Adolescentes

26 3 0
                                    

A que no sabías que podían explotarte cosmos enteros y galaxias infinitas en la boca?

Pues pueden. Joder que si pueden.

Bueno, esto no puede estar pasando. Ahora mismo algo del mundo exterior reclamará mi atención. Seguro. Esto no está pasando. Debería superarlo ya. No tengo su mano derecha en la nuca y su mano izquierda descendiendo mi espalda. Y tampoco noto su respiración entremezclarse con la mía, y debería dejar de creerme estas cosas que parecen tan reales porque...

Ay, eso lo he sentido. Me ha mordido el labio.

- Quieres subir?

De verdad esas palabras acaban de salir de mi boca?

Noah se separa lo justo para responder.

- Por favor.

Es el gruñido gutural de su voz lo que acaba de convencerme del todo. Busco a tientas las llaves de casa de mis padres en mi bolso gigantesco. Aborrezco los bolsos pequeños, pero ahora mismo odio el mío todavía más, ya que con lo grande que es, no encuentro nada. Mi mano sigue metida en las profundidades de mi bolsa de viaje de Mary Poppins cuando noto mi espalda golpear la puerta de la entrada.

- Espera...- tengo que obligarme a decirle que pare para poder abrir la puerta. Al darle la espalda, me aparta todo el cabello hacia un lado y empieza a besarme el cuello, acercando mis caderas a las suyas con ambas manos. Noto cómo la consistencia de mis rodillas pasa a ser gelatina. Consigo abrir la puerta a duras penas y me giro inmediatamente, volviendo a encontrar sus labios con los míos. Noah me rodea con un brazo y con el otro cierra la puerta mientras me conduce casi a ciegas a la escalera donde me subo a su cintura como si fuera un koala, sin dejar de besarlo. Al subirlas, nos tropezamos un par de veces, tiramos un par de cuadros y nos reímos de todo eso cada uno en la boca del otro antes de llegar al descansillo del piso de arriba. Me bajo y le tomo de la mano, guiándole hacia mi antigua habitación, a pesar de que conoce perfectamente el camino.

- Anna...- susurra contra mi oreja cuando nos dejamos caer sobre mi cama. Empiezo a quitarle la camiseta azul con impaciencia, mientras me saco la mía por encima de los hombros y las aparto a un lado. Noah se queda por un momento perplejo, extrañado de que sea yo quien tome el control de la situación: hace cinco años esto era impensable. Me acaricia el abdomen suavemente antes de bajar a los botones de mis vaqueros, besándome la piel bajo la oreja como si no fuera a verme nunca más. De pronto, se queda helado. Busco su boca, pero no me responde.

- Noah..

-Shh- descansa un dedo sobre mis labios y yo frunzo el ceño. No sé qué puede ser más importante que esto.

- He oído un coche- vocaliza sin sonido alguno. Salto de la cama y miro por la ventana para descubrir el coche de mis padres aparcando delante de la casa. Mierda. Me doy la vuelta y mi camiseta me ciega por un momento. Noah me lanza también mi chaqueta y mis sandalias, y se viste a una velocidad solo comparable a las carreras de motos. Mi mirada se cruza con la suya por un momento, y no podemos evitar reírnos de la situación. Parecemos adolescentes. Vuelvo a mirar por la ventana para averiguar si van a entrar por la puerta principal o por el garaje, y lo que veo me corta la respiración unos segundos. Del coche de mis padres acaba de bajarse Patrick.

AgujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora