18. She's so lovely

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— Dios, recuérdame porqué he accedido a esto— digo en voz alta.

Estoy mirándome al espejo de cuerpo entero. Llevo puesto un vestido de lana de manga larga, rojo oscuro y holgado que me llega por encima de las rodillas. Me pongo un collar dorado y unas medias negras tupidas. El pelo simplemente me lo he cepillado. Hoy es de esos pocos días del año en el que me gusta como me queda sin peinármelo demasiado,— yo creo que con esto del pelo he malgastado la suerte que podría haber llegado a tener esta noche—.

No logro recordar ninguna cita en la que hubiese estado tan nerviosa como en ésta. No sé que puedo esperar de Michael y eso es lo que me tiene inquieta. Se supone que esto es sólo una cena de amigos. No quiero que intente nada conmigo; no creo que pudiese soportar que me hiciese daño de nuevo. Y sobre todo, espero poder confiar en mi capacidad para resistirme a él. Cuando estoy a su lado mi capacidad neuronal se ve reducida al tamaño de un cacahuete. Mientras me duchaba, decidí que cada vez que notase que me estaba debilitando frente a él, debería pensar en Cristóbal Montoro, el Ministro de Hacienda, para así ponerme de mala hostia y no caer en sus encantos.

Llaman al timbre y me sobresalto. Michael ha llegado.

— Ya bajo— digo simplemente a través de interfono y bajo.

Cuando salgo del portal le veo apoyado en la puerta del copiloto de un coche negro. Al levantar la cabeza y verme, sonríe de oreja a oreja y se acerca a mí. Me coge de la cintura y me da un beso en la mejilla.

— Estás preciosa— me dice abriendo la puerta del coche y haciendo un ademán para que entrase en su interior.

Tras cerrar la puerta, él entra por la puerta del conductor y arranca.

— ¿A dónde iremos?— digo para romper el hielo.

— A cenar— dice.

— Creí que iríamos a dar de comer a las palomas del Retiro— digo irónicamente.— Gracias por resolver mi gran duda.

Noto como ríe a mí izquierda y yo miro por mí ventanilla.

— Tenía pensado en llevarte al restaurante de una amiga en La Latina, si te parece bien, claro— le miro y él no aparta su vista de la carretera.

Parece algo, ¿nervioso? Conque me haya preguntado mi opinión sobre adonde ir, me contenta sin él pretenderlo.

— Me parece estupendo— le digo sonriendo y el me mira un instante devolviéndome la sonrisa.

Aparca el coche en una zona menos transitada y comienzo a seguirle. Mientras caminamos por las preciosas calles de La Latina, pienso en que Michael no podría haber acertado más trayéndome aquí. Nunca le admitiría que éste es mi barrio favorito de Madrid y que siempre quise vivir aquí. Aunque estoy más a gusto con él que con cualquier otra persona en este mundo, mi orgullo aún sigue dañado.

Tras poco más de cinco minutos andando, él para frente un restaurante modesto.

— ¿Entamos?— me pregunta dudoso y yo asiento sonriendo.

No se el porqué, pero creo que necesita un poco más de confianza en estos momentos. Al final va a ser que yo sea la menos nerviosa de los dos esta noche.

— ¡Mike!— dice efusívamente una chica morena y bajita acercándose a él.

— Eva, cuánto tiempo— dice dándole un cariñoso abrazo.

— ¡Al fin te dignas a honrarnos con tu presencia!— le dice con una sonrisa genuina y yo me siento un poco fuera de lugar.

— Sabes que siempre que vengo a esta ciudad me dejo caer por aquí. ¿Cómo podría vivir yo sin tu empanada de atún?— bromea con ella y noto una punzada de celos por ver lo bien que se llevan.

Rocío Y Sus Novios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora