Capítulo XV

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Me quedé petrificada.
-Supuse que a estas alturas ya deberías saberlo. De no ser por ti, el chico se habría desangrado vivo, nuestra medicina no habría actuado lo suficientemente rápido como para ayudarlo.- dijo Reyna, mientras avanzaba hacia mí y se sentaba en la cama en la que yo había estado.
-¿Es por eso que perdí el conocimiento? Lo único que recuerdo es que alguien tiró de mí por detrás y después me desmayé.- le contesté en un susurro.
-Suponemos que si. Perdiste el color rápidamente, te llenaste de sudor frío. Erick corrió para apartarte, si no lo hubiese hecho, honestamente no sé qué habría pasado contigo.- me miró a los ojos y suspiro.
-Nunca me había pasado algo semejante. Cuando curé a Storm no perdí el conocimiento, fue sumamente fácil y las heridas eran parecidas.- dije sentándome en la cama aunque alejándome lo más posible de Reyna.
-Los únicos que he visto que pierden el conocimiento curando son los hijos de Apolo. Y muy rara vez, pues no todos tienen el don de la curación.- me contestó, pronunciando con cuidado cada palabra.
-No estarás pensando que también soy descendiente de Apolo, ¿o sí?- voltee hacia la ventana mientras esperaba su respuesta.
-Ya se verá con el tiempo, aunque no eres arrogante como todos ellos, al menos hasta ahora.- Dijo levantándose de la cama.- Ven conmigo, hemos de asignarte una cohorte hoy mismo, y bueno, nunca había visto a alguien que consiguiera su línea de valor en el primer día que pasa aquí.-
-¿Línea de valor?- pregunté, pero Reyna siguió caminando.
La seguí hasta que llegamos a las termas.
-Será mejor que te des un baño, en cuanto salgas habrá una bandeja con comida para que desayunes, pero debes de darte prisa. Las reuniones en el Senado son bastante temprano, y no somos muy pacientes.- Dijo rápidamente Reyna y después me dejó sola.

No me atreví a preguntarle cuánto tiempo había estado inconsciente. Y tampoco estaba segura de querer saberlo.

Me di un baño rápido, aunque me tardé un buen rato en lavar bien mi largo cabello. Ese era el mayor reto de mi vida.
Sentí el familiar latigazo de energía que me otorgaba el agua y el minúsculo dolor de cabeza que aún tenía, desapareció del todo. En efecto, cuando salí había una bandeja de comida y ahí mismo estaba Erick esperándome. Sentí un revoloteo en mi estomago cuando lo vi, aunque bien pensado, pudo ser causado por el hambre. Tenía bolsas bajo sus ojos, y se veía cansado pero a pesar de eso sonrío al verme.
-Vaya, vaya. La chica nueva está de nuevo de pie.- dijo en tono burlón.
-Oh, claro. No creas que me doy por vencida tan fácilmente.- me senté a su lado, en un pequeño borde a lado de la piscina. Me sentía mas cómoda al ver que nos hablamos con un poco mas de confianza que cuando nos conocimos. Lo veía ya como un viejo amigo.
Miré la bandeja de comida, esperando lo peor. No llevaba tanto tiempo aquí como para que adivinaran lo que solía comer, pero a pesar de eso, la bandeja tenía rebanadas de pan con mermelada de fresa, y muchas frutas. El vaso tenía jugo de naranja recién hecho y mi estomago rugió esperando a que empezara a comer.
-No sabíamos lo que te gustaba, así que decidí preguntarle a Rachel. Ya sabes, siendo el oráculo supuse que debía darme alguna pista de lo que te gustaba comer. Claro que cuando se lo pregunté soltó una carcajada, pero al final me dijo que no comías carne.- dijo tímidamente.
Le sonreí agradecida.
-Es cierto, soy vegetariana, pero si me hubieses traído algo de carne habría encontrado el modo sutil de rechazar la comida.- le contesté en broma.
Antes de darme cuenta, había dejado vacía la bandeja. No había notado lo hambrienta que estaba. Erick no perdió el tiempo, se levantó de un salto y con un gesto me indicó que lo siguiera.
-Es hora de la reunión en el Senado. No son exactamente tolerantes así que debemos darnos prisa.- Dijo Erick.
Le seguí lo más rápido que pude, y no pude apreciar todo lo que veía. Nos acercamos hasta un mundo de gente encabezado por Reyna y Frank, seguidos por los perros metálicos. Después unas 10 personas llevaban túnicas color blanco, y todas tropezaban con ellas e intentaban disimular lo incómodos que se sentían al llevarlas.

Seguimos a la multitud hacia lo que parecía el limite de la ciudad. Trataba de no reírme de las personas que habían tropezado en el trayecto mas de 4 veces, así que en vez de mirarlos me pegue mas a Erick para preguntarle mis dudas.

-¿Todas esas personas con túnicas, qué son?- Le pregunte

-Son centuriones, los lideres de las cohortes. Cada cohorte tiene dos centuriones.- Explico en voz baja.- En ocasiones como esta, actúan como senadores, ese es el porque tienen puestas las togas romanas.- Enfatizo las ultimas dos palabras, para darme a entender que el nombre correcto era "toga" no "túnica".

-De acuerdo.- Le respondí no sin antes soltar una risita.

-Espero que no traigas armas.- Me dijo.

Enderece la espalda e instintivamente me lleve la mano al anillo.

-¿Por qué?-

-Están prohibidas dentro del Senado.- Miro mis manos.-Tendrás que dejarla con Término.-

-¿Término?- Pregunte, confundida.

No obtuve respuesta, puesto que una voz con tono molesto empezaba a oírse al inicio de la multitud.

Mire a Erick, quien solo sonrió y siguió avanzando.

Hija de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora