7. ¿Quieres apostar?

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Edward está besándome, y se siente mejor que ver a Peter y Heidi, sus labios son tan dulces como un chocolate y sus brazos rodean mi cintura subiendo por mi espalda evitando que me separe de él, subí las manos hasta alrededor de su cuello, acercándolo más a mí.

-Gabriela-dijo-. Me va a resultar adictivo estar así de cerca- dijo juntando nuestras frentes.

Suspiré jadeando, ¿cómo es posible que tenga ese efecto en mi? Que toda mi piel se eriza por cualquier cosa que haga o diga. ¿Qué le digo? Estoy sin palabras.

-Esto no debió de haber pasado- dije bajando un poco la cabeza, evitando así que nuestras frentes se junten y que nuestras respiraciones se mezclen.

-¿Qué dices?- parecía atónito a mi respuesta- pensé que esto era mutuo- dijo dándome un poco de espacio, soltando su agarre en mi espalda.

Yo sólo negaba con la cabeza y el ceño fruncido.

-¿Qué es «esto» para ti?- dije señalándonos- ¿qué es mutuo según tú? Si apenas el día de hoy nos conocimos.

-Gabriela, dime que no sientes esa corriente de sentimientos cuando estamos cerca y me retracto de lo que he dicho- dijo mirándome a los ojos.

¿Era hora de ser sincera? ¿realmente sincera?

-Sí, créeme que la siento, lo que yo siento.. -pausé un momento para mirar sus ojos color avellana- Edward yo..

Dudaba en contarle realmente lo que siento corriendo el riesgo de ser rechazada y juzgada, o ser aceptada y vivir una hermosa relación con el chico que ha atrapado todo mi ser ¿la vida real será como en las novelas?

Se acercó a mi y con sus manos tomó mi cara y acariciaba mis mejillas, por lo que toqué sus codos.

-Gabriela-dijo- sólo dime-buscaba mi mirada que fue directamente a él.

¿Valentía? ¿Donde estás cuando te necesito?

-Tengo miedo- dije.

-Sólo dilo- insistió.

-Yo estoy.. enamorada de ti-dije y mis ojos comenzaban a picar-. Edward, cuando llegaste a El Instituto Álamo todo en mi cambió, mis primeros y últimos pensamientos eran dirigidos hacia ti-dije y las lágrimas comenzaban a salir- y lo siguen siendo.

Él estaba tan sorprendido como yo por lo que acababa de confesar, pero no dijo nada.

-Siempre pensé que esto jamás podría suceder-seguí hablando- que esto pasara, que me besarías, que me dijeras todas esas cosas.

Me soltó y se separó.

-Sin embargo, sólo llevamos menos de doce horas hablando y llegas a mi fiesta, me halagas, me besas y luego dices sentir algo-dije- ¿cómo puede ser eso posible, Edward? No tiene sentido- lo miré pidiendo una explicación razonable.

Se pasó la mano por la cara y suspiró, luego se quedó callado por lo que me pareció cuarenta y cinco segundos, no decía nada, y no me miraba ¿qué le sucede?

-Edward.. dime algo- me acerqué y se alejó.

Su silencio me abrumó, me miró y comprendí, él no sentía lo mismo.

-Entiendo.. soy un tonta- me reí sin humor-, que tonta maldita sea.

Me giré y tape mis ojos con la mano izquierda

-Sólo soy una estúpida niña de dieciséis años entiendo perfectamente- tomé aire-, no soy el tipo de chicas con las que sueles acostarte y salir.

Pasé mi mano de los ojos a la boca, e intentaba hacer el menor ruido posible de verme aún más destruida. En cambio él, no emitía una sola sílaba.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora