XXVI. Kath, I'll never forget you.

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Bueno, este es un capítulo pasado, o sea, un recuerdo, por así decirlo. Significa que es algo que pasó antes de que Al y Ed se conocieran, pero es vital para lo que sigue. Puede que por ahora no entiendan mucho qué tiene que ver esto con la relación, o mejor dicho, triángulo entre Al, Ed y Megan; pero les aseguro que tiene MUCHO que ver. 



Acaricié su cabello negro lentamente, fijándome en las paredes del hospital. Si estuviésemos en otra ocasión, otro tiempo, de seguro ella se hubiese reído y hubiese comprado pintura azul y verde; y me hubiese invitado a alegrar el ambiente, pintando la habitación de esos colores, mientras su dulce y un poco infantil voz cantaba Bohemic Rhapsody a todo pulmón. 

Pero no. Ella ahora no podía hacer eso. Tal vez después sí, si eramos optimistas. El doctor no nos había dado muchas esperanzas, pero tampoco nos las negó. Ella podría sobrevivir. 

Y yo sabía que ella lo iba a hacer. Porque la conocía. Ella era fuerte, más fuerte que el campeón de boxeo mundial, incluso. 

O tal vez yo pensaba eso porque no podía vivir sin ella. Porque no me imaginaba cómo sería el mundo sin su dulce risa, sin sus juguetonas caricias, sin su alegría, sin ella. Tal vez por eso me daba falsas esperanzas.


—Oh, vamos, Edddy, no llores — sentí su mano secar la lágrima que se había escapado.

—Kath, despertaste —susurré. 

—Claro que sí, tontito, claro que sí — su sonrisa era contagiosa, pero débil.


Recodé por un momento a la Kath de hace unos meses, cuando los dos pasábamos las tardes paseando por los parques en bicicleta, haciendo excursiones al bosque o simplemente quedándonos en su casa o en la mía, comiendo comida no muy saludable y jugando vídeo juegos, viendo de nuevo La Cenicienta, La Sirenita y todas esas películas de princesas que a ella le encantaban, aunque mil y una veces le dijera su madre que era demasiado grande para eso. 


— ¿En qué piensas? —dijo, sacándome de mis pensamientos.

—En ti —respondí sin dudar. Sus mejillas se tornaron rosas, lo cual destacaba mucho en su pálida piel. 

— ¿Y qué pensabas sobre mí?

— Recordaba la vez que te fui a besar y por equivocación terminé con todo el helado sobre mí.

—Fue demasiado gracioso —se rió débilmente—. Y cuando te intentaste limpiar lo único que hiciste fue empeorarlo todo.

— Soy un desastre, y lo sabes bien —admití. 

— ¿Te acuerdas de aquella vez  en la que comiste tantas fajitas antes de la feria que cuando salimos de la montaña rusa tuviste que vomitar?

—Ni me lo recuerdes —reí— Fue espantoso.

—¿Y en el baile de celebración del Instituto? Me pisabas a cada rato.

—Sí, soy un pésimo bailarín. Pero tú regaste el champán en la chaqueta del profesor de química.

—¡No se dio cuenta! 

—Eso dices tú. Yo creo que sí.

—Sabes, desearía volver a  esa noche.

Bloodstream - Ed SheeranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora