- Clara, despierta.

- ¿Qué...?

Miré el reloj de la mesita de noche: la una del mediodía. ¿De verdad había dormido todas esas horas seguidas?

Me levanté y fui a la cocina a por algo de comer. Era sábado, así que no había prisa; podría comer cualquier otra cosa que un bol de cereales con leche. Espera... ¿Sábado? ¿Era sábado? ¡Sí, era sábado! ¡Hoy era la fiesta!

Salí corriendo de la cocina en dirección a mi habitación, olvidándome por completo del desayuno. Busqué el móvil por toda la habitación, hasta acordarme de que estaba dentro del bolso que me llevé ayer al centro comercial. El centro comercial, las tiendas, Dunkin' Coffe... ¿Qué pasó ayer? Es verdad, ¡Christian me besó! Bueno, ahora eso no tenía importancia. Cogí el móvil y llamé a Natalia. Un bip, dos bips, tres bips...

- ¿Sí?

- ¡Natalia! -respondí de inmediato al oír su voz-.

- ¿Clara? ¿Eres tú?

Clara (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora