CAPITULO 17; CALOR

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Era tan caliente que me quemaba con tan solo estár
cerca suyo.

Desperté con unos 4 brazos rodeandome y dos masculinos cuerpos a cada lado. Miré a Max, el hijo del tío Niall durmiendo placidamente mientras su respiración relajada chocaba directo con mi mejilla. Y a mi otro lado Bart, Nat o como se llame abrazandome.

Bufé.

—Me siento chica—dije para mi misma, pero dos pares de ojos me miraron.

Había una intensidad admirable y tenaz entre ambos chicos, me liberé de ambos haciendo que cayesen al suelo de madera. Reí llamando la atención de Max y...el chico como se llame.

—Marc—el rubio miró al chico con nombre.—A ella.

Se tiraron a la cama después de que yo me corriese haciendo que ambos chicos chillaran literalmente por un golpe. Corrí fuera del cuarto encontrandome con mi hermano y por reflejo de protección me escondí tras él, vi las escaleras como una escapatoria pero choqué con alguien alto. Alzé la vista reaccionando a la extraña mirada de Tomás. Rodeé su torso resiviendo ambos brazos rodearme, de pronto las torpes pisadas de los chicos corriendo a mi me dieron risa.

Tomás elevó una ceja—¿qué les pasa con mi chica, muchachos?—preguntó divertido.

—La enana nos botó de la cama—mi novio rió. Haciendo que los chicos pusieran una mueca—Y debe pagarlo. ¡me cuesta tener un cabello perfecto, pitufa!

Me hice la ofendida y miré a mi novio.—Tommi, no les creas esa bobería que es mentira.—sonreí.

—Eres capáz, Dars, pero tan mala no eres con Max y Marc.—me separé un momento tomando sus mejillas en mis dedos y apretandolas.

—Te quiero, Tomás.

—¿sólo me quieres?—preguntó el moreno.—Porque yo te amo.—susurró lo último.

Besé su mejilla.—Yo igual te amo, moreno.

—¡ya se pusieron horney!—exclamó Max.—Consiganse un hotel.

—Envidioso.—Marc, Tomás y Dylan rieron, pero la mueca épica en la cara de mi primo postizo me hizo reir a mi.

Acercó su mano a mi cintura, haciendome quejar en mi lugar. Me di la vuelta chocando directo con el pecho de mi novio. Sus brazos me rodearon el frente, caminé con él a mi cuarto, cerrando y poniendo seguro a la puerta blanca y a la ventana, cerrando de por sí la cortina. Miré a Tomás, su sonrisa se hizo grande y coqueta.—¿qué piensas, Tommi?—pregunté insegura.—¿Tommi?

Mi armario estaba abierto así que lo cerré pero al dar la vuelta Tomás estaba caminando hacia mi, a un metro de la puerta del armario empezé a retroceder. Con mis uñas rasqué mi mano contraria, mi cuello y mandibula. Choqué con la madera gigante atrapada entre la espada y la pared. Puso ambos brazos sobre mi cabeza llevandose mis manos, elevando mis brazos levemente. Acercó su nariz a mi cuello riendo roncamente, sin pesarlo, solté las manos llevandolas a su rostro donde acaricié su madibula y las fui bajando.

—Tomás...—murmuré con la voz entrecortada por lo cerca de nuestros cuerpos.

—Dime.—su respiración pasó justo a mis labios.

—No me tortures.—logré soltar antes de caer rendida a sus encantos.

Sus manos temblorosas bajaron a mi cintura por bajo la tela ajustada, subiendola un poco, acomodé mis brazos tras su cuello jugando con las puntas de su cabello oscuro. Sonrió antes de levantarme del suelo y con la espalda apoyada en las puertas de madera rodeé sus caderas con mis piernas.

—No te torturaré, pero sí—acomodó las manos en mis muslos, subiendome unos centimetros más.—Sí te dejas llevar desde ahora hasta que acabe.—mordí mi labio evitando pensar en cosas malas pero mi mente me jugó una mala pasada haciendome bajar la vista a sus sexys y carnosos labios. Asentí.

Caminó a la cama conmigo aún rn sus brazos, se sentó en la orilla y mis piernas quedaron a los lados de su cuerpo. Unió lentamente, como si quisiera nunca terminar con ésto. Su lengua correteaba un misterioso y exitante juego la mía. Danzaban a su ritmo. Tomó entre sus dientes mi labio mordiendo un poco. Con sumo cuidado tiré de la prenda superior que me negaba la vista el tacto a tal figura, liberandola y jugando con sus notables músculos.

Llevé las manos a mi camiseta, sacandola y tirandola a alguna parte del cuarto. Una silla estaba apoyada contra la puerta evitando que alguien entrase. Empujé el pecho de Tomás haciendo que este cayera de espalda a la cama, pero giró dejandome abajo.—Buen intento.—mordí mi labio nerviosa, jamás antes había hecho tal cosa sin los consejos de Drina. Con agilidad desabroché el botón del pantalón de Tomás.—¿segura, enana?

Miré a sus ojos.—Sí, estoy preparada para superar el pasado y preocuparme del presente.

Sus pantalones descendieron al suelo dejandome solo a mi con mis jeans, que Tomás sacó con facilidad.

Irresistible TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora