Reencuentro

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*Narra Sandra*
Cajas y cajas repartidas por todo el piso, no había otra cosa. No era capaz de dar un paso sin tropezarme. Menos mal que tenía a Alberto a mi lado para ayudarme. Aunque debido a su torpeza estábamos mas tiempo riendo por sus caídas y ordenando lo que tiraba que recogiendo.
-¿Dónde dejo esta caja?
-¿Qué pone en ella?
-"Sábanas",
-Pues en la habitación. De paso tráeme el movil que le dejé en la mesita.
-Vale...¡AY!
Se había tropezado con la alfombra y estaba en el suelo, con la caja abierta y las sábanas esparcidas por todo el suelo. No pude evitar reír.
-Maldita alfombra de Satán...
-¡Ay amigo mío! El tiempo pasa pero sigues igual de torpe que siempre.
-Eso jamás cambia. Por cierto, ¿sabes cuando vuelve David?
-Mañana. Su abuela ha empeorado.
Alberto se levantó y se acercó a mi. Estaba serio, no era buena señal. Me agarró de las manos y se quedó mirándolas pensativo.
-Sabes que opino que en momentos así debería estar aquí contigo. No estás para dejarte sola.
-No me he vuelto loca.
-Sigo sin saber cómo. Has perdido al bebé. Se supone que si esta era una nueva vida, en una nueva casa, debería de estar contigo construyendo vuestro futuro.
Suspiré y me separé de él. Sí, habían sido unos meses más que difíciles para mi, por eso habíamos decidido mudarnos.
Había perdido a mi bebé, y aunque no quisiera reconocerlo, con ese suceso había perdido a David también.
No me gustaba llorar delante de la gente, y menos delante de Alberto. Así que me encerré en el baño. Como llevaba haciendo semanas. Abrí el grifo y me metí en la ducha. El agua ardiendo caía sobre mi cara, al igual que mis saladas lágrimas.
Alberto llamaba a la puerta, preocupado, hasta que escuchó cómo me duchaba. Entonces escuché cómo me decía algo y se iba. Todo el mundo acababa yéndose, incluso algunos sin haber venido.

*Narra Alberto*
-Sigo sin saber cómo. Has perdido al bebé. Se supone que si esta era una nueva vida, en una nueva casa, debería de estar contigo construyendo vuestro futuro.
Suspiró y se separó de mi. Sabía que se estaba aguantando las lagrimas, que era demasiado cabezota como para llorar delante de alguien. Que tontería. Yo he llorado miles de veces apoyado en su hombro, cuando Andrea me dejó. Fue un golpe duro para mi. Seis días después perdió a su bebé, y aún así seguía apoyándome.
A veces creo que cuando perdió el bebe también perdió a David, el que según ella era el hombre de su vida. Sé que no, que el hombre de su vida fue otro, un barbitas de ojos verdes que aun no me deja mencionar.
Lo mismo que estaba pensando yo debió de pensar ella, ya que se encerró en el baño. Aporreé la puerta por su hacía alguna tontería, ella no es así, pero en su situación nadie aguantaría.
-Sandra, ábreme. Bueno pues no me abras...Venga, ábreme. Ok, pues me enfado y no respiro...¿Sandra? Vale, está bien, iré a tirar la basura. Vengo en dos minutos.
La dejé en paz y esquivé las cajas hasta llegar a la entrada. Vale, no esquivé todas las cajas, quizás una se interpuso en mi camino o yo en el suyo. El caso es que algo rompí, bueno, le echaría la culpa a los de la mudanza.
Cogí la bolsa de la basura, que estaba llena de envoltorios varios, todos de patatas fritas, chocolatinas, etc. Quizás su dieta, mas bien nuestra dieta ya que pasaba mas tiempo en su casa que en la mía, no era la más adecuada.
Al salir del portal vi a una pareja de jóvenes, bastante adorables, besándose delante de mis morros. Tiré la basura y, de camino al portal, les volví a ver besarse. Me acerqué a ellos y chasqueé los dedos para llamar su atención. Lo conseguí.
-Sois muy bonitos, estoy por potar arcoiris. Una cosa, la próxima vez os besáis en vuestra puta casa, ¿vale? No tengo que ver como os subcionáis la lengua. Yo no me paseo comiendo pizza delante de mendigos, así que vosotros no os beséis delante de solteros.
Y con las mismas entré al portal. A aquellos quinceañeros les corté el rollo, pero es que estaba harto de ver como todo el mundo era feliz en una relación menos yo.
Llamé al ascensor mientras buscaba en el bolsillo las llaves de casa. Mierda, Sandra me mataría si las perdía. Revisé los bolsillos de la chaqueta, pero no estaban.
-¡Ey! ¿Son tuyas estas llaves?
Me giré mientras agradecía al universo haberlas encontrado. Pero casi mejor que no las hubiera vuelto a ver.
Justo delante de mi estaba él. ¿Cómo diablos estaba él ahí? Debía de preguntarse lo mismo que yo por su cara. Hacía años que no le veía, pero seguía igual.
-¿Alberto?
-¿Álvaro?
-¿Qué haces aquí?
Dudé si responderle o no. No le iba a decir que estaba ayudando a Sandra con la mudanza. Aunque al final se iba a saber.
-Estoy ayudando a una amiga con la mudanza.
-Ah, entonces ya hay inquilina para el segundo "b". ¿La conozco?
-No sé.
No mentí. Sandra había cambiado tanto que igual no la reconocía. Fisicamente seguía igual, pero su mentalidad había cambiado por completo.
-¿Y tú que haces aquí?
-Vivo en el segundo "a".
Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Ah, una cosa más, mierda.
-¿Puedo preguntarte una cosa?
Asentí, porque si abría la boca solo me iba a salir "mierda". Él se rascó la nuca y, algo nervioso, empezó a hablar.
-¿Sabes algo de Sandra?
Varios mierdas mas pasaron por mi cabeza y me metí corriendo al ascensor. Apreté corriendo el botón que ponía "2", y recé para llegar a casa lo más rápido posible. Mierda, las llaves. Aun las tenía él. Bravo Alberto, bravo. Ahora Sandra tiene dos motivos para estar cabreada: la persona cual está prohibido nombrar es su vecino, y tiene las llaves de su casa.
¿Pueden mejorar las cosas?

*Narra Álvaro*
No podía aguantar mas. Ahí estaba Alberto, tenía que preguntárselo. Llevaba años sin saber de ella, salvo la vez en la que la vi hace meses.
-¿Sabes algo de Sandra?
Se quedó blanco como la pared y se metió corriendo al ascensor. Suspiré y me quedé observando la llave del piso. No se la había devuelto.
Subí por las escaleras hasta llegar a mi piso. Abrí la puerta y nada mas entrar, me tiré en el sofá. Empecé a pensar en Sandra, en todos los momentos juntos.
La primera vez que nos miramos, cuando me enamoré de ella, cuando nos vimos en el supermercado, cuando fui su profesor, nuestro primer beso.
Y empecé a llorar. Aun seguía enamorado. Habían pasado años, pero aun la quería. Tenía que hablar con Alberto como fuese para saber de ella.
Sí, yo ya tenía mi vida, una pareja, un bebé, pero mi corazón se le había quedado ella.

-NOTA DE LA AUTORA-
Holaa :)
Vale, estoy súper nerviosa porque no sé si esto será leído, si a alguien le gustará, o si tendré que borrar la historia por pocos leídos.
Ojalá que sigáis conmigo en este camino que empezamos hace meses, en navidades. Yo prometo que no os dejaré.
Y sí, había dicho que no iba a continuar con la historia, pero aquí estoy. Meses después y con una segunda parte. Quien tuviera ganas de ella que se lo agradezca a Alberto ( AlbertoH2000 )
Por cierto, esta historia está totalmente dedicada a él, porque la escribo gracias a él.
Y bueno, espero que sigáis leyendo y que os guste. En los comentarios podéis ponerme que os parece, que no muerdo. No sé, escribid cualquier cosa, me anima bastante para escribir.
Os quiere,
-S.

En busca de su sonrisa {Auryn}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora