Parte 9 "El comandante de la división púrpura"

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La embestida fue tormentosa, la sangre saltaba en todas las direcciones y restos de armaduras, piel y armas quedaban esparcidos por el suelo que se teñía de rojo. Los Lutars eran como una avalancha de tierra y rocas que avanzaba sin que nada pudiera detenerla. Sus filosos fierros que eran especies de espadas se veían bastante pesados y esto quedaba en evidencia, ya que al chocar con cualquier otro metal, estas espadas quedaban incrustadas en la superficie y claro, también la inmensa fuerza de estos monstruos sumada a la resistencia de aquellas armas, lo hacían unos enemigos de temer. Por algo eran la primera línea del ejército Lutars, estos no dejaban las sorpresas para el final, simplemente preferían aplastar a sus enemigos desde el primer momento de la batalla y así llevarse toda la gloria.

Las cabezas volaban destrozadas por todos lados, partes de cráneos que dejaban al descubierto los sesos ensangrentados esparcidos por la tierra y que aun latían sus últimos segundos de vida, como si pidieran ser devueltos a su lugar. La lucha era una verdadera masacre, Fabiola llamaba a su gente a la batalla y saltando de un lado a otro golpeaba con odio y potencia los cuerpos de los Lutars que se cruzaban en su camino, era una verdadera máquina de matar y una armadura reforzada no era capaz de detener esos puños que parecían rocas irrompibles, la sangre emanaba de sus manos y cuando ella movía sus brazos para seguir golpeando, el líquido rojo saltaba debido a las heridas causadas por sus propios golpes.

Los rebeldes de la sinfonía resistían la embestida de los demonios, los humanos también eran fuertes y a pesar de no llevar ni protecciones ni armas extrañas, cada paso que daban al frente significaba la caída de un Lutars, la piel desnuda estaba manchada de sudor y tierra, muchos llevaban tatuajes extraños y cicatrices largas que a veces eran aterradoras. Los brazos fuertes de los humanos luchaban codo a codo contra los de los Lutars pero había un detalle, los humanos eran frágiles en cuanto a estructura corporal y su tamaño los hacían blancos más fáciles para sus enemigos. Los rebeldes llegaban apenas al pecho de los demonios y debían asestar varios golpes para eliminar a uno, esto recordando que los enemigos tenían unas armaduras gruesas y a la vez prácticas que permitían un movimiento fluido y como eran Lutars de sangre purpura, tenían los hueso el triple de duros y la piel tan gruesa que parecían una escama sobre otra. Pero también teníamos algunos trucos bajo la manga, Emec y Travis eran verdaderamente dos niños muy fuertes, tanto mentalmente como físicamente aunque la capacidad y resistencia mental eran superior en Emec que en Travis, al estar luchando juntos, Travis se contagiaba del ritmo de Emec y ambos se volvían como uno solo. La piel de los Lutars era un problema pero los ganchos de hueso de Emec podían perforar con facilidad cualquier cosa y a pesar de la bien estructurada armadura que los enemigos llevaban, igual conseguían apuñalar y a veces hasta destripar a esos demonios.

En lo más profundo de la muchedumbre Emec fue tomado por uno de los seres alados el cual se lo llevo por el aire quien sabe dónde, atacaron al muchacho usando su punto ciego luego de que este girara y asestara un golpe a un demonio.

Travis golpeó y enterró su gancho justo en la axila derecha de un Lutars de unos dos metros y medio de alto y rasgó hacia abajo cortando armadura, piel músculos y costillas, la sangre que salpicó le cubrió la cara y en un movimiento rápido introdujo su mano libre por el corte que hizo en su enemigo, le saco el corazón, lo levanto en el aire y lo carbonizo con su poder.

El rugido de los monstruos que estaban a su alrededor era amenazante y se lanzaron sobre él, el Lutars al que le extrajo el órgano palpitante aún se mantenía de pie y lo miraba con odio y fuego en sus ojos, pero Travis quemaba más ya que el sí que sabía cómo hacer arder las cosas y dándole una patada lo hizo caer hacia atrás sin vida. Los Lutars atacaban a Travis con destreza y fuerza, el aire silbaba por la velocidad de sus espadas y el pequeño las evadía aun con más habilidad, era un verdadero guerrero. Mientras esquivaba los ataques iba dando golpes y derribando a los enemigos, el gancho reventó varios ojos, también desgarró muchos cuellos donde los Lutars quedaban agarrando con sus dos manos el corte como queriendo cerrarlo y así moviéndose como locos en el suelo, agonizando y ahogándose en su propia sangre purpura morían irremediablemente. El puño libre del muchacho golpeo con estrépito la parte del pecho de la coraza de un enemigo pero no fue capaz de atravesarla ni fundirla, ni siquiera sufrió algún daño. Pero al momento del golpe, el dolor movió cada musculo de Travis desde los nudillos, pasando por el antebrazo, el codo, luego el hombro aunque a esta altura del recorrido el aviso nervioso ya había llegado al cerebro. Siguió por el cuello atravesando el cráneo para ser recibido y decodificado como un daño realmente insoportable. Travis se estrujo de dolor y quedo prácticamente en un estado de shock.

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