21. Lo que tengo yo adentro

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15 de febrero de 2016

Me despierto agobiada, sudando por el calor que tengo. Cuando intento moverme noto que alguien tiene atrapado mi cuerpo. De pronto lo recuerdo todo. Estoy en la habitación del hotel en el que se hospeda Piero. Llegan a mí imágenes distorsionadas de la noche anterior. Tengo un tremendo dolor de cabeza. Miro el reloj de mí móvil y aún es pronto, pero necesito pasar por mi casa a recoger mis cosas e ir a la oficina.

- Piero- le susurro.

Él se remueve en el sitio aprentándome más.

- Piero, despierta- le digo moviendo su brazo.

- Cinque minuti, pero favore...- murmura sin abrir los ojos y yo no puedo evitar reír.

- Vamos, no seas vamos. Necesito levantarme- me ignora por completo.

Me acerco a su cara y lo beso. Él responde mi beso y abre los ojos.

- Buenos días- me dice esbozando una gran sonrisa.

- Buenos días- le respondo sonriendo a su vez- ¿Me puedes soltar?- él niega con su cabeza sin dejar de sonreír- ¡Me comería con patatas esa gran sonrisa!- Piero, por favor, necesito ir a casa. Voy a llegar tarde al trabajo.

- Está bien...- a regañadientes accede a soltarme.

Busco mi ropa por la habitación mientras noto que la mirada de Piero no se aleja de mí.

- Sabes,- dice llamando mi atención mientras recojo el vestido que estaba en el suelo,- pagaría por tener esta visión todas las mañanas de mi vida- pasa sus brazos por detrás de su cabeza acomodándose más en la cama- ¿Pero este tío no tiene que ir a trabajar o qué?- pienso.- Voy a ducharme, ¿estas segura de que no me quieres acompañar?- dice moviendo sus cejas y yo ruedo los ojos.

- Segurísima.

Se levanta y se acerca a mí. Pasa sus fuertes manos por detrás de mi cintura.

- ¿Cómo de segura?- pregunta en mi cuello y las piernas me tiemblan.

- Muy segura- le digo y no estoy segura si lo he dicho en voz alta por la situación.

- Ah, ¿sí?- asiento.- ¿Cuánto de segura?

- Hasta la luna y vuelta- digo y suelta una risa ronca que me hace estremecer.

- Te tendría todo el día en mi cama pero ambos tenemos responsabilidades- dice mirándome a los ojos sin soltarme.- Aunque si tu me dices que mande todo a la mierda, lo haré- dice divertido.

Yo niego con la cabeza y me separo de él terminando de subirme el vestido. Piero entra a la ducha mientras yo llamo a un taxi.

Me da tiempo a pensar detenidamente en lo que he hecho. - No has hecho nada malo, Rocío-, me digo a mí misma y sé que es verdad. Yo no tenía una relación con Michael, simplemente nos veíamos de vez en cuando. No puedo negar que esté coladita de el hasta las trancas, pero me ha dolido que no me cuente un "problema personal" que le ha surgido. Que no haya estado conmigo en San Valentín es lo de menos. Lo que me ha jodido ha sido que no haya tenido la suficiente confianza en mí cuando yo le he contado mil cosas privadas. No me he acostado con Piero a modo de venganza. No. Me gusta Piero, me atrae mucho, es buena persona, amable, guapo y me he enamorado de su sonrisa. Sabe como sacar lo mejor de mí; con Michael me pasa todo lo contrario.

Me aparto de mis pensamientos en cuanto Piero sale de la ducha.

- No tengo coche, sino te acercaría a tu casa- dice Piero apurado.

- Tranquilo, he llamado a un taxi- le sonrío para que se relaje.

- Perfecto- sonríe y a mí se me quitan todas las dudas que tenía.- ¿Quieres un zumo o un café?

- Me apetece un cola-cao- le digo y el abre sus ojos sorprendido.

- ¿Un cola-cao?

- Sí, ¿algún problema?- tengo que buscarle algún fallo; no puede ser tan perfecto como parece.

- ¿Estás de broma? ¡Soy fan número uno del cola-cao!- ahora la sorprendida soy yo.

Vamos a la pequeña cocina y comienza a calentar la leche.

- No te hacía yo un hombre de cola-cao- le digo y ríe.

- No lo era. Ni siquiera de niño pero, ya sabes, cuando en la familia nace un bebé, las casas de todos se llenan de juguetes, comida y cosas de él.

- ¿Tienes hijo?- pregunto con curiosidad.

- ¿Cambiaría algo si te dijese que sí?- pregunta mirándome serio.

- Para nada- no dudo en contestar.

Él sonríe ampliamente.

- Eso dice mucho de ti- dice removiendo los polvos en la leche.- No, no tengo hijos, pero sí un sobrino, Marco- dice con una mirada enternecedora.

- Yo también tengo, ¡y por partida doble! Mi hermana tuvo a dos mellis que vuelven loca a sus padres y a su tía favorita- le digo recordando a mis pequeños mientras bebo de mi taza.

- Los niños te alegran la vida y a todos los que están a su alrededor, pero cuando crecen los padres son los que se llevan todos los disgustos- dice pensativo.

- ¿Tú no le diste disgustos a tus padres?- le digo alzando una ceja.

- Demasiados...- sonríe nostálgico.- Crecí en un pueblecito cerca de Roma, y cuando cumplí dieciséis años me escapé con mis amigos en el coche de uno de ellos a la ciudad. Me cogí la borrachera de mi vida, me besé con más chicas de las que soy capaz de recordar, me peleé con el portero de un bar y otras cosas que me dan hasta vergüenza contarte. Mi padre tuvo que venir a buscarme y me encontró sin camiseta tirado en una plaza- no puedo evitar soltar una carcajada con su historia.

- Así que tienes un pasado de chico malo, ¿eh?

- Sigo siéndolo- dice ahora algo triste.

- Permíteme que lo dude- le digo incrédula.

- Rocío, no sabes nada de mí- me dice ahora serio y debo admitir que me asusto un poco.- Contigo... No sé, soy diferente. No me sale tratarte como trato al resto de mujeres- eso llama mi atención.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- No tiene importancia- dice y se levanta a dejar la taza en una bandeja que más tarde supongo recogerían.

- Sí que la tiene. Eso que has dicho ha sonado muy machista.

- ¡No, no!- dice agitado.- ¡Perdón! No era mi intención, te lo aseguro.

- ¿Entonces?

- Es sólo que... No sé cómo expresarme. Yo no te voy a engañar. No soy hombre de una sola mujer. Me gusta disfrutar de todas ellas y que ellas disfruten de mí - ruedo mis ojos.- Pero contigo no tengo que fingir, sólo ser natural. Creo que eres la única persona fuera de mi familia que logra sacar lo mejor de mí.

Me sorprendo por sus palabras.

- Ahora soy yo la que no sabe qué decir- Piero ríe, se acerca a mí y me abraza.

- No hace falta que digas nada- me dice y de repente suena el teléfono de la habitación.

Él contesta y me dice que mi taxi está abajo. Bajamos y cuando llegamos el me da un suave beso en los labios.

- ¿Quieres que nos volvamos a ver?- me pregunta sin rodeos y le noto algo nervioso.

- Claro- le sonrío y me monto al taxi- Llámame.

Le digo la dirección al taxista y antes de que arranque Piero se acerca a su ventanilla y el taxista la baja.

- ¿Cuánto cuesta más o menos?- el taxista le responde y Piero le da el doble de lo que le ha dicho.

El conductor lo acepta sorprendido cuando Piero vuelve a abrir mi puerta.

- Ya que no te puedo acercar yo mismo a tu casa, la carrera corre de mi cuenta- me guiña un ojo y cierra la puerta.

El taxista arranca y yo aún estoy en shock. Piero parece el hombre perfecto, pero la vida me ha enseñado a ser desconfiada. No quiero decir que me haya dado razones para dudar de él, pero es todo demasiado... Perfecto.

Rocío Y Sus Novios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora