Capítulo II

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¡Hola! ¿Cómo están? :D se que no soy muy creativa o algo así pero lo intento jaja :c (me gusta poner muchas caritas al expresarme, lo lamento jaja) ustedes dirán después de este capítulo si la continuo o si tienen opiniones. Al fin de cuentas, este FanFic es para ustedes. ¡Disfruten del capítulo!

Eran aproximadamente las 8 de la mañana, por lo que aún no había sol, solo uno que otro resplandor aquí y allá. Sentía que debía ir hacia la carretera, no tengo idea de por que.

Estaba agotada, quería dormir bien y comer comida normal. Me sentía como si hubiera bajado unos 15 kilos de los 39 que pesaba la última vez que lo pude comprobar. Iba tan enfrascada en mis pensamientos cuando escuche un relinchado de agonía cerca de unos árboles enormes. Inmediatamente saqué mi espada, una gladius de oro imperial blanco, y me dirigí hacia el lugar lo mas sigiloso que pude.

Cuando estuve lo suficientemente cerca me quede horrorizada ante la escena que tenía frente a mi. Un Pegaso de color gris casí plateado estaba tratando de abrir sus alas para volar y escapar de la enorme criatura que le había clavado las garras en el costado izquierdo. Ese era el problema, las garras también le habían alcanzado las alas. Cuando pude ver bien a la otra criatura me quede totalmente pasmada.

Tenía el cuerpo de una pantera, lacio y brillante, negro y felino, con las alas y la cabeza de un águila. Las garras del monstruo eran enormes.

Mi mente se quedo en blanco al tratar de formular un plan. Debía salvar al Pegaso, por que no creo que la situación fuera al revés. Pero solo armada con una espada y sin ninguna protección mas, tenía mis dudas.

-Se valiente Antha..- fueron sus últimas palabras.

No podía simplemente quedarme allí plantada sin hacer nada mientras veía como el Pegaso agonizaba del dolor y la desesperación.

-¡ayuda! ¡Por favor señorita ayúdeme!.-

El hecho de que los pensamientos del Pegaso llegaran a mi mente no me sorprendió, desde pequeña mi madre me había dicho que podía escuchar los pensamientos de los caballos (en este caso un Pegaso, pero era básicamente lo mismo), y de algunas criaturas marinas. Cuando le preguntaba porque ella me decía "es parte de tu poder, algún día lo entenderás". Y con ese pensamiento me acerque aún más para hacerle frente al monstruo.

-¡oye tu! ¡Aquí abajo!.- grite con todas mis fuerzas intentado controlar mi voz y haciéndola parecer amenazadora. -¡parece que disfrutas hacer sufrir a un pobre Pegaso indefenso! ¡Que vergüenza!

No sabia si me entendía pero tenía que llamar su atención. No giro su cabeza hacia mi cuando le grite así que tome una piedra de tamaño razonable y se la lancé a la cabeza. Finalmente giro su extraña cabeza hacia mi y rugió de modo ensordecedor. Ahogue el grito de miedo en mi garganta y solo me le quede viendo a los ojos, que eran de un rojo sangre.

-Trata de salir de aquí silenciosamente. Aléjate lo mas que puedas. En cuanto termine aquí iré contigo.- le dije mentalmente al Pegaso.

Por el rabillo del ojo vi que se deslizaba lentamente hacia atrás para perderse de entre la maleza.

-¡Ey feo!- le grite a la criatura para llamar su atención, y acto seguido ataque. Le hice varios cortes en las alas y en las patas traseras mientras me escabullía ágilmente de sus garras y de su vista. (Mi agilidad la había estado practicando casi desde que tenía tres años) Ya estaba en el costado izquierdo cuando las ramas de enfrente crujieron con fuerza.

-¡Demonios! ¡Te dije sigilosamente!.- me queje con el Pegaso, el cual me respondió con un avergonzado y dolido:

-¡Lo- lo lamento señorita, lo intento!

La criatura volvió la vista hasta el sonido e hice lo más estúpido que se me ocurrió. Le enterré la espada en la pata izquierda con toda la fuerza que pude. La criatura chillo de dolor, volviéndose hacia mi y con la otra pata me empujó con tanta fuerza hasta que me estrelle con el árbol más cercano. El golpe contra el árbol me dejo sin respiración. Trate de levantarme pero el olor de la sangre me mareaba. Tenía tres cortes profundos de hombro a hombro y dolían (y picaban) demasiado. No podía concentrarme. Mi visión se volvió borrosa y pensé que iba a perder el conocimiento.

-No te vas a desmayar, contrólate.- me dije a mi misma y me obligue a pararme como pude. No sabia donde había terminado la espada pero sabia que pronto volvería a mi mano en forma de anillo. Siempre lo hacia. Así que busque a tientas una rama lo suficientemente gruesa para defenderme momentáneamente. Solo esperaba que el Pegaso ya hubiera llegado lejos.

-¡estupida cosa fea, ven aquí!.- grite con mi voz ronca. Todo el cuerpo me dolía terriblemente, pero decidí ignorarlo.

Mi vista se había aclarado un poco más así que distinguí a la figura que venia hacia mi furiosa. La espada ya no estaba en su pata así que debía estar en mi mano ya. Baje la vista y allí estaba mi anillo. Una espiral larga bien formada en la cual la parte final tenía una diminuta perla gris. Tire la rama y me quite el anillo. Al instante se convirtió en mi espada. Mia, porque había sido forjada especialmente para mi.

Hija de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora