Capítulo XIII

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Un instante después sentí ambos cuerpos caer al agua. Me sumergí al lago, dejando caer las columnas de agua y formandolas dentro de el agua.

El chico al que había atrapado el grifo luchaba por salir a la superficie, así que ordené a la corriente que lo llevara hacia arriba. Tenía la esperanza de que supiera nadar y se dirigiera a la orilla.

El que si no sabía nadar era el grifo, gracias a los dioses.

Dirigí las columnas hacia a el y lo volví a inmovilizar, giré mi anillo y en unos segundos tenía la gladius empuñada, lista para atacar. Al estar en el agua tenía toda la ventaja, tanta que no demoré demasiado en situarme a lado del monstruo y enterrarle la gladius en un costado, haciendo que se disolviera en polvo, el cual combinado con el agua realmente hacían una mezcla tan repugnante que prefiero no describir... ¡Puaj!

Con la gladius aun empuñada, ordené al agua que me llevara a la superficie. Una vez en la superficie por un segundo quedé cegada a causa del sol e incluso me sentí desorientada, pero rápidamente recobre el sentido al ver varias filas de arqueros disparando flechas hacia las criaturas que todavía sobre volaban el lago y unas cuantas formaciones en tierra luchando con los grifos que habían suspendido su vuelo.
El agua me llevó rápidamente hacia la orilla y busque con la mirada donde hacía falta más ayuda. Afortunadamente, los romanos se caracterizaban por ser organizados, por lo que las criaturas tardaron poco en ser vencidas, lo único que quedaba de la batalla era un montón de polvo de monstruo, unos cuantos heridos y unos cuantos cientos de lanzas partidas a la mitad.

Di vueltas sobre mi misma tratando de encontrar con la mirada a alguien que hubiese conocido en las pocas horas que había estado aquí, pero en vez de encontrar una cara familiar, encontré a una persona derrumbada en el fino pasto con las heridas muy similares a las que yo había obtenido al inicio del día solo que en mucho mayor tamaño y grosor. La sangre goteaba de las heridas y estaba formando un pequeño charco a los costados de su cuerpo. Corrí hasta situarme a lado de la persona y de inmediato me puse de rodillas y le tome el pulso. El chico aun respiraba aunque muy pesadamente, no abría los ojos, note de inmediato que estaba inconsciente. Los cortes los tenia en el pecho, brazos y estomago, e incluso tenia uno en la frente aunque no tan profundo como los demás. Se había lanzado a la batalla sin armadura, algo no muy inteligente pero sin duda muy valiente.

Respire hondo, cerré los ojos, puse mis manos en el pecho del chico y pensé en el mar. No en el poderoso río que estaba a lado de mi, si no en el mar abierto, en la playa, mi lugar favorito. Sentí un familiar tirón en el estomago y después pude oler el agua salada. Sentí mis manos húmedas y algo mas saliendo de mi cuerpo, como si mi energía estuviese concentrada en curar las heridas del chico.
Después de unos minutos empecé a sentirme mareada, la cabeza me daba vueltas. No lo entendía. Había podido curar a Storm sin sentirme de esta manera aún cuando las heridas del pegaso habían sido muy similares.
Todo se volvió lento, empezaron a aparecer puntos negros en mi visión y lo último que recuerdo es que alguien retiro bruscamente mis manos del chico. Después de eso, todo se volvió negro.

Hija de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora