Capítulo 3

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Tensión. Todo en su cuerpo denotaba la tensión que lo embargaba. Desde sus hombros cuadrados hasta su mueca de frustración. Llevaba dos días esperando la respuesta de Donghae, y sí, sabía que necesitaría algo de tiempo para digerir toda la información que debía estar investigando, pero eso no le hacía fácil tener que verlo a cada momento.

Cuando necesitaba un café, vaciar su vejiga, o simplemente revisar papeleo o reuniones, el menor estaba ahí. Y se impacientaba más.

El otro no decía nada acerca de su proposición, lo que le hacia pensar que no se había decidido o que no sabía cómo rechazarlo. Pero de todas formas, él le había dicho que su puesto no peligraba con ninguna de las decisiones que tomara al respecto. Él no era una persona chantajista, así que nunca pondría el trabajo del otro por el rechazo. Y la empresa no tenía ninguna política en contra de las parejas internas. Aunque sabía que si alguien se enteraba o sospechaba que tenían algún tipo de intimidad, probablemente irían contra su asistente. Empleados y su envidia.

Se dejó caer en su amplia silla, haciéndola girar hasta que acabó mirando hacia el paisaje que se ponía ante él. Un cielo algo nublado, amenazando con llover, altos edificios de oficinas, algo alejados y un poco más bajos que el suyo, aunque eso le gustaba. Le daba cierto aire de intimidad y no quería renunciar a las grandes ventanas y la iluminación que éstas le brindaban, permitiéndole ver el clima en todo momento.

Cerró los ojos, dejándose ir un segundo aunque a su mente solo venía aquel hombre de hermosos, grandes y expresivos ojos del que esperaba una respuesta con bastante impaciencia. Necesitaba calma o le acabaría saltando encima para encontrar su respuesta.

Recordó su estancia en Japón, lo que aprendió sobre disciplina y control. Necesitaba estar en todos sus sentidos para no cagarla con el castaño. Si lo asustaba no se lo perdonaría jamás.

Unos toques en la puerta lo sacaron de su trance y se encontró arreglándos el traje mientras giraba en su silla para encarar la puerta por la que aquella cabellera castaña asomarse.

- Uh.. señor Lee, me preguntaba si.. podíamos hablar...

La suavidad de su voz y el nerviosismo le hizo saber que la conversación era la que tanto estaba esperando, y recordando la cautela que debía tener, cogió aire antes de responder.

- ¿Te importa venir cuando acabe la jornada? Creo que sería lo mejor. -Le dijo en un suave tono. No quería que la conversación que iban a tener fuera interrumpida por nadie. Y pensó que el otro creía lo mismo cuando luego de asentir, salió y cerró la puerta volviendo a dejarle solo en su amplio despacho.

Las horas pasaron más lentas que de costumbre ese día. Todo se le hizo interminable. Incluso quiso echar a su gran amigo en cuanto pasó por la puerta con la misma sonrisa de siempre. Solo quería que la hora de salida de los trabajadores acabara. Que todos se fueran y pudiera hablar con el hombre que trabajaba al otro lado de la puerta.

Dejó la cabeza caer entre sus manos mientras esperaba, intentando mantener la calma en todo su cuerpo. Encajaría cualquiera que fuera la respuesta, aunque obviamente el 'no' le sentaría como una bofetada.

Revisando que era casi la hora se alisó el traje y llenó sus pulmones de aire antes de sentarse en su posición de negocios, esperando a que el castaño entrara en su oficina como debía hacer. Y casi sonríe ampliamente al ver la puerta abrirse y aquellos enormes ojos clavarse en los suyos.

- ¿Se puede?

- Adelante, Donghae. Siéntate.

El silencio reinó durante unos segundos antes de que el menor decidiera hablar.

Shibari 「EunHae」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora