Capítulo I

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Desperté con un sobresalto, aturdida por el sueño que tuve.

No lo quiero recordar, no lo debo recordar, me digo a mi misma. Pero para mi mala suerte lo recuerdo con toda claridad. Es la misma pesadilla que me ha estado atormentando cada noche desde hace tres meses.

Esa noche..

Antes de que me permita recordarlo me levanto de lo que se puede decir que era la cama y me dirijo hacia el pequeño lavabo. Tengo que darme prisa en desperezarme y salir de aquí.

Me permito una mirada al espejo empolvado para ver que tal mal aspecto tengo. Mi cabello, largo hasta la cintura, está alborotado y enredado, por el color que tiene, rubio cenizo, casi parece un estropajo de los de antes. Me recuerda a ella cuando iba a mi habitación a despertarme para ir al colegio. Tenemos el mismo tono de color del cabello...

-¡Basta!.-

Me digo en voz alta y vuelvo mis ojos y pensamientos de nuevo al espejo. Mi ropa, bueno mejor no mencionarla. En pocas palabras es un desastre.

Bajo mis ojos, color verde mar, se encuentran unas ojeras entre rosa y violeta, resultado de no haber dormido bien. Sorpresivamente no me veo tal mal. Solo como una chica sin hogar.

Las ultimas noches las he pasado casi sin dormir y en los lugares menos imaginados del mundo. Esta noche tuve suerte; acababa de matar a un monstruo con colmillos, cabello de fuego, piel casi transparente y una pierna mecánica y la otra de burro ( que era la cosa mas horrorosa y extraña que he visto en mi vida), que me venía siguiendo desde unas cuantas horas antes. Después de acabar con esa cosa con la espada que me dio mi madre, encontré una puertecita que conducía a sótano de un edificio de apartamentos que estaba justo debajo de las laderas de una colina. No podía detenerme por mucho tiempo, sin embargo, estaba exhausta. Era como si mi cuerpo dijera: ¡Ya basta! ¡Necesitamos un respiro!, pero desafortunadamente no podía detenerme durante más de unas cuantas horas. La diosa lobo Lupa me dijo que encontrara el campamento, que solo allí estaría segura, que solo allí podría descansar al fin. Así que simplemente dormí unas cuantas horas, manteniéndome siempre alerta.

Estaba justo de bajo de las colinas de Oakland, supuse porque si salía veía perfectamente la bahía de San Francisco y las torres del Golden Gate. El final de mi recorrido estaba cerca, podía sentirlo. La loba me había enseñado a perfeccionar mis sentidos hacia una dirección: el sur. Allí se encontraba el campamento. Allí se encontraba mi futuro hogar.

Teniendo ese pensamiento, trate de peinarme el cabello con mis dedos lo mejor que pude, tome mi mochila junto con mi botella de agua y salí del sótano en el que había pasado la noche.

Hija de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora