Capítulo 15

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Miré a mi alrededor. Nunca antes había estado allí.

Después de varios minutos abrazados y llorando en el hombro del otro, Sergio me sugirió ir a su casa. Estaba bastante más cerca que la mía respecto al parque en el que nos encontrábamos hacía a penas unos minutos, así que acepté. No me encontraba muy bien, y lo último que quería era desmayarme por la calle.

En aquel momento me encontraba sentada en su sofá, contemplando la inmensidad del comedor de la casa del chico. Segundos después de que me dejara ahí sola, apareció por la puerta de lo que deducí que era la cocina con un vaso de agua.

- Toma -me dijo tendiéndome el vaso-. Bebe.

Siguiendo sus órdenes, me bebí el vaso en un par de tragos y lo dejé encima de la mesita que había en frente del sofá. Cuando me volví a incorporar, le miré de reojo. Tenía los codos apoyados sobre las rodillas y se estaba tapando la cara con las manos. Sin saber qué hacer, le acaricié la espalda con una mirada de compasión involuntaria.

- Vamos, Sergio -le dije dulcemente-. Todo saldrá bien.

Él no dijo nada. Se limitó a soltar un bufido, y a continuación se levantó.

- ¿Quieres algo más? -me preguntó una vez de pie, dirigiéndome una mirada fría-. ¿Más agua? ¿Algo de comer? ¿Dormir un rato?

Pensé un momento.

- Dormir estaría bien.

- Sígueme.

Me levanté lentamente, con miedo de poder caerme en cualquier momento. En cuanto lo hice, Sergio hechó a andar, dándome a entender que le siguiera. Salimos del gran comedor, dirigiéndonos a un amplio pasillo de paredes blancas lleno de puertas cerradas, hasta llegar a una con un cartel de No entrar. Sergio abrió la puerta, dejando a la vista su habitación.

Siempre había soñado con ir a ella, pero obviamente no en las circunstancias en las que me encontraba. Una vez dentro, me di cuenta de que era bastante diferente a cómo me la imaginaba: las paredes, que eran de un suave color verde caqui, estaban llenas de pósteres de grupos antiguos, como Queen o Greenday. A mano derecha había una cómoda con varias fotos encima y un par de calzoncillos sobresaliendo de un cajón. A su izquierda, una cama bastante grande, casi de matrimonio, con una colcha de Star Wars y un cojín blanco y alargado en la cabecera, estaba iluminada por varios rayos de luz que entraban por un gran ventanal, situado en la pared de en frente de la puerta. A mano izquierda, se encontraba una gran estantería de libros, entre los cuales pude distinguir El guardián entre el centeno y Los Juegos del Hambre, a su lado un bonito escritorio, y al de éste un armario que ocupaba gran parte de la pared.

- Supongo que querrás cambiarte de ropa -dijo Sergio, sacándome del trance en el que me encontraba. Yo no dije nada; me limité a mirarlo en silencio, como si no hablara el mismo idioma. Él se dio la vuelta y se dirigió al armario, de donde sacó una camiseta de manga corta. Segundos después, volvía a estar delante mío, esta vez con la prenda entre las manos-. Toma -me la ofreció-. Póntela. Te quedará bastante grande, pero es lo mejor que tengo.

Yo la cogí y la miré como si fuera algo extraordinario.

- ¿Quieres que me vaya? -me preguntó Sergio-.

Alcé la vista, sin entender a qué se refería. Segundos después, caí en la cuenta.

- Con que te des la vuelta ya basta.

Él se giró, y cuando estuve totalmente segura de que no podía verme, me desnudé totalmente excepto por las braguitas, y me puse su camiseta. Era verdad, me iba muy ancha y larga, tanto que hasta me llegaba por las rodillas.

Clara (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora