-No voy a llevar pervincas en el chaqué, Anna- se ríe Patrick, levantándose del brazo del sofá en el que estoy sentada. Empujo mi labio inferior hacia fuera y junto las cejas en la perfecta pose del cordero degollado.
- Por qué... - lloriqueo. Sé perfectamente que si fuera por él, se casaría en vaqueros. Pero yo no. Llevo organizando esta boda dos meses y todavía no he decidido nada aparte de las pervincas. Pervincas por todas partes.
- Porque no quiero ir a juego con los centros de mesa- se inclina para besarme en los labios.
- No vas a ir a juego con los centros de mesa, vas a ir a juego conmigo- sonrío y tiro de su camiseta para acercarlo a mí. Apoya ambas manos en los brazos del sofá para no perder el equilibrio y me besa de nuevo.
- Es lo mismo, ya que has decidido que no haya más que violetas en nuestra boda.
- Son pervincas- le muerdo la nariz- Idiota.
- Eh!- se aparta riendo- No me culpes a mí. Llevas cambiando de opinión sobre la decoración... Ni se sabe. No me extrañaría nada que mañana dijeras que quieres celebrar la boda en la playa- dice sarcásticamente, y yo levanto los ojos de la revista de novias que estaba leyendo, iluminada. Patrick lee mi expresión y enseguida se echa atrás.- Era broma, mi vida. No tenemos tanto dinero.
- Lo paga mi padre, Salgado- respondo mordazmente, volviendo a mi revista. Le oigo respirar hondo.
- Pienso devolvérselo.
- Pues buena suerte- digo, y ambos sabemos que es verdad. Cuando anunciamos nuestro compromiso, el viejo coronel Mjaanes hubiera vendido la pierna que le quedaba para que el resto de nuestra vida no tuviéramos que preocuparnos por el dinero. A Patrick, aun conociendo a mi padre desde niño, le despertaba el estúpido orgullo varonil y se empeñaba en devolvérselo algún día. Por mí, mi padre podría haberme comprado las Bahamas. Jamás iba a comportarme como si le debiera nada en absoluto. La casa, por ejemplo.
- Por cierto, me he pasado por la iglesia esta mañana- Patrick me saca de mis pensamientos. Le dirijo una mirada cautelosa, pero no parece abatido. Las últimas veces que se ha pasado por allí para pedir fecha, el cura le daba largas. No es muy agradable tener que casar a la chica que salió con el yonki del barrio con el bueno de Patrick Salgado.
- Te han dado fecha?- pregunto sin rodeos. Sus ojos azules me miran divertidos, como cuando éramos críos y tenía que anunciarme algo importante.
- Nos casamos en un mes y medio, señora de Salgado- sonríe con todas sus ganas y yo me levanto del sofá para saltarle encima, chillando. En realidad, me alegra más verle tan ilusionado que la propia idea de casarme en un mes, que me aterroriza. Sobre todo porque solo he elegido las flores. Y la iglesia.
- Verás cuando lo sepa mi madre- le aprieto los mofletes entre mis manos, aunque sé que lo odia.
- Oh, eh...
- Lo sabe ya?- se me desinfla el globo de felicidad que tengo en el pecho. Me caso en un mes y mi madre lo sabe antes que yo?
- Ella ha venido conmigo, en realidad- doce mirando al suelo. Levanto una ceja, no necesito preguntar para saber que mi padre también ha ido. Y que si tengo fecha para mi boda es por su dinero. Por supuesto.
- Cuánto le habéis pagado al cura?- vuelvo a poner los pies en la alfombra y me dirijo a la cocina, me arde la cara de verguenza.
- Anna, nadie ha pagado a...
- Va, Patrick, coño. No nací ayer- me coloco en jarras y espero a que hable. No aguanta mucho bajo presión.
- No sé cuánto le ha pagado- se rinde finalmente y se deja caer en una de las banquetas blancas mientras juguetea con los gemelos de su camisa, nervioso- Sabía que te cabrearías, por eso no ha querido que yo estuviera delante cuando ha hablado con el párroco. Sabe que te lo cuento todo- trata de dirigirme una sonrisa a modo de disculpa.
- No cuela, Salgado.
- Te juro que no he visto si le ha pagado.
- Pero sabes que lo ha hecho.
- Anna...- se pasa las manos por la cara, tratando de razonar. Patrick no es alguien que adore discutir, de hecho, no sabe reaccionar ante un enfrentamiento- Creí que sería más fácil si venía tu padre. Estaba harto de esperar- se levanta y me coge la mano.
- Eres idiota- sonrío y dejo que tire de mí hasta que mi pecho y el suyo están completamente pegados.
- Y tú la mejor novia del mundo.
- Pelota.
- Ya- se ríe y baja la cabeza para besarme- Tengo que ir al taller, me han dicho que tendrían el coche para hoy por la tarde.
- Vale, pero mañana te toca la cena- le señalo con el índice y me lo besa antes de irse corriendo.
Me encamino hacia la nevera contando los días en mi cabeza. Un mes y medio... Eso hacen cuarenta y cinco días. Qué día es dentro de cuarenta y cinco días? Mis ojos vuelan hacia el calendario colgado en la pared. Entonces, dejo resbalar la mano que había estado agarrando el mango para abrir la nevera y el pulso comienza a disparárseme. Cuarenta y cinco días. Once de mayo. Se me acelera la respiración, me agarro a la encimera para comprobar que hay algo real aparte de mi opresión en el pecho. Once de mayo. El día en que el corazón de Noah Verti dejó de latir. Por mi culpa.Los recuerdos me asaltan delante del tomate cherry que trato de cortar en cuadrados perfectos para la cena y no sé lidiar con ellos. Hace horas que Patrick salió y no puedo librarme de la imagen de Noah en el callejón. El Noah de hace cinco años, temblando, empapado en sudor. El Noah del que huí como una cobarde, sin plantearme que lo estaba dejando a su suerte, sin poder hacer más que llorarle al técnico de emergencias que me atendió, ladrarle la calle en la que lo había dejado y ahogarme llorando aquella noche. Sin el valor de llamar o de ir a visitarlo al hospital, y sin embargo, acudiendo allí como una cobarde para vigilarlo tras la enorme cristalera de la UVI y preguntar por él en secretaría hora sí y hora también. Borrando su número y cambiando de móvil, guardando en cajas todos sus estúpidos regalos comprados con dinero sucio. Empezando a verme con Patrick cada vez más hasta que el compromiso se hizo inevitable y planeando mi boda apenas hacía dos meses. Sin mirar atrás. Mi boda. La que menproducía temblores solo de pensar en ella. No sabía si iba a ser capaz de decirle a Patrick el sí quiero el mismo día en que Noah murió en la UVI por sobredosis. Si lo pensaba bien, parecía una especie de hoguera de San Juan egoísta y mala. Pero no era lo que había hecho con Noah y con todos sus recuerdos? Arrojarlos a la hoguera?
Destruir sus recuerdos no significa dejar de amar,me recuerdo a mí misma.
Cómo se supone que iba a casarme si el simple recuerdo de mi primer amor me nubla por completo?
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Agujas
RomanceAnna Mjaanes está a punto de casarse, vive en una casa con los gastos pagados y cree que su pasado jamás volverá a molestarla. Sin embargo, cuando una noche recibe una alarmante llamada para que acuda a casa de la hermana de Noah Verti, vuelve a ver...