Capítulo 2

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Ya eran las cinco. Natalia me mandó un WhatsApp diciéndome que bajara, así que cogí la bolsa de la piscina y bajé. No sé por qué, pero me dio la impresión de que estaba más contenta de lo normal.

- ¿Qué pasa? -le pregunté-.

- ¿Cómo que qué pasa?

- No sé, se te ve contenta.

- ¿Es que no puedo estar contenta por ir con mi amiga del alma a la piscina? -Natalia parecía ofendida-.

- Si yo no digo eso, pero...

- ¡Pues entonces no digas nada! -habría dado por hecho que se había enfadado, si no fuera porque era Natalia, y su sonrisa mal escondida la delataba-.

Estuvimos hablando de varias cosas. Del nuevo curso, que empezaba en solo un par de semanas; de las nuevas parejas y las rupturas recientes del instituto, de lo rápido que había pasado el verano, y de cientos de cosas más. Hasta que a Natalia se le escapó.

- ¿Has visto las fotos que ha colgado Adrián en Facebook? ¡Se ha puesto cañón!

- Pues no.

- Mira -Natalia entró en Facebook desde su móvil y me enseñó las varias fotos que había colgado chico-. ¿No es un pibón?

- No sé.

- Ay, estás muy sosa. Ya verás como en la piscina se te pasa con Adrián y... -Natalia se calló de golpe-.

- ¡¿Qué?!

- Mierda -susurró-.

- Natalia, ¡¿qué has hecho?!

La posible respuesta me asustaba.

- ¿Yo? Nada...

- Natalia... -repliqué-.

- Vaaale -dijo-. Puede que haya quedado con Adrián y su amigo en la piscina...

- ¡Natalia!

- ¡¿Qué?! ¡Ya verás cómo nos lo pasamos muy bien! Su amigo se llama David, y empieza este curso en el instituto, en cuarto. ¡Como nosotras! Se ha mudado de Madrid, y...

- ¡Tú lo que quieres es liarte con Adrián!

- ¡Pues sí! ¡Pero eso no significa que tú no puedas ligar de mientras! Encima que te preparo una cita...

- Ah, ¡¿que encima debo agradecértelo?!

- Claro.

- No me lo puedo creer.

- ¿Por qué no? Vamos, ya verás como nos lo pasamos bien.

- No, TÚ te lo pasarás bien. Yo me vuelvo a casa.

- ¡¿Qué?! ¡No puedes hacerme eso!

- ¿Que no?

Me di media vuelta, pero Natalia me cogió del brazo.

- Si es que no debería habértelo contado...

- ¡No me lo has contado! ¡Se te ha escapado!

- Bueno, ¡es lo mismo!

- Dios, cómo he podido ser tan tonta...

- A ver -dijo Natalia, poniéndose seria-. Últimamente te veo un poco deprimida. Siempre que quedamos con algún chico o vamos a alguna fiesta acabo pescando yo y tú te quedas con la caña entre las manos. Así que pensé que conocer a algún chico a lo mejor te animaba y te sacaba de la nube imaginaria en la que estás con Sergio, y...

- ¡¿Qué nube imaginaria?!

- Pues cual va a ser, ¡La de tus sueños!

- Natalia, estoy harta. ¡Harta de que no me cuentes nada! ¡Harta de enterarme de todo en el último momento! ¡Harta de ti y de todos tus ligues! -empezaba a notar el rubor en mis mejillas-.

- Bueno bueno, tampoco hace falta que te pongas así... -dijo. Y a continuación suspiró-. Me temo que no me queda más opción...

Si antes tenía miedo, ahora estaba aterrorizada.

- ¿De qué?

- ¿Te acuerdas de aquella foto que te hice en tu primer botellón en la que sales encima de una mesa cantando con una botella de vodka en una mano y una de mojito en la otra?

No, no y no. Eso no podía estar pasando.

- No serás capaz...

- Me la estaba reservando para algo muy importante. ¡Como no vengas la subo al Facebook!

- ¡No serás capaz!

- ¿Que no?

Natalia cogió su móvil, entró en Facebook y buscó la foto en la galería.

- ¡Te juro que la cuelgo aquí y ahora!

- ¡Dame eso!

Me tiré encima suyo e intenté quitarle el móvil, pero lo único que conseguí es que se cayera al suelo.

- Mierda -dijo Natalia, con el móvil otra vez en sus manos-.

- ¿Qué? ¿Qué pasa?

Me temía lo peor. Y hacía bien.

- ¿Verdad que no querías que te hiciera chantaje? ¡Pues ya no hace falta que te preocupes!

- NO. NO PUEDE SER.

Le quité el móvil de las manos, esta vez con éxito, y contemplé la pantalla con una cara que no sabría muy bien cómo describir. La foto se había subido a la red.

- ¡SERÁS ZORRA! -me tiré encima de Natalia y empecé a estirarle de los pelos. Ella empezó a gritar y a lanzar puñetazos al aire, aunque ninguno logró alcanzarme. La gente que pasaba nos miraba, murmuraba, e incluso algunos nos señalaban con una risita entre dientes. Vaya locas, debían pensar-.

Cuando Natalia logró quitarme de encima, no supo qué decir. Al cabo de unos segundos reaccionó y empezó a pedirme disculpas, a suplicarme que la perdonara, y ha decirme cientos y cientos de veces cuánto lo sentía. Pero yo solo cogí la mochila de la piscina, que había dejado en el suelo antes de abalanzarme encima suyo, y me fui, dejándola sola, despeinada, y con una amistad rota entre manos.

Clara (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora