Cuernos

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- Estoy en casa! - grito según cruzo el umbral del chalet. Nunca una frase escondió tanta mentira como esa. Esta no es mi casa, no lo ha sido desde el momento en el que puse un pie en ella, cuando mi padre quiso sorprenderme trayéndome aquí por primera vez, para que admirara el lugar, el escenario perfecto para jugar a tener la vida que ellos siempre quisieron que tuviera. Durante los primeros meses, me esforcé de verdad en que pareciera confortable, en que mi pantomima tuviera algunas dosis de calidez en forma de objetos conocidos que me hicieran sentirme más yo misma y menos Barbie en la casa de tus sueños. Compré cortinas de color lavanda y llené de mantas suaves el sofá de piel negro, me encargué de que el comedor estuviera salpicado de fotos mías y de Patrick, solos o por separado, con amigos y con familia, con el objeto de sentirme menos sola. Da miedo pensar que lo hice por eso, pero he decidido acabar con eso de ocultar mis verdaderos motivos desde que Ulisa ha convertido mi vida en una carrera contrarreloj. Desde que ha vuelto a aparecer en mi vida, no sé cuándo esta va a poder acabarse, así que necesito dejar de mentirme a mí misma. Y el primer paso es reconocer que nunca me he sentido yo misma cuando estoy en esta casa. Sin embargo, quiero a Patrick, o creo quererle. El lugar debería dar igual si estás con la persona a la que quieres, no es así?

De pronto me asaltan imágenes de la casa de Noah en la que estuve viviendo seis meses, la casa de sus padres, el diminuto piso sin calefacción en el que viví las mejores semanas de mi vida con él. Mafias  aparte, claro está.

- Mi vida, estaba muy preocupado- Patrick casi me aplasta entre sus brazos apenas dejo las llaves en el mueble de la entrada y me siento tentada de contarle lo que ha sucedido con Ulisa en casa de Noah. Me contengo, porque sé que contarle que he sido chantajeada por un mafioso para sacar su dinero sucio de Irlanda antes de que le condenen por evasión de capitales en casa de Noah sería demasiado para él. Estallaría de preocupación. Además, hablar de Noah significaría contarle que ha vuelto, y Dios sabe cómo se pondrá entonces. No puede ni oír hablar de él.

- Qué te ha dicho el médico?- me agarra los hombros escrutando mi rostro detenidamente. Levanto dos dedos para calmarlo y sonrío un poco.

- Está todo bien, Patrick, tranquilo. Ha sido una bajada de azúcar- miento con todo el descaro mientras me deshago suavemente de su abrazo y subo las escaleras de dos en dos. Mentir nunca ha sido mi problema, pero él me conoce demasiado bien. Al fin y  cabo, sigue siendo mi mejor amigo, siempre lo ha sido, incluso cuando estaba con Noah.

Escucho las lentas pisadas de Patrick avanzar por el pasillo mientras me cambio a la velocidad del rayo. Por alguna razón, me incomoda que me vea desnuda a pesar de que lo ha hecho durante cinco años. Me paso el camisón morado por los hombros y me saco los vaqueros a patadas antes de correr hacia el baño y cerrar la puerta. Apoyo mi frente en el espejo de cuerpo entero que hay detrás de la puerta. Qué pasa conmigo? Si actúo de manera tan extraña va a sospechar. Bueno, quiero decir más de lo que lleva haciendo estos días.

La aparición de Ulisa me ha hecho caer en la cuenta de que mi vida podría acabarse o cambiar drásticamente. Si no conseguimos lo que él quiere, probablemente enviará a alguien para que nos incruste una bala en el cerebro, y si sale mal, lo más seguro es que acabe en la cárcel por cómplice. Tengo muy poco tiempo antes de que reciba órdenes del mafioso y mi vida cambie de manera radical, y necesito empezar a ser sincera conmigo misma y con los demás. Y necesito salir de esta casa.

- Anna, estás bien?- la voz de Patrick suena muy cerca de la puerta, así que abro con la mejor de mis sonrisas y sacudo la cabeza de arriba abajo.

- Sí, necesitaba lavarme los dientes. Ya sabes lo maniática que soy.

La peor excusa de la historia.

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