17. The man who can't be move

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Él lo sabía. Desde el momento en que le dije para qué empresa trabajaba lo supo y no me dijo nada el muy...- cabrón. Dilo, quédate a gusto. No te cortes porque merecido lo tiene-. Y ahora esta ahí, con su porte erguido, creyéndose el amo del universo.

Los chicos se levantan a saludarlo pero yo no lo hago. Ramírez me mira de forma desaprobatoria, pero no me voy a humillar más de lo que ya me ha humillado.

- ¿Y usted es...?- me pregunta Michael.

Yo me limito a mirarle con todo el odio de mi ser.

Mi jefe se aclara la garganta.

- Ella es Rocío Callaghan, jefa del departamento creativo.

- Menudos modales tiene usted, Señorita Callaghan. Debería mostrar un poco más de respeto del hombre que le da de comer- me dice arrogante y la tensión se puede cortar con un cuchillo.

- ¡Qué hijo de puta! Encima bacilando. Conque esas tenemos, ¿eh?-. Discúlpeme, Señor Frei, pero yo sólo muestro respeto a quien crea merecedor de ello- al decir eso a Michael se le borra esa estúpida sonrisa de superioridad que tenía- si este tío se cree que me voy a amilanar por él, está muy equivocado.

- ¡Rocío!- me increpa Ramírez horrorizado.

- Si me disculpan, tengo cosas importantes que hacer- digo cogiendo unos folios en los que no había escrito nada, pero queriendo salir digna igualmente me les llevo.

Paso por su lado sin mirarle pero noto su mirada inquisidora sobre mí al salir. Cierro la puerta tras de mí ante la mirada alucinada de todo mi equipo y entro corriendo a mí despacho. Me siento en la silla y pongo mi cabeza entre mis manos. Inspiro profundamente, reteniendo las ganas inmensas que tengo de llorar. Me estoy ahogando. Respiro rápido e intento calmarme cuando alguien entra como un miura a mi despacho, cerrando la puerta con un portazo que hace que los cuadros que tengo colgados tambaleen.

- ¿Se puede saber qué mierda ha sido esa?- me grita Michael fuera de sus casillas.

- Señor Frei, no consiento que me hable así- le digo haciendo acopio de toda la serenidad que soy capaz de mostrar en estos momentos.

- No me vengas con esas, Rocío- ¿vuelvo a ser Rocío?-. Esta es mi empresa y me debes un respeto frente a mis empleados.

- ¿Me habla usted de respeto, Señor Frei?- bufo sin poder creérmelo.

- Lo que haya pasado en nuestra vida privada no debe extrapolarse al trabajo- dice furioso.

- Me importa una mierda, ¿y sabes por qué?- digo levantándome y yendo hacia él.- Porque a mí no me intimidas- le digo alzando mi barbilla.

- Si yo fuese tú, no hablaría a mi jefe con esa chulería barriobajera- ¿barriobajera? Éste tío se va a enterar de quién soy yo-.

- ¿Y qué me va a hacer "el hombre que me da de comer"?- le digo citando sus palabras y cruzándome de brazos.- ¿Despedirme?- le reto.

El me mira y sé que estoy llegando al límite de su paciencia, pero ya me da igual todo.

Nos quedamos en silencio retándolos mutuamente con la mirada, como fieras enjauladas. Lo que más odio es que me encantaría que me besase en estos momentos y que me tomase en mí escritorio.

- Esto no quedará así, Señorita Callaghan- se da media vuelta y se va por donde ha venido.

Yo descruzo mis brazos y cierro la puerta con pestillo. Toda la fuerza que he demostrado ante él se disipa en a penas segundos.- Juro que no lloraré. No más lágrimas por él.

Rocío Y Sus Novios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora