Capítulo XII

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Unos cinco minutos más tarde llegamos a los establos, los cuales estaban repletos de unicornios (si unicornios hermosos). No me resultó tan difícil de creer puesto que toda mi vida había visto criaturas de lo más extrañas.
En un rincón, estaba un bulto gris con la vientre en el piso, comiendo heno. Una sonrisa apareció en mi rostro y corrí a arrodillarme junto al pegaso. Tenía vendas al rededor de su vientre, y en ciertas áreas de sus enormes alas. Le acaricie la cabeza con cariño y me lanzo un lengüetazo en la mejilla.
-Ey chico... ¿Cómo estás? ¿Te ha tratado bien el feo pelirrojo?- le solté.
-Si claro, nada más mire cuanto heno les quitó a los unicornios y me lo dio a mí para llenar mi estómago...- me contestó.
Eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada. Su voz sonaba mejor que cuando me separé de él.
-Emm.. Antha, siento interrumpir pero aún tengo que terminar de darte el tour...- me gritó por detrás Erick. Aparentemente no se había atrevido a atravesar el establo por el montón de unicornios y sus afilados cuernos.
-Te tengo que dejar, pero volveré más tarde. ¿De acuerdo? Sigue comiendo, y prometo traerte manzanas y quizá terrones de azúcar.- le dije mientras le acariciaba el hocico.
-No se atreva a volver sin las manzanas y los terrones, o tendré que comérmela a usted. Ja ja ja.- me dijo.
-Muy gracioso, Storm.- le conteste con ternura.- te veo más tarde. Le besé el su nariz antes de levantarme.
Como pude, volví a atravesar el establo hasta regresar con Erick.
-¿Todo bien?- Me preguntó.
Le sonreí.
-Todo bien. ¿Qué más me tienes que mostrar?
-Sígueme, te va a encantar.
Lo que me parecieron horas después llegamos a lo que él llamó foro para seguirse de largo hasta llegar a un pequeño jardín a las orillas de un lago, que supuse que seguía siendo el pequeño Tíber.
Había parejas jugando con niños y unos cuantos adolescentes de nuestra edad acostados en pequeñas mantas.
Desde donde estábamos el lago tenía una vista hermosa. Sus aguas estaban en calma y reflejaban el brillante sol del medio día...
Había pasado mucho más tiempo del que había creído.
-¿Te gusta la vista? Me pregunto Erick, quien estaba misteriosamente cerca de mi.
Voltee a verlo.
-Si, es preciosa...-
-Sabia que te gustaría. Más tarde iremos a comer, pero mientras tanto podemos quedarnos aquí un rato.-
-Me parece estupendo.- le dije.
Nos sentamos en el suave césped. Mi cabello había dejado de gotear y casi estaba seco. Me gustaba traerlo suelto, pues era lacio y era muy fácil de manejar. Al otro lado del lago se apreciaba una pequeña ciudad muy romana. Grandes columnas de mármol y un anfiteatro.
-Háblame más de ti... Así quizá me parezcas menos misteriosa.- dijo Erick después de un largo silencio.
-¿Qué quieres que te diga? No hay nada interesante que contar.- eche un vistazo a mi alrededor para asegurarme de que nadie más escuchaba.- Lo más importante de mi ya lo sabes...-
Erick abrió la boca para contestar cuando se vio interrumpido por un montón de gritos.

Gire la cabeza y toda la gente que hace unos minutos estaba sentada disfrutando el sol corría por todos lados gritando "grifos", "protejan a los niños" y algo como "cubran la comida".

Tenían que ser grifos. ¿De verdad no podrían haber sido, no se, unas cosas pequeñitas, peludas y amigables? Al parecer no.

Nos paramos de un salto y corrimos hacia el gentío. A lo lejos sonó lo que me pareció como una trompeta.

-Los refuerzos ya vienen.- Me grito Erick al oído.- Alguien debió de distraerse en la puerta dentro de el Monte Diablo.-

No llegaran a tiempo, pensé.

Me giré al tiempo suficiente para ver que un grifo tomaba a alguien en sus garras y lo llevaba volando por encima del lago. Instintivamente corrí hacia el lago. Una vez dentro pude sentir su poder que me provocó un latigazo de energía. Pedí a la corriente que me arrastrara hasta posicionarme unos metros mas adelante de la criatura, levanté mis brazos e inmediatamente dos columnas de agua le siguieron, interceptando al grifo en su vuelo obligándolo a cambiar el curso de su vuelo hacia un costado. Seguí sus movimientos y una de las columnas de agua atravesó su cuerpo, permitiéndome tomar el control. Formé espirales a lo largo de su cuerpo e inmovilice sus alas, haciendo que cayera precipitadamente hacia el lago.

Hija de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora