(Narra Noah)
Al parecer nos quedamos dormidos en el sofá después de haberle dado al tema. Tenía a Kilian a un lado y la verdad, me daba vergüenza recordar todo lo que pasó. Kilian mostraba una cara de tranquilidad y ternura que me provocó una sensación de paz absoluta. Sabía que tenía que levantarme. Puede que sus padres no fuesen a llegar aún, pero no era excusa para estar durmiendo toda la mañana. Me levanté poco a poco para no despertar a Kilian, moviendo sus brazos poco a poco y situándolos en el sofá. Una vez fuera del sofá me vestí con mi ropa que estaba esparcida por el suelo, menos la camisa negra.
Me dirigía al baño cuando vi a Pelusa entrar al cuarto de Kilian, dejando su puerta entreabierta. No sé muy bien por qué, pero me desvié de mi trayecto para entrar a su habitación. Una vez dentro me fijé en lo ordenado que estaba todo y limpio.
— ¿No me digas que preparaste toda tu habitación ayer para...? —Hablé solo, mientras pasaba la mano por las sábanas oscuras de su cama.
Me senté en su cama acariciando a Pelusa, el cual se había posicionado encima de la cama para dormir. Pelusa se llevaba bastante bien conmigo y eso me hacia feliz, ya que en la casa parecía que no se llevaba especialmente bien con nadie. Dirigí mi mirada hacia su escritorio, estaba lleno de libros, Kilian parece ser que había aprovechado al máximo los días de festivos por Navidad. Me acerqué a ver qué obras estaba leyendo.
—Así que Kafka, ¿eh? — Dije mientras alzaba uno de los libros.
Para mi sorpresa cayó del libro un pequeño sobre que se me hacía muy familiar, y se me hacía familiar porque lo reconocí de inmediato... era mi carta a Alba.
La recogí del suelo para inspeccionarla. Estaba algo arrugada y muy desgastada, por lo que saqué en claro que Kilian la había releído muchísimas veces. Empezó a llenarme un sentimiento de ira, Kilian no tenía ningún derecho a llevarse esa carta consigo, la carta que era para mi hermana. El hecho de que la carta estuviese arrugada y hecha un desastre solo hizo que me enfadase aún más. Quería salir de la habitación y gritarle que le odiaba, que no quería volver a verle nunca más. Pero simplemente dejé la carta en el suelo y fui en dirección a donde estaba mi camisa, la recogí para ponérmela, sin mirar a Kilian, y me fui por la puerta.
Después de eso volví a mi casa, de donde no salí durante unos días. Kilian no paraba de llamarme y mandarme mensajes, pero yo no le respondía. Dejó de insistir cuando, agotado de tantas llamadas, le dije que no quería saber nada más de él y que podía quedarse con la carta si tanto le había gustado. Sé que herí a Kilian con ello, pero yo también estaba herido. Él no me tenía que haber mentido y mucho menos meterse en ese asunto.
Me quedé en casa una temporada, sin salir, simplemente estudiando para la vuelta a clases. Yo simplemente quería volver a empezar todo, como siempre hice, no necesitaba a Kilian, porque yo era fuerte y solo tenía que centrarme en ser el mejor. Pero mi padre volvió a encenderse con el tiempo, volvieron a él los ataques de rabia y lo pagaba conmigo. Mi madre, por otra parte, cambió el lugar del jardín donde se quedaba catatónica para estar dentro de casa frente de la chimenea. No sé por qué, pero un día me acerqué a ella con la intención de recuperarla, de recuperar a mi madre.
— ¿Puedo sentarme? —Le dije a mi madre, la cual no me contestó y no apartó la mirada del fuego de la chimenea. —Mamá... he estado pensando que quizás deberías recibir un tipo de ayuda, ¿no crees?
Ella seguía sin apartar sus ojos vacíos del fuego. Verla en ese estado me entristecía y me llenaba de rabia, no podía evitar apretar cada vez más mis manos.
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La teoría del caos. (Gay/Yaoi)
RomanceKilian Prescott, un chico de 18 años abiertamente bisexual que no cree en el amor, lleva casi un año entero sin salir de su casa sin ninguna razón aparente. Decidirá proseguir con sus estudios en un nuevo centro, donde se reencontrará con un viejo c...