Oigo la puerta de casa cerrarse, sacándome de mi espiral de recuerdos y obligándome a volver a la realidad. Los tomates cherry me reclaman.
- Anna? - Patrick me llama suavemente desde el recibidor. Tal y como es él, puro algodón de azúcar de los pies a la cabeza. Su tono de voz sería el apropiado para dormir a una cría de gato, pero me gusta pensar que su voz me hace sentir segura. En realidad, que él me hace sentir segura. Entra en la cocina y me sonríe desde el marco de la puerta, pasándose la mano por la mejilla. Conozco a Pat desde que éramos críos, por eso no me acostumbro a verle con barba, aunque sea la escasa pelusa que le cubre el mentón.
-Hola, señora de Salgado.
Le sonrío sin ruborizarme como los primeros días que empezó a llamármelo.
- Hola, guapo.
- Qué haces?
- No lo ves? -levanto el cuchillo- Estoy asesinando un tomate.
Patrick levanta ambas cejas rubias y se acerca con aire divertido. Me rodea con sus brazos y yo descanso mi cabeza en su hombro mientras me aparta el cabello encrespado por la humedad para besarme el cuello.
- Te ha dicho tu padre que hay que ir mañana a la cena de embajadores?-murmura contra mi piel.
- Hablarme de mi padre es una buena forma de cortarme el rollo, Pat- contesto riéndome. Me giro para verle la cara de confusión.
- No te lo había dicho entonces?
Suelto un bufido y arrugo la nariz.
- No quiero ir. Será un coñazo. Además, tú te llevas mejor con mis padres que yo- digo, arreglándole el cuello de la camisa azul. Es completamente cierto. Aparte de que a ellos les encante Patrick por ser correcto, educado, encantador e inteligente, mi novio y mis padres hablan el mismo idioma. Un idioma que no es el mío, aparentemente.
- Tonta - sonríe, y le beso rápidamente antes de volver a los tomates. Observo a Patrick mientras pone la mesa para los dos en la cocina que ha pagado mi padre, a pesar de mis rabietas, enfados, portazos y amenazas de cortar toda relación con ellos si lo hacía. Sin embargo, no hablo su idioma, así que hizo lo que le dio la gana. Como siempre, por otra parte. Y así fue como terminé viviendo en una casa pagada por mis padres (a pesar de que lo disfrazan en forma de crédito) con mi mejor amigo de la infancia, que resulta que es también el mejor amigo de mis padres. Miro el cuchillo con serias intenciones de convertirme a mí misma en los daditos de cherry que tengo al lado.
En realidad, no está tan mal si no tenemos en cuenta que no he conseguido nada en la vida sin ayuda de mi padre y de su posición privilegiada en el gobierno, como dice mi madre. Bueno, es otra forma de decir que es ex militar y que se ha cargado a más gente de la que recuerda.
- Anna?
- Dime.
- También asistirá Ulisa- murmura sin mirarme. Levanto la vista de la tabla de madera donde corto tomates. Le suplico con la mirada que lo desmienta. Que diga que ha sido una broma de mal gusto y que siente haberme asustado de esa manera. Pero no lo hace. Primero, porque Patrick no hace bromas de ese tipo. Y segundo, porque solo era cuestión de tiempo.
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Agujas
RomanceAnna Mjaanes está a punto de casarse, vive en una casa con los gastos pagados y cree que su pasado jamás volverá a molestarla. Sin embargo, cuando una noche recibe una alarmante llamada para que acuda a casa de la hermana de Noah Verti, vuelve a ver...