Cosas de hospitales

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*Narra Norman*
Jamás me habían gustado las paredes de un hospital, podías sentir como la muerte acechaba entre ellas y nunca sabías quien sería su próxima víctima.
Recuerdo como de pequeño, tendría unos 6 años, me encontraba igual que ahora. Mi abuela estaba a mi lado, cogiendome de la mano y diciéndome que todo iría bien, pero yo sabía que algo malo iba a pasar. Merle estaba en el otro lado de la sala de espera, sé que lejos aunque no recuerde su posición exacta. Mi tío le miraba enfadado, lloraba. No me viene ninguna imagen de nuestros padres allí, no estarían, nunca estaban. No me gusta pensar en ellos, en una pobre prostituta y un borracho cuales caminos se juntaron. De no ser por mi abuela hubiéramos acabado como nuestro primo Mike, quien se debatía entre la vida y la muerte.
Mike era el típico niño mimado, sus padres le daban de todo. Ojalá mi vida hubiera corrido esa suerte, preferiría vivir poco y bien que mucho y mal. Es curioso porque jamás le dijo a mi padre, su hermano, que le pagaba las facturas. En su lugar mi madre tenía que meterse en camas de desconocidos.
El caso es que mi tío, el padre de Mike, no le dejaba juntarse con Merle y yo, ahora no me extraña pero antes, con 6 años de edad, no llegaba a entender. Pero mi hermano y yo queríamos jugar con él, así que nos escapamos de casa y fuimos hasta la suya. Merle, que era el mayor con 11 años, decidió que iríamos al parque. Mike tenía 8 años y yo 6, así que no le discutimos nada, el mayor mandaba. A la cucaracha de mi hermano le entró ganas de beber, y sí, a esa edad ya bebía. Pero sabía que en el bar no le iban a vender nada, así que mientras yo distraía al viejo camarero, Mike robaba una botella. Merle nos miraba desde los columpios, puto cabrón.
El camarero se dio cuenta de que le robaban, pero no sabía que era un niño, así que corrió a por su escopeta y apuntó debajo de la barra, donde estaba mi primo. Un disparo fue suficiente para que él se diera cuenta de la edad del ladrón.
Por eso mi tío miraba mal a Merle, por eso no le hablé hasta los 17.
Meses antes de que yo cumpliera la mayoría de edad mi abuela enfermó. Ella era la única que cuidaba de mi, mi madre se había casado con un viejo rico y mi padre fugado con otra fulana. De Merle solo sabía que seguía vivo por la paga mensual que le mandaba mi abuela, pero eso cambió cuando enfermó. Él volvió y se tuvo que hacer cargo de mi, solo iban a ser cuatro meses, pero no teníamos dinero. Absolutamente toda la pensión de mi abuela fue a parar a mi tío, su gestor. Merle no ganaba nada, así que me propuso una estafa, pequeña pero nos daría para unos tres años sin trabajar. Acepté. Y no supe nada mas de él hasta que yo tenía unos 30, cuando apareció para pedirme hacer lo mismo que la otra vez, pero a lo grande. Volví a aceptar, pero las cosas se complicaron y él acabó recibiendo un disparo de la policia. Me fui de allí con el dinero, dejándole solo. Y hasta ayer no supe nada mas de él.
Ahora volvíamos a estar como hace unos 40 años atrás, es una sala de espera temiendo por la vida de una persona a la que yo quería. Él estaba junto a Alberto, quien le contaba su vida. No sé qué le habría pasado, pero estaba bastante cabreado, llevaba desde ayer así.
David llegó a la sala y Alberto se fue. Al parecer estaba enfadado con él.
-Espera, tío, espera.
-No.
-¿Qué tengo que hacer para que dejes de estar enfadado conmigo?
-Nada, no te perdonaré.
-Alberto, no seas así.
-Eso, que vuelva el Alberto monguer de antes al que le sacabas la pasta y te reías de él. Te creía mi amigo.
-¿Qué? Coño, no te vayas.
Pero Alberto se fue, aun se les escuchaba por el pasillo. David lloraba y Alberto gritaba cual poseso que se callara. Merle me miraba extrañado, como preguntándome si esos eran mis amigos. No, no lo eran, pero estaban cerca de serlo.
-¿Son pareja?
-No. El guapo era el novio de Sandra, el que parece que tiene la regla es su mejor amigo, el de Sandra no el de David.
-¿Y qué hace su ex aquí?
-Tienen buena relación según Carlota.
-Yo creo que se la quiere trincar.
-Deja ya de hablar así de Sandra, respétala o te parto la cara.
-Ya paro, ya paro. Pero la tía está buena y es normal. Uy ayer cuando la ví, porque es tuya que sino...
No lo pensé, le tiré de la silla y le di patadas cuando cayó al suelo. No iba a decir esas cosas de mi futura mujer. Yo tenía las de perder con un brazo escayolado, pero tenía que hacer algo y no quedarme de brazos cruzados mientras él decía esas cosas. Pero cuando se levantó me quitó una venda y clavó sus uñas en la cicatriz aun sin cicatrizar. Nada me había dolido mas antes.
Una mano nos separó, tirándonos de un empujón cada uno a cada lado.
-¿Pero sabéis dónde estáis? Un hospital no es lugar para hacer esto.
-Álvaro, no te metas.
-Sí, sí que me meto. Ella está en coma al otro lado de esa puerta y vosotros dos aquí dándoos de leches. ¿No os riega?
-Te me relajas, barbitas.
-Mira manco, te relajas tú.
-¿Qué me has llamado?
-Lo que eres.
-Salseo, salseo. Vamos Álvaro, pégale como me pegaste a mi y me dejaste sangrando la nariz.
El princeso había salido de la habitación de Sandra y miraba la escena divertido. No se donde venía la gracia. Aunque afortunadamente se volvió a meter en la habitación al ver que la pelea no seguía. Álvaro le siguió, quedándonos Merle y yo solos.
-Te necesito.
-Que pena porque yo no te voy a dar mi ayuda.
-He venido desde Canadá a tu boda, me merezco algo.
-¿Pin o sugus?
-Un último golpe.
-No, he asentado la cabeza. ¿Qué pasaría con Sandra si me pasara algo? No quiero que despierte y se encuentre con que yo estoy en la carcel o muerto.
-No habrá riesgos. Norman, o consigo el dinero o rodaran cabezas.
-Es una pena como ya dije.
-Cinco millones de euros a repartir entre ambos, yo solo necesito dos. Es mas, puedes quedarte con tres millones.
-No.
-Por favor, estoy yendo por las buenas contigo.
-Te he dicho que no y cállate, quiero dormir, llevo toda la noche en vela cuidando de Sandra.
-Va a morir.
-Cierra la puta boca, es cuestión de tiempo que despierte.
-No lo digo por eso. Me he metido en un lío de los grandes. No sé como saldar mi deuda de dos millones. Anoche, mientras estabas con ella, vinieron unos matones, los que me cortaron la mano hace tiempo. Me dijeron que ya había tenido seis años para pagar el millón que debía, pero como no lo hice ahora tenía que pagar el doble. O les doy el dinero en una semana o la matan.
-¿Qué? Maldito hijo de puta, ¿por qué coño la metes? Sácala de tus mierdas.
-Sácala tú ayudándome.
Suspiré y conté hasta diez, tenía ganas de reventarle a hostias.
-¿Qué hay que hacer?
-Manuel Ruiz Estefan, ¿te suena?
-No.
-Es propietario de muchísimas empresas, le sobra el dinero. Solo tenemos que ir a su casa, robar algunas joyas y una serie de archivos que nos darán la oportunidad de saber la contraseña de las cuentas de sus empresas. Sin violencia.
-¿Cuando sería?
-Cuanto antes mejor hermanito, cuanto antes mejor.

*Narra Niall*

Me senté en el borde de la camilla de Sandra mientras Álvaro mojaba una pequeña toalla en agua y la posaba sobre los labios de ella. Eran adorables, él mas que ella, no por nada, es que ella no hacía nada. Él incluso sacaba la lengua concentrado al cuidarla.
Nuria y yo podríamos haber sido así, al ser posible sin estar alguno de los dos en coma, pero ella decidió que yo estaba mejor fuera de su vida. Pues bien, así sería, pero yo me marcharía con nuestro bebé.
-Niall, pásame la manta.
-Voy. Oye, ¿dónde esta?
-Debajo de tu trasero, estás ciego.
-Ah sí, aquí está.
-¿No vas a ver a Raimundo?
-¿Quién es ese?
-Tu hijo, Alberto me dijo que se llama así.
-No, se llamará Theo.
-Podéis ponerle Álvaro.
-Me gusta mas Raimundo.
-Puto.
-Gracias.
Me miró un rato con cierta pena, ¿pena por qué? Si yo era quien tenía al amor de su vida vegetal en una camilla. Ups, lo siento Sandra, eso fue cruel.
-¿Donde vivirías con el bebé? Llamémosle "x".
-Irlanda.
-Nuria trabaja aquí, es cruel llevartele tan lejos. Además, quizás no consigas la custodia.
-Cruel es ocultarme que era padre.
-También. Pero mira, a mi me dijeron que lo era cuando ese bebé no era nada mío.
-¿Y que fue de él?
-Está con Feli. Ahora que estoy con Sandra supongo que todo vuelva a la normalidad y le pueda cuidar junto a ella.
-Pobre crío, su madre no se hace cargo.
-No sé nada de ella, pero ya me tiene a mi para cuidarle.
-Pues, machote, de momento no lo estás haciendo nada bien.
Le di unas palmaditas en la espalda y salí de la habitación dejándole con la boca abierta y sin poder responder, que gracioso estaba.
Fui directo a la maquina de café a por algo caliente, el frío de allí era extremo, pero un hombre que me doblaba la edad y sin mano se interpuso en mi camino, poniéndome el muñón en el abdomen para frenarme.
-Hola Merle.
-Hola Nail.
-No se pronuncia así, se dice Naial.
-Tienes un nombre feo y raro de cojones.
-No me llamó así, me llamo James, pero es un mote.
-Quien te lo puso te querría poco.
-Fue Sandra. Bueno, ¿qué querías?
-Tu ayuda. Podemos hacernos unos favores mutuos. Digamos que me acabo de dar cuenta de que necesito tu ayuda y tú la mía.
-¿Yo para qué?
-No he podido evitar escuchar la conversación que acabas de tener.
-Maruja.
-Ey, Nai, no me llames eso que voy a conseguirte a tu hijo.
-Que no me llames eso. Espera, ¿como?
-No es legal, pero de otra forma ni podrías tenerle. Y todo a cambio de que seas actor durante un momento. ¿Trato? Además tendrías cerca de cinco mil euros solo para ti.

*Narra Álvaro*

¿Cuándo despertaría? La miraba y ella no mostraba intención de abrir su ojos, simplemente estaba ahí. Aunque quizás era mejor que ni despertara, pues si lo hacía había muchas probabilidades de que no recordara nada.
La cogí una mano y saqué el anillo de diamantes que la había comprado, para ponérsele en el dedo.
-Te quiero. No me puedes contestar, pero te lo tenía que decir. No te haces ni una pequeña idea de todo lo que he hecho por ti, por tener de vuelta este amor.
Nada, silencio. Lo raro hubiera sido que contestara.
-Tu madre ha venido antes, está preocupada por ti. Solo llora.
Y de nuevo, ninguna respuesta por su parte.
La di un beso en la frente y la arropé con las mantas para que no cogiera frío, ya era hora de irme de ahí y darle paso a Carlota.
Me giré y escuché como los cables se movían, ¿se había soltado alguno? Pero no, al darme la vuelta ella estaba enredando tímida y débilmente en ellos. Había despertado.
-¡SANDRA!
Corrí a ella y la abracé todo lo fuerte que pude. Por fin ella estaba despierta.
-Oh, hola.
Estaba tan roja como un tomate y me miraba con los ojos como platos. Era adorable.
-¿Qué tal estás? ¿Quieres comer algo?
-Mmm no, estoy bien.
-Dios, dame un momento para avisar a los otros.
-¿Qué otros?
-Niall y Norman, Carlota está al llegar y Merle quizás esté por ahí.
-Perdón, pero no sé quienes son.
-¿Qué?
-No me suenan esos nombres.


-NOTA DE LA AUTORA-
Holaa :)
Llevaba muchísimo sin publicar un capítulo pero aquí está, algo corto peeero.
Espero que os haya gustado y decidme, ¿qué creeréis que pasará?

En busca de su sonrisa {Auryn}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora