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-Ni siquiera ha venido a verme todavía- mi voz adoptó el tono de niña pequeña que Patrick no soportaba. De hecho, me dirigió una mirada exasperada y se dejó caer en el sofá de visitas de mi habitación de hospital.
- Anna, no seas cría. Tendrá cosas que hacer. Además, tú solo has tenido una crisis de ansiedad con un ataque de asma- levantó una ceja rubia y subió los pies, tumbándose a lo largo. Me crucé de brazos.
- Es mi hermana, Patrick.
- Y vino a verte cuando te ingresaron, la culpa es tuya por haber estado inconsciente- sonrió y me guiñó un ojo. Me mordí la lengua al recordar la noche del viernes, cuando las manos de Noah fueron reemplazadas por unas frías que me tomaron el pulso, me metieron medicación intravenosa y me cambiaron de ropa antes de instalarme en la habitación 34. Cuando desperté, no había ni rastro de ninguno de los dos Verti. Trataba de convencerme a mí misma de que había sufrido una crisis nerviosa tan fuerte por los nervios de la boda, que lo había soñado todo. Pero la imagen de Noah rodeado de cristales en la habitación de Marco me quemaba en la retina. No se supone que el cerebro olvida los sucesos traumáticos?
- Ha venido una chica a verte esta mañana, pero no he querido despertarte- comentó de pasada, levantándose del sofá para ayudar a la enfermera que en aquel momento entraba con mi merienda. Todo un caballero. La enfermera le correspondió con una dulce sonrisa y un traspiés que hacía notar el efecto que había causado Pat sobre ella. Puse los ojos en blanco.
- No se puede ni ser amable- bromeé, y él se giró para ver de qué hablaba. Antes de irse, la enfermera le dirigió otra mirada encendida.
- Ten- respondió, tendiéndome la bandeja que acomodé entre las piernas.
- No finjas que no le has mirado el culo- comenté medio divertida mientras partía una galleta. Sus inocentes ojos azules parpadearon un par de veces antes de responder.
- Qué?
- La enfermera. Te ha echado una mirada...
- No- sacudió la cabeza- Solo la he ayudado- me miró confuso. Solté una carcajada.
- Solo es una broma, Pat- dije, haciendo migas la galleta- Quién has dicho que ha venido a verme?
- Eh?- me miró como si estuviera hablando en ruso. Obviamente no me estaba prestando atención.
- La chica. Has dicho que...
- Ah, sí. Solo dijo que se llamaba Valentina y que fueras a verla cuando estuvieras mejor. Francamente, me parece algo maleducado- dijo como para sí- Si tú has estado enferma, debería ser ella la que fuera...
- Valentina?- murmuré, repentinamente nerviosa. El monitor que seguía mis constantes vitales emitía pitidos cada vez más seguidos.
- Toma- se sacó un papel arrugado del bolsillo y me lo dio- Dijo que aquí iba su dirección.
Tomé el papel procurando no temblar. Fracasé estrepitosamente. Lo escondí dentro de mi puño derecho y sonreí a mi prometido como si nada. Él me devolvió la sonrisa y me acarició el dorso de la mano.
- Voy a ver si pueden cambiarte la medicación- se levantó- Parece que esta te dispara el pulso- salió de la habitación y me dejó sola con mis demonios. Clavé la mirada en la mano que escondía la nota de Valentina. Bueno, obviamente no era su dirección. Para qué iba a quererla de nuevo? Me la había dado ayer al llamarme por teléfono. No, definitivamente era otra cosa. Y me aterrorizaba abrirla.

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