La primera vez que vi a Noah, le tiré un balón a la cabeza. Literalmente. Él estaba entrenando con el equipo de rugby y yo estaba ensayando el número de combas con el mío cuando escuché una voz grave y rota desde el otro lado del campo.
- Rubia!
No me giré, por aquel entonces yo tenía el pelo castaño y no decolorado en las puntas como ahora. De ninguna manera aquel grito podía haber estado dirigido a mí. Entonces, volví a escuchar "rubia!" a todo pulmón. Extrañada de que ninguna de las demás se hubiese dado por aludida, me di la vuelta, más por curiosidad que por otra cosa.
- Me pasas la pelota?!
Resultó que la voz rota era de un armario que pasaba el metro ochenta y llevaba el pelo cortad en una mohicana. Vestía unos pantalones cortos grises y una camiseta negra que dejaba a la vista un buen trozo de su torso y sus brazos marmóreos. A pesar de estar a más de veinte metros, no pude evitar notar que rezumaba sexo por cada uno de sus poros. La manera que tenía de protegerse del sol formando una visera con la mano sobre los ojos era indudablemente sexy, sin olvidar aquella voz raspada que me había hecho darme la vuelta. Pestañeé un par de veces, incapaz de quitarle los ojos de encima. Él levantó entonces la mano con la que se hacía de visera y la sacudió en el aire.
- Eh, rubia! A tu derecha!- me indicó, señalando con el dedo. Abrí la boca levemente y me señalé, incrédula.
- Yo?
Él se pasó las manos por la mohicana, exasperado por mi lentitud.
No hagas eso otra vez, pensé, o la pelota no va a ser lo único que te lance a los brazos.
Avancé hacia el balón de fútbol que resultó estar a solo unos metros de mis zapatillas blancas, y lo recogí. Cuando levanté la vista, el sex-symbol se había puesto en jarras, esperando que yo se lo lanzara. Me mordí el labio. Era bastante descoordinada para lanzar balones, pero ir andando hacia él solo alimentaría la imagen de lenta mental que tenía ya de mí, podía verlo en sus gestos de desesperación. Así que respiré hondo y lancé la pelota, propinándole una brutal patada con la izquierda que la mandó directamente al otro lado del campo.
La sonrisa de orgullo me duró hasta que vi cómo le golpeaba la cabeza antes de que él pudiera pararlo.Muy bien, Anna, la primera vez en tu vida que consigues darle bien a un balón y resulta que decapitas a un tío bueno.
Corrí hacia él inmediatamente, más preocupada porque mi torpeza no hubiese desfigurado aquel rostro de dios del sexo que por otra cosa.
- Joder, rubia! Así es como tratas a todos los que te piden un favor?- dijo tapándose aún la cara con la mano derecha. Aun habiendo sido mi culpa, mi instinto de puntillosa me obligó a responder.
-Me llamo Anna, no rubia. Ni siquiera soy rubia, soy castaña- apostillé apartándole la manaza para que me dejara ver si tenía algo serio.
- Tranquila, fiera- me sonrió con todos los dientes e inmediatamente mis labios se estiraron para devolverle la sonrisa- Tu nombre es tan bonito como tu cara?- me guiñó uno de los ojos marrones e inmediatamente se me disparó una ceja hacia arriba. Iba bien hasta que soltó el piropo barato, pero la manera de acercar su cuerpo ligeramente al mío me dificultaba la respiración. Este tío era magnetismo puro.
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Agujas
RomanceAnna Mjaanes está a punto de casarse, vive en una casa con los gastos pagados y cree que su pasado jamás volverá a molestarla. Sin embargo, cuando una noche recibe una alarmante llamada para que acuda a casa de la hermana de Noah Verti, vuelve a ver...