35. Hijo de la luna

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- No entiendo nada- digo confusa.

- Mi padre siempre me quita todo lo bueno que pasa por mi vida- me dice frustrado.- Le odio con todo mi alma, me dan ganas de... de hacer alguna locura.

- Ni lo pienses - le digo seria poniéndome en pie a su lado.- ¿Me has oído? Para empezar, tu padre es tu padre, y eso no va a cambiar. No me gusta que hables de esa forma de él en mi presencia. Es una persona a la que quiero mucho y me duele escuchar que le odias.

- ¿Lo ves? Ya te pones de su parte- dice cruzando sus brazos.

- Yo no me pongo de parte de nadie, Abel. Sólo te digo que yo no voy a soportar estas tonterías inmaduras- le digo alzando la voz y le sorprende verme así.- Si tienes problemas con tu padre, coges y hablas con él para resolverlos, pero no tienes por qué montar un numerito delante de tu familia. Así que ahora vas a entrar ahí dentro,- señalo hacia la casa,- y pides perdón a todo el mundo por lo que acabas de hacer.

- ¿Tienes hijos?

- N-no

- Pues cualquiera lo diría con el sermón de madre que me acabas de meter- me dice y yo intento mantener mi postura seria pero por dentro me estoy muriendo de risa.

¡Me he convertido en mi madre!

- Te estoy hablando muy en serio, Abel.

- No pienso entrar- dice desviando su mirada.

- Tu abuela se ha esforzado por prepararnos una deliciosa comida y no pienso permitir que se la arruines por un arrebato tuyo.

- Me da igual- me dice chulesco.

- Muy bien, pues yo me marcho a mi casa- eso le alerta y me detiene.

- ¡No! Espera, de acuerdo, entraré, pero no te vayas- me suplica.

- ¿Entrarás y pedirás perdón?- pregunto alzando mi ceja derecha.

- No voy a pedir perdón.

- Pues hasta luego.

- ¡Vale, vale! Joder, vale, pediré perdón— dice resoplando.

- Así me gusta- le sonrío revolviéndole el pelo y él se aparta quejándose.

Entramos en el comedor y todos quedan en silencio al vernos. Aún no han tocado la comida. Me entristece muchísimo ver la mirada de Agnes y puedo entender que esto no ha ocurrido sólo una vez.

Me siento a la derecha de Michael y Abel a mi otro lado. Agnes comienza a servir y nadie dice nada aún así que me dispongo a romper el hielo.

- Creo que Abel quiere decir algo- digo llamando la atención de todos y Abel me lanza una mirada matadora.

- Rocío...- murmura Abel.

- Me lo prometiste- le susurro.

El me mira y lucha en su interior decidiendo qué hacer. Finalmente se pone en pie y todos le miran.

- Bueno, yo... yo quería pediros a todos perdón por lo que ha pasado- las caras de sorpresa de todos son para enmarcar- sobre todo a ti, abuela.

Agnes se queda en shock pero finalmente reacciona y le da un beso en la mejilla.

- No pasa nada, mi vida. Venga, ahora siéntate que se te va a enfriar la comida- Abel lo hace y comienza a comer.

Yo le paso a Abel el brazo por la espalda y le doy un apretón.

- Gracias- le susurro y el me da una sonrisa tímida.

- ¿Qué ha pasado aquí?- pregunta Emily sin entender.

- Cosas nuestras, ¿verdad, Abel?- él se encoge de hombros sin levantar su vista del plato.

Creí que sólo era serio conmigo pero ahora veo que es su personalidad.

La normalidad se instaura en la mesa y todos empiezan a ponerse al día de sus cosas.

- ¿Con quién has dejado a Luck?- me sorprendo porque Abel me hable y lo aprovecho.

- Pues siempre que me voy se lo encasqueto a mi amigo Nacho. ¡Pobre Nacho! Es más bueno que el pan. ¿E India? ¿Con quién la has dejado tú?

- La perra está en el veterinario- dice Michael introduciéndose en la conversación.- Está bastante mal, ya le he avisado a Abel que se ponga en lo peor.

Miro a Abel y su labio tiembla. ¿Cómo puede ser Michael tan insensible? Se nota que este chico quiere mucho a su perra.

- ¿Y qué le pasa?

- No sé, algo del estómago- dice Michael encogiéndose de hombros con indiferencia.

- Es el bazo- mira a su padre furioso por hablar así de su animal.

- ¡Ah! Entonces eso no es nada- y Abel cambia su gesto.- El mes pasado le pasó a Luck.

- ¿Y no le pasó nada?

- ¡Qué va! Se lo extirparon y ya ves cómo está ahora, ¡como una rosa!- Abel suelta un suspiro de alivio y me enternece ver que con lo duro que parece sufre por su animal.- ¿No te acuerdas de cuando Luck fue a perseguir a una paloma y tiró a una señora al suelo? Pues fue un par de semanas después- Abel deja sus cubiertos en el plato riéndose a carcajadas.

Yo me río con él y todos nos miran como si hubiesen visto un fantasma.

- Te marchaste sin siquiera despedirte porque la mujer iba a llamar a la policía- dice sujetándose la tripa.

- Pero, ¿vosotros ya os conocíais?- nos pregunta Emily y yo asiento.

- Vivimos en el mismo barrio y solemos coincidir cuando paseamos a nuestros perros- explico.

Noto como Michael me mira sin poder creérselo.

- Vaya, qué pequeño es el mundo- dice el tío Loke y tiene más razón que un Santo.

- Rocío, luego podríamos salir a un parque que hay aquí cerca y te presento a unos amigos que también tienen perros para que te cuenten unas anécdotas buenísimas que les han pasado con ellos- me dice ilusionado.

Nunca lo había visto tan feliz y asiento frenéticamente contagiada por su entusiasmo.

- Tú no vas a ir a ningún lado-le dice Michael y la felicidad de su cara se esfuma tan pronto como apareció.

- ¿Por qué?- pregunto yo.

- Está castigado por suspender.

Abel mira a su plato y no dice nada.

- Bueno, Michael, sólo ha sido una asignatura y está en segundo de bachillerato, tampoco es para ponerse así- le digo quitándole hierro al asunto.

- Si digo que no, es que no- me dice en tono autoritario.

- No la hables así- me defiende Abel.

- ¿Cómo dices?- dice Michael alzando la voz.

Se masca la tragedia.

- Pues eso,- murmura Abel intimidado por su padre,- que ella no te ha hecho nada para que la hables así.

- Tú mejor te callas que me tienes contento.

- Michael, cálmate, por favor- le digo.

- No quiero, es la verdad. ¿Cómo pudiste suspender precisamente esa asignatura? Eso te pasa por ser un vago. ¡Eres suizo, joder! Tendrías que dominar el alemán.

- Yo de suizo tengo lo que tú de feliz...

- ¡Ya está bien! Sube a tu cuarto ahora mismo y de ahí no salgas- grita Michael y Abel se pone en pie bruscamente y se marcha.

El silencio vuelve a la sala.

Rocío Y Sus Novios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora