Me despierto del sueño más vívido que he tenido en meses con el pecho empapado en sudor y las manos agarrotadas aferrando las sábanas de papel del hospital.
Ostia. Joder. Repaso todo el diccionario de improperios en voz baja para no despertar a Patrick, que duerme en el sofá de la habitación como un bendito.
Me paso las manos por el pelo húmedo, asqueada. No sé cuántos días llevo sin lavármelo, pero desde luego, sudar de esta manera no ayuda. Respiro profundamente hasta quince veces para que mi respiración vuelva a ser normal. Echo un vistazo al monitor que controla mis constantes vitales: apuesto a que no tardará mucho en aparecer la enfermera de turno a preguntar el motivo de que se me hayan disparado.Tal y como se lo cuento, señorita enfermera. Ha sido por un recuerdo demasiado real. Me dejo caer en la cama con las manos cubriéndome los ojos. Noah Verti está vivo. Revivo las imágenes del sueño deseando que solo fueran eso: un sueño, y no hubieran pasado de verdad.
Pero sí pasaron. A Marco sí le pilló la policía y Noah sí me pidió ayuda para sacar a su hermano pequeño de comisaría donde estaba retenido. Y yo sí robé uno de los relojes de mi padre, como tantas otras veces le había quitado dinero de la cartera o lo había sacado del cofre que guardaba mi madre en su cajón de la ropa interior. Había robado tantas veces de mi propia casa para ayudar a Noah con los problemas en los que se metía que podría haber forrado la habitación del hospital entera con todos los billetes que le di. Evito pestañear mirando fijamente el techo, para impedir que las lágrimas salgan.
Mi padre acabó por darse cuenta, por supuesto, pero no mi madre. A ella podría haberla estado robando tranquilamente catorce meses más. No tuve valor para explicarle que mi novio necesitaba el dinero para pagarse la cocaína y drogas varias, como descubrí que había estado haciendo mientras me mentía sobre amigos cabrones que le habían dejado deudas o que no le llegaba para el alquiler. En definitiva, había estado robando tantísimo dinero para que Noah pudiera meterse su dosis diaria, y de paso pagar a la gente con la que tenía deudas antes de mí.
No quería ni recordar cómo acabó todo aquel juego maldito el día en que descubrí dónde había acabado mi dinero.
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Agujas
RomansaAnna Mjaanes está a punto de casarse, vive en una casa con los gastos pagados y cree que su pasado jamás volverá a molestarla. Sin embargo, cuando una noche recibe una alarmante llamada para que acuda a casa de la hermana de Noah Verti, vuelve a ver...