Missed call

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El líquido marrón lanza destellos al deslizarse desde el fondo del vaso hasta mi garganta. Jamás he soportado el ron, y mucho menos beberlo directamente desde la botella, pero era todo el alcohol que tenía en casa y realmente lo necesito corriéndome por las venas para hacer lo que tengo que hacer. Respiro hondo y trato de no estremecerme con el sabor amargo de la bebida. Mi padre tiene razón, soy una niñata en cuanto a estos temas: nunca he sabido beber y me asquea el sabor del "licor de verdad", como él lo llama.

Siento las lágrimas presionarme los párpados, aunque no estoy muy segura de si se trata de una reacción normal por enterarme de que mi prometido me engaña o es por el sabor agrio y asqueroso del ron. Mis dedos tiemblan al agarrar el móvil que descansaba sobre la mesa hasta hace un minuto, no son capaces de soportar su peso y lo dejan caer estrepitosamente. Aprieto los dientes y me obligo a tragar otro chupito del licor, hasta que empiezo a marearme y tengo que cerrar los ojos y descansar la cabeza sobre la mesa de la cocina.

Hace ya más de tres semanas que Patrick se fue de casa, aunque, haciendo honor a su costumbre de ser el perfecto caballero, ha seguido visitando a mi madre, interesándose por mí sin llegar a ser insistente. Me extraña que mi padre no lo haya echado de casa en ninguna de las ocasiones en las que él ha ido a verlos, supongo que no les habrá mencionado el asunto de los cuernos. Claro, porque los cuernos no se cuentan. Al menos no a tus suegros.

Abro los ojos de golpe y las lágrimas me abrasan las mejillas.

Patética, me repito a mí misma, mírate. Emborrachándote porque no te atreves a llamar para cancelar definitivamente la boda.

Papá podría llamar. Claro que podría, él es fuerte. Él no necesitaría el empujón del alcohol, él estrangularía el teléfono y cancelaría la boda con tan solo cuatro palabras. Y nadie se atrevería a preguntarle por el tema, nunca más. Pero yo no. Yo no puedo soportar las preguntas y la cara de decepción de todo el mundo. La crítica silenciosa que me golpearía cada vez que fuera a visitar a mis padres, a mi familia. Y las palabras que todo el mundo querría tener el valor de pronunciar.

Solo era cuestión de tiempo que le perdiese. Era demasiado bueno para ella.

Fue él, me gustaría gritarles. Me engañó. Pero eso no es del todo justo. Yo tampoco he dicho siempre verdades. Yo jamás he sido la novia perfecta. Yo no soy la víctima, de acuerdo, pero Patrick tampoco lo es. Sin embargo, todos creerán que sí.

Y para colmo de males, ni Ulisa ni Noah han dado señales de vida en todo este tiempo. He estado tentada de presentarme en su casa en varias ocasiones, pero no quería reavivar la culpa ni tratar de hacer de él mi pañuelo de consolación. Sé que débil como estoy no tardaría en arrojarme a los fuertes brazos de Noah, así de pusilánime soy. Sobre todo si él actúa de esa manera cuando está conmigo, como si ... Como si no hubieran pasado cinco años. Como si siguiera siendo mío.

Me tapo los ojos con las manos y el mareo se intensifica todavía más. Dios mío, Anna, no se trataba de emborracharse, se trataba de beber lo justo para sacar el valor que te falta, estúpida. Aparto el vaso, ahora vacío, pero no calculo la distancia y acaba estrellándose contra el suelo. Perfecto.

Agarro la botella por el cuello y bebo un trago largo. Como siempre, una vez me acostumbro, el sabor no es tan malo. De hecho, ni siquiera es malo. El móvil marca el número de Patrick y me aprieto el aparato contra la oreja ensayando las palabras en mi mente. Patrick, lo siento, pero se ha acabado. Esto está más que muerto y.... No, no puedo decirle eso. Bebo otro trago en lo que el teléfono da señal e inmediatamente siento la cabeza embotada. Me extraña incluso haberme acordado del número de Patrick con este mareo.

- Sí?- al fin, una voz grave y baja me responde al otro lado de la línea. Al fondo se oyen ruidos y gente que vitorea algo que no logro comprender.

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⏰ Última actualización: Nov 22, 2015 ⏰

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